Andorra/España
José Manuel G. Torga (5/7/2011)torga
El pequeño País de los Pirineos, muestra fuertes contrastes. La Naturaleza primitiva se da la mano con los grandes hoteles y las tiendas de lujo. El bravío paisaje se preserva, las recias iglesias románicas dan fe de un pasado muy recoleto, y la seguridad ciudadana aflora como un orgullo nacional. El tiempo histórico abarca lo pretérito y lo actual, en una armonía serena.

El turismo de montaña y una amplia oferta en cuanto a deportes permitirán también un sano relajamiento mediante el turismo termal. El súmmum en este último aspecto lo ofrece el complejo denominado Caldea, en Escaldes-Engordany. Concebido con una estructura arquitectónica espectacular, dispone de cerca de 32.000 metros cuadrados, con variadas instalaciones acuáticas y el complemento de masajes y tratamientos de estética. Incluso hay allí cabida para la gastronomía sin salir a la calle.

Más allá de las consideraciones al uso cabría plantearse el sentido de un turismo de amplio sentido político a Andorra, dadas las características bien singulares con las que cuentan los perfiles definitorios del micro-Estado. Su independencia, en efecto, gravita, secularmente, en torno al equilibrio bajo sus dos co-príncipes: el obispo de Urgel (España) y el presidente de la República Francesa.

Constitución de 1993
La primera Constitución de Andorra es tan reciente como que data del 14 de marzo de 1993. A partir, pues  de ayer como quien dice, este viejo Principado independiente queda definido como un Estado de Derecho, democrático y social. Ese mismo año Andorra se integra en la ONU.

El sufragio universal masculino fue establecido en 1933. El femenino no se reconoció hasta 1970. Y, en 1981, el Gobierno, tipificado como Consejo Ejecutivo, pasa a actuar como motor de las posteriores reformas.

Hace aún unas cuantas semanas ha entrado en funcionamiento un moderno edificio para las reuniones parlamentarias habituales. Otras, con especial carga histórica y protocolaria, siguen celebrándose en la casa Els Valls (La Casa de los Valles), una construcción del siglo XVI que, inicialmente, era una vivienda de familia pudiente y, que luego se convirtió, durante varias centurias, en la sede del Concell de 24, el minúsculo Parlamento Andorrano, el más pequeño del continente europeo.

Lo constituían, institucionalmente, cuatro representantes por cada una de las seis parroquias (municipios) en que se dividía el territorio: Canillo, Encamp, Ordino, La Massana, Andorra la Vella y Sant Julià de Lòria. Sólo a la altura del año 1978, Escaldes-Engorday pasa a convertirse en la séptima parroquia, en razón de su crecimiento económico y del partido que se saca, precisamente, a sus aguas termales. La nueva parroquia lleva a la Casa de los Valles, cuatro parlamentarios más. Desde entonces los escaños suman, por lo tanto, un total de 28.

Micro-Estados europeos
Andorra es uno de los seis micro-Estados europeos, supervivientes de viejas épocas. El menor en extensión es el Estado Vaticano. Pero, asimismo, forman parte de esa relación, el Principado de Mónaco, el Principado de Liechtenstein, la República de San Marino y la República de Malta.

Iglesia Románica
Iglesia Románica

La primera visita  a Andorra de este cronista que ahora escribe -a la vuelta de otro viaje al Principado- fue hace muchos años, en la primavera de 1965, con un grupo de colegas, acompañados por alguien muy respetado por entonces en aquellas montañas pirenaicas. Era el empresario de las máquinas quitanieves, que hacía transitables las carreteras andorranas durante los largos meses de invierno. Se llamaba Andreu Claret y Casadessús, aunque era conocido igualmente por el sobrenombre de «El Amable Hombre de las Nieves». Nos invitó a comer en el hostal que pertenecía a uno de los ministros del Principado, ausente en aquella fecha porque el Consejo de los Valles celebraba una reunión en el Hotel Palace, de Madrid.

El profesor y político español Fernando de los Ríos Urruti, publicó, en 1920, un libro, convertido por el transcurso del tiempo en un clásico para conocer antecedentes sobre aspectos del tema que nos ocupa; su título, «Vida e instituciones del Pueblo de Andorra. Una supervivencia señorial». Parte de la obra, había visto antes la luz, en las columnas del diario madrileño El Sol. Con su ensayo, el autor pretendía «llamar la atención sobre el régimen jurídico de un pueblo que ha quedado como un islote en la Europa occidental».

Fernando de los Ríos reseñaba el predominio todavía, en los Valles de Andorra, de la propiedad comunal, estableciendo comparaciones con el régimen, a la sazón vigente, en zonas de la provincia española de León. Indicaba que los prados comunales de Andorra, «reciben en el verano la visita de los rebaños españoles y del ganado que poseen los naturales de los valles, y allí pacen las collas o ganado de los comunes, lo que en tierra de León llaman la vecera y en romance castellano recibe el nombre de Dula: rebaño formado con el ganado de los vecinos de un Concejo».

Los Condes de Urgel, en el origen
La leyenda atribuye la fundación de Andorra a Carlomagno, allá por el año 805, en  reconocimiento por la ayuda que los habitantes del territorio habrían prestado frente a los sarracenos. El poder directo era ejercido por los Condes de Urgel, quienes, en un largo proceso de tira y afloja, ceden su jurisdicción al obispo de la sede de Urgel. El prelado busca, a su vez, protección en la Casa de Caboet, que más tarde heredará el conde de Foix.

Los Pariatges, del año 1278, redactados por árbitros designados al efecto, plasman una relación considerada de equilibrio, para la concordia entre el conde de Foix y el obispo de Urgel.

Sucesivos matrimonios traspasan los derechos de la Casa de Foix, primero al Reino de Navarra y, posteriormente, a la Corona de Francia, en 1607, con el nieto de Catalina de Navarra, Enrique IV de Francia, el primero de los Borbones allí reinantes.

Del otro lado seguía quedando el mitrado de Urgel, para asegurar el equilibrio. Los andorranos, en efecto, preferían la dependencia dúplice: «El pueblo de Andorra – escribe Fernando de los Ríosantes recibe provecho que males de esta cosoberanía».

La formula entró en quiebra cuando los líderes de la Revolución Francesa entendieron que aquel esquema de Andorra era de esencia feudal y suspendieron la relación con las autoridades de los Valles, con la pretensión de liquidar el vasallaje de este pueblo.

La voluntad por parte de Andorra, con respecto al contrapeso de la doble autoridad, persistió, y vieron la ocasión de reanudarla con Napoleón I, a quien le fue solicitado y que aceptó.

Concejo abierto
Con carácter interno, la organización de las parroquias de Andorra era regida por el Concejo abierto, como en la montaña leonesa y en otros pueblos de las provincias españolas de Salamanca, Zamora y Ávila. El Concejo abierto lo constituía el pueblo reunido en asamblea, de la que formaban parte sólo los cabezas de familia. Representaban a los hogares, símbolo del fuego sagrado, con el culto a los antepasados, con arreglo a tradiciones ancestrales que vienen de la India y pasan por Grecia y Roma; pero que compartían los pueblos germánicos y eslavos. No es todavía el individuo por si mismo quien cuenta con un protagonismo fundamental, sino la familia, en cuanto núcleo religioso y civil.

El año 1886 marcó un hito. Los representantes en el Concell de 24 dejan de  ser elegidos en el Consejo comunal de cada parroquia y sus nombres emergen, en votación directa,  del conjunto de los cabezas de familia de los Valles.

En la Casa de los Valles -con cocina, gran comedor, aposentos y cuadras para las caballerías- los consejeros celebraban sus reuniones y vivían en las fechas durante las cuales se prologaban aquellas, con cargo al Presupuesto. A instancias de los particulares y a expensas de los mismos podían igualmente celebrarse determinadas reuniones.

Cada co-Príncipe nombraba un Veguer o representante (de vicarius), entre otras funciones para la aplicación de la Justicia, con el Juez de Apelación, nombrado, alternativamente, por el co-Príncipe episcopal o por el francés.

En el presente, llama la atención de los viajeros conocer el significado y los matices de esta pequeña nación, con una especie de diarquía. Dos jefes de Estado: un obispo español (el de la Seo de Urgel) y un presidente de República (el de Francia). Precisamente la condición de célibe del prelado, como apuntan algunos, permitió la continuidad, porque en manos de un título nobiliario, ese co-Príncipe  hubiera cambiado de dependencia, en razón de los matrimonios, como ocurrió con la otra parte, encarnada por los antiguos condes.

Escudo Nacional de Andorra
Escudo Nacional de Andorra

Dos Jefes de Estado

A título personal, hoy los copríncipes son el obispo Joan Enric Vives i Sicilia, y el presidente galo, Nicolás Sarkozy.

El diminuto edificio del  Parlamento antiguo representa, a su vez, una meta de peregrinación histórico-política, por subsistir como un auténtico monumento en piedra de una institución simbólica de voluntades populares.

Ya sólo algunas sugerencias a modo de epílogo. No se entiende bien el impedimento para hacer fotos en el interior de la ancestral sede parlamentaria  por parte de periodistas que concurren dentro de su labor profesional; aún menos lógico parece que las fotografías obtenidas por uno mismo desde el exterior y sin ninguna indicación restrictiva, encuentren trabas en Internet.

Ítem más. Quienes muestran a las visitas la reducida y venerable sede del Parlamento, conviene que conozcan bien la historia. Que no ignoren, por ejemplo, que ha habido vegueres en Andorra. O que las barras del escudo andorrano tienen origen en el reino de Aragón. Las carencias de cultura histórica quedan fuera de lugar, especialmente en un lugar histórico.