la-naturaleza-del-hombre-a-la-luz-de-su-origen-biologicoSin Acritud…
José Manuel González Torga (18/12/2012)
Las hemerotecas guardan textos publicados a partir de amplias conversaciones periodísticas con el doctor Faustino Cordón, vgr. uno debido a Xavier Domingo y otro a Vicente Verdú. El primero de esos textos, en Cambio-16 (nº 320, de fecha 29-1-78, lleva como antetítulo «De Charles Darwin a Faustino Cordón» y, como título, «Un español revoluciona la Biología»; el segundo, sintetiza lo esencial en una frase: «La alimentación es la vida».

El obituario que dedicó al investigador el diario El Mundo ( 24-12-1999), con la firma de Javier Memba, concretaba, de pasada, entre los datos biográficos aportados: «La guerra sorprendió al joven Cordón empleado en el laboratorio de la Institución Libre de Enseñanza, ubicado en la Residencia de Estudiantes».

El diálogo que viene de la entrega anterior, emitido por las 70 estaciones de Radiocadena Española, en 1982, proseguía así:

– La Guerra Civil, sin duda, rompe la línea de su vida
La Guerra rompe la línea de mi vida; pero yo tuve la gran suerte de romperme ya formado. Es decir, yo había terminado la carrera, hacía dos o tres años, y estaba preparando oposiciones  a cátedra de Química Orgánica; conocía el idioma alemán -había estudiado alemán en el campo- sabía francés… Tenía ya una preparación que la Guerra me habría truncado si me hubiera cogido más joven.

– Se encarrilaba usted hacía la Ciencia
Sí, sí. Yo estaba estudiando para las oposiciones de Química.

En Paris, entregado al Arte
– Pero, anteriormente, según tengo entendido,  usted había tenido una cierta vocación artística
Yo tuve una cierta vocación artística, intensa además. No sé cómo se ha enterado usted de eso; ahora bien, es cierto. Estuve un año trabajando en Arte con una gran vocación. Pasé un año en París. Y en París estuve a punto de lograr un contrato  con un «marchand» muy importante. Es decir, que iba por un cierto camino; pero entonces me politicé porque me parecía que el mundo tenía que cambiar, que estaban las cosas mal. Tuve una pasión política juvenil y  entonces me pareció ridículo hacer Arte. Pasé por esas cosas, en las que hoy no creo. Hoy me parece que el Arte enseña al hombre a conquistar activamente su libertad; a cada uno, en la obra de Arte. Y me parece una actividad complementaria de la Ciencia. No tengo aquel prejuicio, pero a los 19 años lo tenía. Como soy enormemente exagerado -eso lo heredé de mi padre- y apasionado, lo dejé y me fui otro año al campo. Terminé lo que estaba haciendo porque soy ordenado y metódico y me daba lástima tirarlo y, luego, me puse a estudiar Ciencia  muy intensamente. Desde entonces, muy intensamente. Y no he vuelto a cultivar el Arte  para nada. Espere, sí. Le voy a decir a usted la verdad. He cultivado el Arte, después de casado, otro año. Tuve una casa grande, que heredé de un cuñado mío que se marchó a Estados Unidos, y nos pasamos a esa casa. Estábamos mi mujer y yo solos. Entonces tenía una habitación y me encerraba en ella, como si pecara, con llave. Y ahí estuve trabajando durante un  año, una o dos horas por la tarde. Nunca más. Luego, ya el trabajo científico  es para mí tan absorbente que no deja hueco para lo otro, que es igualmente absorbente, pues no se puede hacer un trabajo de creación artística sin una gran dedicación. De modo que sí; para mí aquello es una faceta pasada y hoy me parece pecaminosa. Hoy casi no me atrae.

– Usted estuvo encerrado también, contra su voluntad, en la cárcel y esto debió de ser una experiencia dura e importante en su vida
Pues mire usted, sí. Yo, cuando terminó la Guerra, era jefe de Armamento, en Madrid. Era muy joven y fue un cargo de responsabilidad, pero no tuve enemigos. Es decir, que lo hice honestamente, lo hice aplicando la ley, y, afortunadamente, no tuve enemigos. Por eso estoy aquí, naturalmente, porque si no, me podía haber pasado algo más grave. Entonces estuve encerrado año y medio -algo menos de año y medio- y esa época, para mí, es una época buena, no es una época mala. Yo la recuerdo  como una época buena, por una razón sencilla: porque, frente a un ambiente hostil, un ambiente muy grave, muy hostil, porque, naturalmente, habíamos perdido una guerra, y perder una guerra es una cosa un poco catastrófica. Y, en segundo lugar,  porque estaba la Guerra Mundial y la Guerra Mundial se estaba perdiendo en aquel momento… Bueno, los alemanes invadían Francia, invadían Polonia… Bueno, eran invencibles y eso, naturalmente, metido en una cárcel, angustia. Ahora bien, yo decidí resistir esa angustia desde el primer día, y decidí realizarme cofaustino-cordonntra corriente; y eso, cuando se hace, es muy bueno, cuando cada noche uno dice: «No, no, no me dejo vencer». Eso es muy bueno; es bueno, sencillamente. Yo tengo de ello un buen recuerdo. Creo que mi periodo de cárcel fue un periodo decisivo en mi formación. Conocía el  alemán y había hecho, incluso, asignaturas con libros alemanes; pero lo conocía imperfectamente. En la cárcel traduje una obra y dominé el alemán realmente. Me incorporé al alemán para el trabajo cómodo. Después aprendí inglés, aprendí italiano, hice el primer año de Ciencias Exactas y estudié, por primera vez, un libro de Anatomía y  Fisiología comparadas que, de alguna manera, me fue ya orientando hacia la Biología, que ha sido luego la ocupación de toda mi vida. Es decir, yo derivé ya, instintivamente, desde la Química hasta la  Biología.

Farmacéutico
– Creo que usted estudió la carrera de Farmacia
Bueno, yo  soy farmacéutico.

– ¿Entonces no existía la carrera de Ciencias Biológicas?
Sí existía; pero se denominaba Ciencias Naturales. Yo estudié Farmacia con la intención de hacer Química porque aquello era posible estudiarlo en el campo.

– O sea, que estudió por libre
Estudié completamente por libre. Estudié siempre en el campo, algo muy difícil. Hice la carrera en un par de años; pero la estudié por libre. Claro, yo quise resarcir a mi padre del esfuerzo que había hecho mandándome fuera y de la pérdida de esos dos años.  Y por eso me fui al campo y estuve trabajando en el campo bastante. Bueno, intensamente: dos años haciendo la carrera y otros dos preparando la cátedra. En ese tiempo tenía ya un bagaje, estaba hecho en cierta manera. Era, prácticamente, una persona orientada, con una voluntad científica clara, muy clara. Eso, en la cárcel, se desarrolla. Seguramente para mí fue una oportunidad muy buena, porque, claro, el disponer en ese momento de diez o doce horas diarias para uno mismo, es bueno. Y, además, en la cárcel -lo he dicho alguna vez- paradójicamente es en el único sitio donde he tenido respeto social, donde he sido respetado. En un sitio en el que todos los hombres están en igualdad de condiciones, todos desnudos, todos sin nada prácticamente, el respeto es una cosa agradable para el hombre. Tener estimación social se gana sin querer. Es decir, yo, cuando iba a barrer, siempre venía alguien y me decía: «No; tú estás trabajando todo el día. Yo barro por ti». Yo no lo aceptaba nunca, porque claro, si no, hubiera perdido el respeto. Yo barría; pero siempre había alguien que me protegía el trabajo. Entonces,  toda esa estimación es grata. Para mí, ese periodo de cárcel lo recuerdo pocas veces, porque tengo mucho que hacer; pero cuando lo recuerdo, no es un recuerdo trágico, es un recuerdo vivo. Es un recuerdo  de haber vencido una dificultad.

– Esta es la talla  moral, y humanísima, de un científico fuera de serie. De Faustino Cordón, con quien estamos en «Primer Plano», nuestro diálogo para los oyentes de Radiocadena Española. Quisiéramos, Dr. Cordón, que nos concretara, en relación con sus investigaciones, cómo es, a su juicio, escuetamente, el salto entre el mono y el hombre y cuál es ese fenómeno del eslabón perdido
Bueno, el paso del mono  al  hombre es un episodio en la evolución biológica. Un episodio más, un episodio ni siquiera de una enorme dificultad ni de una enorme trascendencia, porque, por ejemplo, el salto de la célula al animal es mucho más trascendente, más difícil, porque el animal está hecho por una enorme cantidad de células y esas células conservan su individualidad y, sobre ese conjunto de individualidades, se hace una individualidad de orden superior, que es el animal. Ese es un proceso más difícil de entender. Para mí ha sido mucho más difícil de entender y ocupa mucho más sitio en mi trabajo.

– Pero la aparición del hombre…
La aparición del hombre…

– … ¿No es un salto cualitativo?
No. Bueno, es un salto cualitativo; pero es un salto de un animal a otro. El hombre es un animal. ¡Vamos!, biológicamente, es un animal.

Con Monod, en un monasterio francés
– ¿Está usted de acuerdo con aquella idea de Jacques Monod, según la cual la vida humana es una especie de accidente en el Cosmos?
No; yo creo que la vida humana es la culminación de toda la evolución terrestre. No, no se puede decir un accidente. La vida humana se entiende por la evolución del Cosmos. Es el Cosmos entero el que pare la Tierra y la Tierra entera pare la evolución animal, la evolución biológica y, sobre la culminación de la evolución biológica, sale el hombre. No, no estoy de acuerdo con Monod, al que, por cierto, traté, conocí una vez. Estuve con él encerrado tres o cuatro días en un monasterio de Francia, donde hubo un coloquio científico. Nos invitaron a algunos. Comí con él en una mesa y era un hombre muy simpático físicamente.

– Pero, en lo científico ¿llegaban ustedes a puntos de contacto o mantenían  posturas encontradas?
Yo no discutí con él porque no era el momento de discutir. Se hablaba de temas generales. Yo no estoy de acuerdo con Monod.  Por ejemplo  su libro «El azar y la necesidad» me parece que es un libro erróneo. Vamos, lo digo sinceramente. Volviendo a lo del hombre, es el salto, ve usted, es la culminación de toda una evolución animal y es el paso de un animal a otro, cuya diferencia precisamente radica en la diferente alimentación.

nota-de-faustino-cordon-al-autor-de-la-entrevista– Estamos, señor Cordón, en el último minuto de nuestro diálogo, aunque creo que nos sabe a poco. ¿Cuál piensa usted que es o que será su aportación al mundo de la Ciencia? Muy brevemente
Bueno, eso no lo puedo decir. Eso sí que me es difícil decirlo. A mí  me parece que lo que estoy intentando es entender la evolución como un todo; es entender cómo los seres vivos proceden unos de otros, en función de toda la realidad. Es justamente el pensamiento contrario al de Monod. Cómo todo ser vivo, que es una unidad, es un foco de conciencia, está en cierto modo sostenido  por la evolución coherente de toda la realidad, directamente de la biosfera e, indirectamente, de todo el Universo. Ese es mi problema. Es decir, eso es lo que conduce la evolución en mi libro, éste del cual ha salido el primer tomo que es sobre el «Origen, naturaleza y evolución del protoplasma». Estoy escribiendo un segundo, que espero salga este año, y que trata del «Origen, naturaleza y evolución de la célula». El tercero será «Origen, naturaleza y evolución del animal» y, por último, abordaré el «Origen, naturaleza y evolución del hombre».

– ¿Cuándo podría estar ese último en la calle?
Pues, si tengo suerte, y cuento con la ayuda indispensable, dentro de cuatro años.

Espero que tengamos suerte, todos. ¡Muchas gracias, Dr. Faustino Cordón!