I Guerra Mundial

Internacional
Pedro Godoy P. (8/8/2014)
No es fácil abogar por la paz en situaciones en que esté involucrado el terruño natal. De eso se aprovechan las oligarquías y los imperialismos. Con motivo del centenario de la I conflagración global se recuerdan a generales y emperadores, reyes y mandatarios, fechas y sucesos, causas y efectos. Se inauguran museos y  editan libros. Indispensable no dar un espacio, en la conmemoración, a quienes fueron capaces de unirse para agitar la consigna «Guerra a la guerra» y denunciar ese choque armado como un suculento negocio de los fabricantes de armas y un festín de apetitos hegemónicos.

En el Viejo Mundo las rivalidades generan -como se sabe- un torrente de sangre y montañas de escombros. Por encima de las artilladas fronteras, en la II Internacional se aglutinan partidos socialistas. Durante decenios aluden al internacionalismo proletario y prometen que se opondrán a cualquier carnicerías. Denuncian la guerra como un crimen.

No obstante, vulneran la promesa tantas veces reiteradas y hacen causa común con sus respectivos gobiernos. Se los traga el aluvión belicista y  olvidan de la fraternidad de los pueblos. Serán después denunciados como «socialpatrioteros» y cómplices de sus respectivas burguesías.

Minorías en cada país beligerante defienden la paz y se oponen a la conflagración. Imposible olvidar el heroísmo de Jean Juares en Francia, Carlos Liebknecht en Alemania  y de Wladimir Lenin en Rusia. No son los únicos, pero si los emblemáticos. Agitan las banderas olvidadas y se manifiestan contra la guerra. Intentan movilizar los sindicatos para -mediante la huelga general- se evite la reyerta. Fracasan y en la Conferencia de Zimmerwald efectuada en la neutral Suiza se separan de la Internacional Socialista que estiman «amarilla» y sirvienta de las clases dominantes. El francés y el alemán son asesinados y el ruso funda la Unión Soviética.

Menos conocidos es el líder socialista norteamericano Eugenio V. Debs. También discrepa de esa II Internacional comprometida con empresarios y generales. Brega por mantener a EEUU ajeno a la refriega. Es encarcelado y en 1920 seguía en prisión. Se presenta como candidato a la Presidencia. Obtiene  un millón de votos. La asistente social Jane Addams organiza un congreso en la Holanda neutral en 1915 que convoca, por la paz, a mujeres de los países beligerantes. En Gran Bretaña el pacifismo lo representan el periodista Edmundo Dene Morel y el filósofo Bertrand Russel. Hay un masivo rechazo a prestar el servicio militar y varios centenares son encarcelados.

Es interesante anotar que antes de la asamblea de Zimmerwald en el Congreso del Partido Obrero Socialista, Luis E. Recabarren ya denuncia la I Guerra Mundial como un conflicto interimperialista. Advierte que los trabajadores deben condenar esa masacre. No está demás mencionar que en nuestra América en la conflagración contra la Confederación Perú-Boliviana (1835-1839) el militar chileno José Antonio Vidaurre opta por la paz y se niega a sumarse a la agresión. En la Guerra de la Triple Alianza (1860-1865)  no son pocos los uniformados argentinos que se niegan a combatir contra el Paraguay. Tal entereza amerita que hoy se homenajee a estos héroes del pacifismo. 

N. de la R.
El profesor Pedro Godoy P. es miembro del Centro de Estudios Chilenos CEDECh.