España
Manuel Funes Robert (15/11/2011)
El debate entre Rajoy y Rubalcaba la semana pasada aportó una sorpresa tan inesperada como positiva: cada uno de los partícipes ha lucido por el tono y por el contenido una imagen muy superior a la que ambos prodigan en sus intervenciones aisladas. Esto produce un efecto político importante porque aumenta la confianza popular en los políticos ya que cualquiera de los dos mejorará la situación pensando en lo que han dicho, prometido y aclarado.
Pero también puede provocar un efecto negativo y es que si una gran parte de la población piensa que sea el que sea el resultado la cosa puede mejorar aumentará la abstención.
Ciertamente hay una diferencia que nos permite declarar ganador por puntos a Rubalcaba. El PP vive obseso por concentrar la culpa de la crisis en la falta de control del gasto mientras que Rubalcaba ha apuntado aunque tibiamente en la dirección correcta. El mal nace del ajuste y el ajuste lo impone Bruselas. Pedir dos años de moratoria es muy poco pero es mucho más que no pedir nada, como dice el PP.
Efectivamente, el ajuste es intrínsecamente contraproducente porque en su obsesión por el equilibrio del presupuesto atenta fatalmente contra la capacidad contributiva de la población. Y lo malo es que comprobados los efectos contraproducentes los tiranos de Bruselas insisten la intensificación de la agresión. El ajuste solo sirve para provocar más ajustes. Estamos ante la dictadura de los mercados, los cuales han dado un paso más en su agresión: criminalizar las políticas contrarias inventando un derecho penal internacional en el cual los delitos son el ver el gasto público y la inversión pública como remedios. Y es gracias a esos delitos como el mundo ha conocido en buena parte del mismo pleno empleo, sociedad de consumo y estado de bienestar.
Ya han llevado a la Constitución disparates como poner límites al déficit con un tanto por ciento olvidando que sus efectos dependen de dos variables que no se citan: cuantía del PIB y nivel de paro. Llama también la atención que nuestros altos representantes vayan a mendigar dinero a China cuando tienen en casa sin límite y sin coste la fabrica natural de financiación que es el BCE, cuya eficacia se nota en cuanto hace una compra de deuda importante obteniendo al instante la contención de la crisis del país que la vende. La monetización de la deuda es el único remedio incruento, eficaz y baratísimo.
Ante la inoperancia consentida del BCE los países tienen que lanzarse a los mercados privados endeudándose a tipos de interés del 6 y el 7%, sin que sirva para nada el 1,25% del BCE, pues de nada vale un interés bajo si no hay préstamos a qué aplicarlos. Y ante la conquista total de la política económica por los mercaderes privados, vemos el cumplimiento a nivel global de esta lúcida advertencia de Marx: «Bajo el capitalismo, los gobiernos acaban convirtiéndose en un comité de gestión de los intereses privados» «el ajuste es un delito de lesa humanidad».