Javier Perote (1/11/2008)
Querida Sultana: He vuelto a leer el relato de tu terrible experiencia con la policía marroquí. En el mundo nasrani decimos que Dios no me mande todo lo que pueda resistir. Pero en tu mundo también se le pide al Todopoderoso que nos dé las fuerzas para resistir lo que Él quiera mandarnos. Pienso en la serenidad que irradia tu persona pasados tantos sufrimientos ¿no es extraño?; hasta sonríes.

Como otros que  antes que tú atravesaron  a «pie descalzo» el  reg del fuego,  has ocupado dignamente  el puesto que te habían reservado.  Pero, como los héroes de leyenda, antes había que superar todas las pruebas y a ti, para el final, te habían reservado la  del martirio. Lo has superado Sultana, con horribles sufrimientos pero lo has superado; Polisaria valiente. Otros antes que tú han pasado por lo mismo y algunos han perdido la vida como Hamdi Lambarki muerto a palos con la bandera en la mano en las calles de El Aaiún. También con él chillaban  sus verdugos: ¡a la cabeza, dale en la cabeza!; hasta que lo mataron

Yo no soy fuerte como tu y ni siquiera resisto la imagen de tu ojo posado en la mano y regado con la sangre que manaba de la cuenca vacía, ni la de  tus brazos rotos,  ni de la bota del policía aplastándote la cabeza contra el suelo. ¡Maldito sea!, como maldito sea el que te golpeó con tanta saña, y el que pedía que te reventara el otro ojo; maldito también; malditos todos, sus jefes, los políticos; malditos sean todos.  

Malditos nuestros políticos que  sabiendo todo esto  apoyan a esa monstruosidad feudal y teocrática. Dicen que defienden los intereses de España pero tienen la rara habilidad de hacer coincidir siempre los intereses de España con los suyos propios. Nunca nos preguntaron si queríamos  que la defensa de  nuestros intereses fuese a costa de rebajarnos a esos niveles de  abyección.

En cualquier Código Penal del Mundo, de las desgracias que puedan ocurrir a una persona secuestrada no sólo es responsable el secuestrador sino también los cómplices. En el caso del Sáhara, culpable de todas estas víctimas es Marruecos pero también quienes  ayudan activa o pasivamente al secuestro del Sáhara y a masacrar su población.

Cuando Felipe González volvió de su primera visita a Hassan II nos descubrió la nueva realidad de Marruecos, de la  que hasta entonces ni ellos mismos, los socialistas, se habían apercibido. Era un nuevo dogma que había que creer: el largo camino emprendido hacia la Democracia.  Nunca llegan.

Nadie ha comentado nunca en este país las atrocidades cometidas en los años de plomo contra la población marroquí y, con más saña si cabe, contra los saharauis. Como si eso hubiera ocurrido en otro planeta. Pero es la misma policía, los mismos jefes, los mismos torturadores,  y las mismas victimas: los saharauis. Y por nuestra parte los mismos políticos.

Ya existe la lista del oprobio con los nombres de los satánicos torturadores de Marruecos. En ella se encuentran también, todos mezclados, Felipe González,  Zapatero, Moratinos, Jerónimo Saavedra, Kofi Annan, Pérez de Cuellar, Butros Gali, etc.,  etc. Sin duda, la gente irá añadiendo nombres y razones para figurar con todo derecho  como cómplices en los sufrimientos del pueblo saharaui. 

Nada más Sultana, me despido con las mismas palabras con que terminaba la carta que te dediqué el 14 de noviembre del año pasado.

Sultana Jaya: altivo nombre el tuyo.  Sultana eres, pero  no  de azahares ni de  jardines, ni  tus cabellos se adornan con guirnaldas de flores, ni el murmullo  de aguas cantarinas entretienen tus oídos.  Tu mundo es otro; no hay mundo como el tuyo. No hay estrellas que tanto luzcan ni luna con tanto misterio y que tanto alumbre. Tu  horizonte es infinito porque eres de la estirpe de los halcones señores del desierto y, desierto, mar y cielo serán tu reino. Tu ya has vencido a la noche, hollarás las banderas enemigas y tuya será la victoria.  Sultana, ¡qué nombre para la victoria!  Sultana de la victoria.

Un beso,