Sáhara Occidental
Ana Camacho (7/2/2011)ana-camacho
Participantes de la reunión saharaui que el pasado día 29 hizo en Marrakech balance de los dramáticos sucesos de Gdaim Izik y reivindicó el arranque de la protesta del campamento.

 Ya en noviembre hubo unanimidad en que el plante del campamento Gdaim Izik, a 18 kilómetros en El Aaiún, había arrancado como una protesta saharaui para exigir trabajo y una vida digna. La noticia de una reunión celebrada en Marrakech el pasado día 29, a la que asistieron unos cien intelectuales, empresarios y líderes tradicionales saharauis, parece confirmar el dato que convierte esta revuelta en el precedente de esa explosión de indignación popular que en Túnez acabó con Ben Alí y en Egipto ha acorralado a Hosni Mubarak.

Las fuerzas de ocupación marroquí sofocaron la protesta con una masacre que, del campamento, se extendió a El Aaiún. Aquello se quedó en un conato pero las desapariciones de saharauis, las detenciones arbitrarias, las palizas, los saqueos de viviendas donde se degolló, violó a las esposas, hermanas y madres, apaleó a los niños y se arrasaron los bienes tanto de los que se manifestaron como los que no, han dejado unos rescoldos que podrían prender el incendio en un ambiente que, con lo de Túnez y Egipto, tiene ahora doble motivo para calentarse.

Reflejo de este estado de ánimo es que, ante luz y taquígrafos (la reunión estuvo abierta a la presencia de la prensa marroquí), los participantes del evento en Marrakech fueron subiendo a la tribuna de oradores para hacer balance de la tragedia que se desencadenó con el asalto militar marroquí al campamento. No fue precisamente para apoyar la versión oficial con la que el régimen de Mohamed VI, con la ayuda de sus aliados los Gobiernos de Sarkozy y Zapatero, ha intentado ocultar la verdad atribuyendo la revuelta a un sórdido contubernio manejado por islamistas de Al Qaeda conectados al Polisario.

El comité organizador del acto de Marrakech ha rechazado esta versión y ha cuestionado el informe de la comisión parlamentaria a la que el Gobierno de Rabat encargó una investigación de lo ocurrido. Como prueba de que Rabat ha mentido, los saharauis que hablaron en Marrakech se han declarado sin tapujos como los responsables del comienzo de la protesta. Dato importante, han lanzado una dura advertencia al régimen de Mohamed VI en un comunicado final: las causas que desencadenaron la protesta persisten y amenazan con conducir a «más tensión social y política» y, para desactivar el peligro, las autoridades deberían empezar por liberar a los detenidos.

El mensaje es claro en un momento en que todos los autócratas y dictadores, incluso más al sur del Sáhara, miran de reojo la ola del tsunami por si acaso cambia súbitamente de rumbo y les alcanza. Cada uno hace lo que puede para prevenir la llegada de la ola. Unos, como es precisamente el caso de Mohamed VI, saboteando las citas en Facebook para que no prospere el llamamiento a la explosión de la ira en su contra que ya se ha hecho para el próximo día 20. Otros, como es el caso de Abdelaziz Bouteflika en Argelia dándose prisa en eliminar motivos de disgusto con medidas como las que el pasado jueves han acabado con el toque de queda que llevaba vigente en el país desde hace 19 años. Pase que lo que pase, pues a Bouteflika también le amenaza una convocatoria de manis, a Obama, le ha gustado su maniobra acompañada por la solemne promesa de dar también mayor manga ancha a los partidos de la oposición.

Vamos, que no es momento, ahora que EE. UU. le ha advertido a los autócratas árabes que se acabaron las contemplaciones con sus métodos represivos, de sofocar posibles brotes de descontento popular como Mohamed VI hizo en noviembre en El Aaiún. De ahí que resulte difícil comprender esas informaciones que hablan de reuniones secretas entre el Frente Polisario y Marruecos y que, según se dice, podrían desembocar en la  implantación de un plan Baker II que los invasores alauitas rechazaron cuando se sentían fuertes.

Volviendo a lo de la reunión saharaui de Marrakech. La información sobre el evento fue recogida por varios medios marroquíes en lengua árabe que publicaron el texto del comunicado final. En estas crónicas se subraya que el encuentro fue el asunto de una sola tribu, los Ait Lahsen. Al enterarme de que entre los asistentes se encontraba Mohamed Fadel Alí Brahim, el antiguo funcionario de Hacienda en la provincia española del Sáhara del que ya hablé en este diario (leer aquí  y aquí), le pregunté si se trataba de una iniciativa tribal.

Me reconoció que, efectivamente, la reunión fue convocada por un comité integrado exclusivamente por gente de los Ait Lahsen pero, insistió, la razón de ello no tiene que ver con ninguna estrategia tribal sino con la pura dinámica de los hechos. Me contó que los Ait Lahsen, a los que él pertenece, forman parte de la tribu fronteriza de los Tecna que, como otros grupos saharauis, tienen parientes a un lado y otro de las fronteras del Sáhara. Su ubicación en torno al límite septentrional del territorio, les hizo sospechosos (ya en tiempos de la colonia española) de simpatizar en exceso con los sultanes alauitas. Tanto, que el propio rey Hassán II, padre de Mohamed VI, apostó por ellos cuando en 1991 movió ficha para inflar con supuestos simpatizantes de la anexión, el censo de votantes para el referéndum de autodeterminación que la ONU iba a organizar para el Sáhara: los parientes de Mohamed Fadel a los que la colonización había dejado del otro lado de la frontera, formaron el grueso de la avalancha de miles de colonos de lo que se llamó la Segunda Marcha Verde sobre El Aaiún.

saharauis1 Al final, el referéndum de la ONU no se celebró y estos Ait Lahsen llegados del sur de Marruecos, fueron relegados en una barriada de miserables chabolas de El Aaiún. De nada ha servido que reclamasen trabajo y, sobre todo, terreno para construir una vivienda digna porque en la ciudad no quedan fincas disponibles. La culpa no sólo es del desmesurado crecimiento que ha experimentado la ciudad sino, sobre todo, de la estrategia con la que los representantes de Rabat han pagado los servicios del que sí es su abnegado peón, el líder del Corcas, Jalijenna Uld Rachid. Por lo visto, las historias que circulan por El Aaiún sobre la codicia y amasamiento de riquezas de este oscuro personaje y su familia, nada tienen que envidiar a las que en Túnez alimentó el clan de los Trebelsi.

Hartos de la situación, esta comunidad de damnificados saharauis constituyó un comité de representantes que se encargaron de transmitir al Gobierno de Rabat un «hasta aquí hemos llegado». Como vieron que no se tomaban en serio sus demandas, se marcharon de El Aaiún a plantar las primeras jaimas de lo que pasó a ser el campamento de Gdaim Izik. Pronto se les unieron saharauis de otras tribus como los izarguiyin y los erguibats.

Mohamed Fadel no estuvo en el El Aaiún durante los días de batalla campal, aunque sí tiene parientes víctimas de la represión. Pero dice que, según lo que se contó en Marrakech, el tribalismo asomó en el campamento cuando el comité saharaui que negociaba una solución con las autoridades, rechazó la exigencia de que Jalijenna Uld Rachid apareciese como el responsable del final feliz. El acuerdo estaba a punto pero, el jefe del Corcas no sólo reaccionó empujando para que los marroquíes entrasen a saco en el campamento, sino que avisó a los suyos (erguibats) que estaban allí, dándoles la consigna que abandonasen el recinto. La buena noticia es que no le hicieron caso.

¿Y ahora qué? El comunicado de los Ait Lahsen dice que hay que seguir con lo que la represión sólo interrumpió. Exigen que se acabe con esa exclusión tribal que arrastran por ese injusto estigma de promarroquíes pero, dice Mohamed Fadel, sus planteamientos están abiertos para que, como en los campamentos, todo el que sienta que tiene que luchar por sus derechos, se una. Para que no haya dudas puso mucho énfasis en ello en su intervención en Marrakech y en una carta que envió a los demás asistentes días después. Para quienes quieran leer su texto, aquí lo tienen en este  enlace.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Ana Camacho, periodista, activista intelectual y física, de los derechos humanos, que también se puede leer en su página de internet, enarenasmovedizas.