Mi Columna
Eugenio Pordomingo (9/7/2006)eugenio-pordomingo
El ministro de Defensa confirmó la noticia que daban las agencias de información, acerca de la muerte de un soldado español y otros cinco heridos en Afganistán. La tragedia ha tenido lugar  en la localidad de Bakua, situada a 60 kilómetros al este de la ciudad de Farah, a consecuencia de una mina «anticarro», o vaya usted a saber…

Los soldados pertenecen a la BRIPAC (Brigada Paracaidista), y están  destinados en la base española de Herat. El soldado fallecido, Jorge Arnaldo Hernández Seminario, era, según la nota de Defensa, «de origen peruano». Con toda seguridad un inmigrante, que vio una oportunidad laboral en el Ejército, aunque mal pagada y con escasa proyección profesional.

Los soldados heridos son José A. Murías Pillado, cabo primero, Rubén Sánchez López, cabo, y los soldados Carlos Iván Macías Morán y Javier Rubio Bellot. De estos militares no se dice su «origen», con lo cual podemos adivinar que son «españoles», con auténtico pedigree hispano; o sea, de origen celta, godo, celta, romano, árabe…

El trágico suceso se produjo ayer por la tarde, sobre las 16 horas, de España, mientras los soldados realizaban «una patrulla rutinaria», según el ministro José Antonio Alonso. Como si en Afganistán hubiera algo rutinario, a menos que no sea recibir ráfagas de los temibles AK-47 (Kalashnikov).

En la actualidad, el Ejército español tiene destacados en la zona, unos 700 efectivos, integrados en la misión ISAF (Internacional Security Asístanse Force), de las Naciones Unidas, liderada por la OTAN. En esta fuerza, participan cerca de 9.000 efectivos de 36 países. Junto a los efectivos españoles, no hay duda alguna, participan también agentes del CNI.

España tiene a su cargo la Base de Apoyo Avanzada de Herat, aportando un Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT), así definido en términos militares, además de los efectivos bélicos encargados de defensa y ataque.

Desde el año 2002, 80 militares españoles han perdido la vida en Afganistán,  pero hasta ahora estas pérdidas -al menos eso se ha dicho-, habían sido debidas siempre a  «accidentes».

El pasado 28 de abril, el Gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero solicitó autorización al Congreso de los Diputados para incrementar los efectivos españoles con otros 150 soldados más. Tras obtener el respaldo de la mayoría del Congreso de los Diputados, el 12 de mayo, el Consejo de Ministros autorizó la ampliación del contingente militar destacado en Afganistán.

Muertos con talante
La mayoría de los españoles se preguntan ¿qué hacemos en Afganistán? Pero no obtienen respuesta. La Democracia parece que ha muerto o está gravemente enferma. Los gobernantes deciden a su antojo; ellos se lo guisan y se lo comen todo. Da la impresión que sólo nos llaman a rebato cuando hay que votar. Y a veces, como ocurrió en el referéndum del Proyecto de Constitución Europea, si el resultado es adverso a sus intereses, pues miran para otro lado y demoran implantar lo que ha decidido el pueblo, hasta que la ocasión les sea más propicia para actuar a su antojo.

Hoy, José Luís Rodríguez Zapatero, tras notificar su gabinete que asistiría a la Misa Papal en Valencia, y que también estaría en la despedida a Benedicto XVI,  pues resulta que no, que no ha estado en ninguno de los dos eventos, si se me permite la licencia para expresarme así.

A mi me da lo mismo que haya asistido o que no.  Pero nos da la impresión que los estrategas de La Moncloa así lo decidieron, tras arduos debates, con la mera intención de despistarnos.

De despistarnos se trata, pero no a nosotros, sino a todos los españoles. Ha sido un vulgar señuelo, como los que se emplean en cetrería. Mientras se habla del por qué no ha ido ZP a despedir al Papa; mientras los más díscolos insultan al Presidente del Gobierno -a veces hábilmente «animados» para alterar el orden-, o se enzarzan y entretienen atacando a ZP por su anticlericalismo, pues no se comenta nada de lo acaecido en Afganistán.

Hay que hablar de esas muertes, que no han sido con «talante», sino por apoyar a no se quién, ni por qué, ni para qué. En Afganistán no ha habido ninguna mejora, ni para implantar la democracia, ni para que el «talibanismo» deje de imponer sus fundamentalistas reaños,  ni para que haya más hospitales, ni para que las mujeres mejoren su presencia en la vida social de ese país, ni para nada de nada…

Bueno, sí, para que la producción de opio aumente y para que se aseguren las rutas de su transporte.

Ya estamos hartos de engañifas, de cuentos y de mentiras. Para ¿cuándo la gran manifestación en contra del Gobierno de Zapatero por meternos en esta guerra, autorizada o no, que me da lo mismo?


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