Iron Mountain

Internacional
Esteban Cabal (23/10/2022)
Un documento secreto que resulta tremendamente esclarecedor acerca de los planes de la elite plutocrática es el conocido como “Iron Mountain”. Así se denomina el lugar donde tenía su sede el Instituto Hudson, un think tank sin ánimo de lucro vinculado al CFR y financiado por corporaciones como Eli Lilly, Monsanto, DuPont, Dow-Elanco, Sandoz, Ciba-Geigy, ConAgra, Cargill y Procter & Gamble.

Se trata de un refugio nuclear subterráneo con oficinas de la Standard Oil de ockefeller, la banca Morgan, el Manufacturers Hanover Trust y la Dutch Shell Oil del príncipe Bernardo de Holanda. El refugio, hoy convertido en museo, estaba destinado a albergar al gobierno de EEUU en caso de guerra nuclear.

Un grupo de 15 eruditos, científicos e intelectuales, se reunieron durante tres años (la primera de sus reuniones fue en marzo de 1963 y la última en marzo de 1966, ambas se celebraron en Iron Mountain y redactaron un informe titulado “Factibilidad y Conveniencia de la Paz” en el que analizaban las repercusiones sociales, políticas y económicas del posible advenimiento de la paz.

El informe parte de la premisa de que “la guerra es en sí misma la base del sistema social”, y que es necesaria y deseable por ser la “principal fuerza estructuradora” y “el estabilizador económico esencial de las sociedades modernas”.

Así pues, para erradicar la guerra sería preciso rediseñar el sistema. Se propone un sistema alternativo, no basado en la guerra, que garantice los privilegios de clase y que necesariamente pasaría por establecer un gobierno mundial y, entre otras cuestiones, “la reintroducción de la esclavitud mediante la moderna tecnología y la política”.

El estudio, dirigido por miembros destacados del CFR, Bilderberg, la Trilateral y Skull & Bones, planteaba cuestiones escandalosas, como la necesidad de “presupuestar el número óptimo de muertes anuales a ocurrir en las guerras”. El informe dice que estas son prerrogativas legítimas de los gobiernos. Sin embargo, las verdaderas metas del informe no se detienen allí sino que se proyectan hacia la constitución de la sociedad en el futuro bajo un gobierno único mundial, algo que la actual globalización está logrando.

El informe Iron Mountain, destinado a funcionarios gubernamentales de alto rango, estaba dirigido por McGeorge Bundy (del CFR) y se hizo a solicitud del entonces Secretario de Defensa, Robert McNamara, miembro del CFR y la Trilateral y  ex-presidente del Banco Mundial. En su realización también estaba involucrado Henry Kissinger, alter ego de los Rockefeller.

El Presidente Lyndon Johnson ordenó que el informe no fuese nunca publicado, debido a la naturaleza de las conclusiones alcanzadas. Pero el contenido del informe lo filtró al público uno de los miembros del grupo que discrepaba de las conclusiones y que contactó con el editor Leonard Lewin (The Free Press, Nueva York) presentándose con el seudónimo de John Doe, que viene a significar algo así como “Juan Nadie”. John Doe creía que la gente tenía el derecho de conocer el contenido del informe y lo que se estaba preparando en él.

El argentino Salbuchi, primer traductor del informe Iron Mountain al castellano, explicó en una nota previa que “en rigor de verdad, entre los que en su momento le dieron credibilidad estuvieron varios periodistas del prestigioso diario "The New York Times". Este medio llegó a insinuar que uno de los autores del Informe era el conocido y famoso economista John Kenneth Galbraith. Cierto o no, el caso es que Galbraith jamás desmintió la versión. Más aún: escribiendo bajo el seudónimo de Herschel McLandress, Galbraith llegó a decir: Pondría mi prestigio personal detrás de la autenticidad de sus conclusiones. Mis reservas solo se relacionan con la conveniencia de darlas a conocer a un público que obviamente no está en condiciones de interpretarlo.

Según este informe -como explica Fernando Hernández Holgado en “Miseria  del Militarismo. Una Crítica del Discurso de la Guerra”, “la guerra constituye el principal eje vertebrador de las sociedades modernas, desempeñando una serie de funciones militares pero, sobre todo, no militares- económicas, políticas, sociales, culturales, científicas, ecológicas- indispensables para su estabilidad y supervivencia.

 Por lo cual los autores del informe consideran necesario un análisis riguroso de estas funciones y de los posibles sustitutos de la guerra, para decidir si es viable y conveniente  instaurar un estado de paz permanente en el que se mantenga el “equilibrio social”. Equilibrio definido como “la existencia necesaria de clases, con una clase pobre siempre en lo más bajo, y una clase alta, siempre en lo más alto”.

Kissinger y Juan Carlos

El informe parte de la base de que para mantener la estabilidad es absolutamente necesaria una “amenaza”. Esta amenaza esencial ha de ser suficientemente aterradora y verosímil para ser efectiva. Literalmente dice: “el´enemigo alternativo` debe implicar una amenaza de destrucción lo más inmediata, tangible y directamente percibida”. Algunos autores han especulado desde entonces con la posibilidad de que la elite global esté buscando ese “enemigo alternativo” inventado en la amenaza de una catástrofe ecológica global (como la que se muestra en la película “El día de mañana”) o en una invasión planetaria de seres extraterrestres hostiles con la humanidad.

Obsesionados con detectar indicios de conspiraciones globales, algunos autores piensan que las fuerzas armadas de EEUU han desarrollado capacidades que les permiten alterar selectivamente los modelos climáticos. La tecnología, que está siendo perfeccionada bajo el Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia (HAARP), sería un apéndice de la Iniciativa de Defensa Estratégica – ‘la Guerra de las Estrellas’. Desde el punto de vista militar, HAARP es un arma de destrucción masiva, que opera desde la atmósfera exterior y es capaz de desestabilizar sistemas agrícolas y ecológicos en todo el mundo.

Tampoco faltan quienes advierten que la elite global ha desarrollado ingenios tecnológicos como platillos volantes que ya se estarían fabricando masivamente para, llegado el momento, aterrorizar a la población mundial con la supuesta amenaza de una invasión extraterrestre masiva que justificaría la disolución de las naciones-Estado y el advenimiento oficial de un gobierno mundial como única solución para hacer frente a los alienígenas hostiles. Ronald Reagan, el 21 de septiembre de 1987, señaló ante las Naciones Unidas: “En nuestra obsesión con los antagonismos del momento a menudo nos olvidamos cuanto une a los miembros de la humanidad. Tal vez necesitamos una amenaza extraterrestre universal para que nos haga reconocer este lazo común”.

El trepidante informe afirma que “el sistema de guerra brinda la motivación básica para la organización social primaria. Al hacerlo, refleja, a nivel social, los incentivos que hacen al comportamiento humano individual. El más importante de éstos, a efectos sociales, lo conforma la necesidad psicológica individual de lealtad hacia una sociedad y sus valores. La lealtad requiere una causa; una causa requiere un enemigo. El enemigo que define la causa debe percibirse como realmente formidable. En términos generales, el poder que se presume de semejante `enemigo´ debe ser lo suficientemente importante como para generar un sentido individual de lealtad hacia una sociedad y debe ser proporcional al tamaño y complejidad de esa sociedad. Hoy en día, por supuesto, ese poder debe ser de una magnitud y terror sin precedentes”. Y añade: “Lo que le otorga al sistema de guerra su rol pertinente en la organización social, como en otros campos, es su autoridad sin igual sobre la vida y la muerte”.

Los autores del informe creen que el control demográfico es fundamental para el equilibrio y la estabilidad, y la guerra se ha mostrado insuficiente a tal fin. “La guerra ha sido el principal mecanismo evolutivo para mantener un equilibrio ecológico satisfactorio entre la población humana bruta y los recursos disponibles para su supervivencia” y “para conjurar a los inevitables ciclos históricos de insuficientes recursos en materia de alimentos, el hombre pos-neolítico destruye a los miembros excedentes de su propia especie a través de la guerra organizada”. Sin embargo, “la guerra ha ayudado a asegurar la supervivencia de la especie humana, pero como mecanismo evolutivo para mejorarla, la guerra ha resultado casi increíblemente ineficiente”.

La guerra y las enfermedades no han sido suficientes para detener la explosión demográfica: “Muchas enfermedades que antes eran fatales a edades procreadoras ahora pueden ser curadas; el efecto de este hecho es que permite perpetuar susceptibilidades y mutaciones no deseadas. Queda claro que una nueva, cuasi-eugénica función de la guerra se encuentra en proceso de formación y deberá tenerse en cuenta en cualquier plan de transición”.

Respecto a la ciencia, “no existe ningún adelanto científico de importancia que no se haya visto instigado, aunque sólo sea indirectamente, por los requerimientos de los armamentos”. Efectivamente, la inmensa mayoría de los descubrimientos tecnológicos de aplicación civil provienen de la industria militar (por ejemplo, Internet), el ejército casi monopoliza el presupuesto destinado a investigación científica y tecnológica.

Los autores del informe creen que si el sistema de la guerra como tal desapareciese, la paz no sería ni económica ni socialmente viable, a menos que se crearan instituciones sustitutas capaces de satisfacer las necesidades sociales de las funciones no militares resueltas por aquella.

Para terminar, recordemos las palabras de Franklin D. Roosevelt, presidente de los Estados Unidos: En política, nada ocurre por casualidad. Cada vez que un acontecimiento surge, podemos estar seguros de que estaba previsto que ocurriera de esa manera.

En la conferencia del Club Bilderberg que tuvo lugar el 21 de Mayo de 1992 en la ciudad de Evian, Francia, Henry Kissinger pronunció las siguientes palabras: “Hoy día los norteamericanos estarían enfurecidos al saber que tropas de la ONU entraron a Los Ángeles a restaurar el orden; mañana estarán agradecidos. Esto es especialmente cierto si se les dijese a ellos de la existencia de una amenaza externa, fuera ésta real o fabricada, que pusiese en peligro nuestra misma existencia. Es entonces que toda la gente del mundo se encomendará ante los líderes mundiales para que estos le libren de la amenaza de este mal. Aquel temor común a todos los hombres es el temor a lo esconocido. Cuando se presente este escenario, los derechos individuales serán voluntariamente relegados para garantizar el bienestar y la seguridad que el gobierno mundial les proveerá”.

Ahora piensen en el 11-S, en Osama Bin Laden, en Al Qaeda, en el terrorismo internacional, en “el eje del mal”, en la “amenaza real para la seguridad mundial”, en las “armas de destrucción masiva” que supuestamente tenía escondidas Sadam Hussein y que jamás fueron halladas. ¿Con eso basta para armarse hasta los dientes, invadir países, asesinar a 500.000 personas en Irak y convertir en “potencialmente peligrosos” a millones de seres humanos que profesan una determinada religión, y en  “persona sospechosa” a cualquiera que tenga algún familiar que lea el Corán?

Aaron Russo, gobernador de Nevada confesó que había sido amigo de Nick Rockefeller, y que éste le dijo, unos cuantos meses antes del 11-S, que se produciría un gran evento, tras el cual invadirían Afganistán para tender tuberías al Mar Caspio; que invadirían Irak para hacerse con su petróleo y establecer una base en Oriente Medio; que perseguirían al presidente de Venezuela; que la gente vería a los soldados en las cuevas en Afganistán y Pakistán buscando a los terroristas, y que iba a haber una guerra contra el terror en la cual no hay ningún enemigo verdadero, por lo que podía durar y durar siempre, siendo usada como excusa para recortar más y más libertades de los ciudadanos.

Francesco Cossiga, ex presidente de Italia, ha declarado que los ataques del 11 de septiembre de 2001 fueron realizados por los servicios secretos estadounidenses y de Oriente Próximo, como saben todos los servicios secretos del mundo. «Se nos ha hecho creer que Bin Laden habría confesado el ataque del 11 septiembre 2001 en New York, mientras que, de hecho, los servicios secretos estadounidenses y europeos saben perfectamente que este ataque desastroso fue planificado y ejecutado por la CIA y el MOSSAD, con el fin de acusar a los países árabes de terrorismo y poder de este modo atacar Irak y Afganistán».

Manuel Freytas nos previene contra “la psicosis terrorista a escala planetaria” diseñada por la elite: “sin la globalización de la imagen (mediática) a Washington y la CIA les hubiera sido imposible crear la figura de Bin Laden como el mítico `enemigo número uno de la humanidad´ tras la voladura de las Torres Gemelas, iniciando así la era de la utilización del terrorismo mediatizado como estrategia y sistema avanzado de manipulación y control social”.

El 11 de septiembre de 1991 el presidente Bush, en referencia a la crisis del Golfo Pérsico, anunció: “después de estos tiempos problemáticos, un Nuevo Orden Mundial puede surgir”. El vicepresidente Dick Cheney pronosticó una guerra “que no acabará nunca” hasta que los plutócratas logren su objetivo final. En realidad, esa guerra ya ha comenzado. La inició la CIA el 11-S con un atentado de “falsa bandera”.

El 11-S fue un autoatentado. Busquen en internet. Descubrirán que sobran evidencias.

Pero como todo el mundo sabe, la primera víctima de la guerra es la verdad.

¿Son esto “teorías de la conspiración”? Hay “conspiranóicos” porque hay conspiración. Naturalmente, los conspiradores lo negarán. Zbigniew Brzezinski, líder de la Comisión Trilateral y miembro del Club Bilderberg, es uno de ellos. Cuando se le recuerda su implicación en asuntos turbios se defiende de las críticas arguyendo que “la historia es mucho más producto del caos que de la conspiración”. Y es que hasta cierto punto tiene razón. Afortunadamente hay muchos factores imponderables. Si no fuera así la elite globalista ya habría alcanzado todos sus objetivos.

Iron Mountain

Recordemos que Brzezinski se consagró como el gran geoestratega de la elite plutocrática cuando diseñó la trampa afgana, la alianza de los Estados Unidos a través de la CIA con Osama Bin Laden y con los talibanes para desalojar de Afganistán a las tropas rusas. Una conspiración contra los rusos en toda regla. Lo que aparentemente resultó un éxito se ha convertido con el tiempo en el mayor fracaso estadounidense desde Vietnam. Estados Unidos ha caído en su propia trampa y ha perdido la guerra contra aquellos a quien primero financió, armó y entrenó para luego traicionarles y masacrarles. El efecto boomerang de la trampa afganat; ha restado credibilidad a Brzezinski y ha puesto en dificultad a la elite globalista para llevar a cabo sus planes de desencadenar una guerra nuclear contra Irán.

Para Edgar Hoover, director del FBI, “el individuo está en desventaja al enfrentarse con una conspiración tan monstruosa que no puede creer que exista. La mente de los estadounidenses no ha tomado conciencia del mal que ha sido introducido a nuestro alrededor. Rechaza incluso la idea de que los humanos pueden sostener una filosofía que al final debe destruir todo lo bueno y decente”.

El determinismo dice: “fuerzas precedentes, históricas, culturales, económicas y de otra índole, determinan los acontecimientos”. A medida que uno progresa en el empeño de quitarle la máscara al poder real, intuye que la historia está premeditada, pre-escrita y pre-diseñada en un grado sumo y con muchísima antelación, por fuerzas oscuras que conspiran contra la humanidad. El poder se nutre de los conspiradores. Poder y conspiración son sinónimos.

La historia no siempre es el resultado de la voluntad de los pueblos. Ni siquiera del caos. A menudo existe una hoja de ruta prefijada, una agenda secreta que sólo la elite conoce. Y es aterrador pensar que esto pueda ocurrir. Cuanto más crece el volumen de información disponible, más grandes e inaccesibles nos parecen los secretos que se ocultan tras las cortinas de humo.

N .de la R:
Extracto de su libro GOBIERNO MUNDIAL.