Otegui

España
A ntonino G. Gator  El Coyote (8/7/2006)
Para bien o para mal -caben valoraciones diversas- Sigmund Freud, es uno de los pensadores más influyentes del mundo contemporáneo. Sus observaciones ahondaron en el alma humana. Y su fuerza expresiva le permitió aclarar reacciones individuales y colectivas. Incluso recurriendo a imágenes mitológicas, surgidas, precisamente, en otros tiempos, para contribuir a explicar  enigmas del mundo.

A través del Eros y el Thanatos la interpretación freudiana conjuga impulsos contrarios aunque estrechamente vinculados.

El instinto de vida y el instinto de muerte, dos tendencias profundas inscritas en la psicología humana. Por una parte, la fuerza constructiva, positiva, generadora, reproductiva, representada por la deidad clásica del amor. En el polo opuesto, el vértigo aniquilador, autodestructivo; los cantos de sirena letales, cuya capacidad de seducción no debe minimizarse. Los instintos vital y mortal tendrían alguna similitud con los principios de acción y de reacción. Pero no se trata de fuerzas ciegas, signadas por la fatalidad. Salvo, según la antigua creencia, cuando los dioses ciegan a quienes quieren perder.

Social y políticamente también hay etapas que nos revelan el predominio de un principio o de su contrario.

Recordemos que la prolongada etapa autoritaria, surgida de la Guerra Civil, termina con lo que conocemos como el «hara-kiri» de las Cortes franquistas. Los procuradores del viejo régimen se autoinmolan como los samurais del milenario Japón. El óbito de Franco, en una cama de la Seguridad Social, en la Clínica de La Paz, determina el suicidio de quienes habían elaborado la legislación bajo su égida. Así la guadaña de la Parca dio paso a la transición política.

En vida de Franco, ETA había iniciado su culto a Thanatos con los atentados mortales que empiezan con representantes de las fuerzas de Seguridad y alcanzan su punto culminante con el magnicidio del almirante Carrero Blanco, presidente del Gobierno español, asesinado con su conductor y escoltas.

Amnistía para nada
De poco valieron las medidas de amnistía. ETA continuó su acción terrorista, concebida como una guerra contra España, hasta sumar más de ochocientas víctimas.

Ya Franco se equivocó evitando enfrentar, ante ese reto bélico, a las Fuerzas Armadas. En el mismo error caen los Gobiernos democráticos españoles, que no siguen la pauta del Gobierno británico, el cual manda al Ejército para intervenir en el conflicto de Irlanda del Norte.

Con Felipe González en La Moncloa se hace una apuesta de guerra sucia con el GAL. Más de lo mismo, aunque de signo opuesto.

El culto a Thanatos crece, sin encontrar una solución que corte el aluvión de violencia mortal. Con un agravante todavía. La legislación había implantado la renuncia institucional a la última pena. Algo que no encuentra paralelismo ni en los terroristas ni en los demás delincuentes. Hasta la legítima defensa resulta cuestionada en la práctica. El ciudadano normal vive peligrosamente, «velis nolis». Quedan, eso sí, dos tipos de privilegiados: políticos con escoltas oficiales y tiburones con protección armada mercenaria.

Y llegamos a la negociación, de tapadillo, con ETA, que termina aflorando con un cantable, con letra y música de los aberchales. Zapatero baila al son que le marcan los que segaron vidas con la Parabellum y la Goma-2. Aquellos que secuestraban, o que se hacían pasar por «los de la trifásica» para culminar la voladura que bautizaron como «Operación Ogro» y que asesinaron, con premeditación y alevosía, a un Miguel Ángel Blanco indefenso.

Ahora Zapatero trata de vendernos una paz claudicante, «como sea», de una España derrotada por unos terroristas a los que se ha renunciado a vencer porque ellos, con las víctimas que han producido, provocan la rendición. Pero eso lo pudo hacer cualquiera de los antecesores en La Moncloa. Sólo que el valor, que siempre se ha supuesto, ahora resulta que no existe.

Irak estaba en el País Vasco
Se equivocó, desde luego, Aznar, implicándose en una guerra, nada menos que en Irak,  cuando la tenía en casa.

Pero si grave fue aquello, lo de Zapatero es de hecatombe. Lastrado por el trauma de un abuelo militar, fusilado en la Guerra Civil; y pendiente de pasar por el diván del sicoanalista para enfrentarse con los enigmas del 11-M, Zapatero está en manos de Thanatos, que es lo mismo que decir en manos de ETA.

¡Qué poco tiene que ver Zapatero con el triunfador de Bailén y con nuestros guerrilleros de la Independencia! El país que derrotó al Gran Corso y a sus generales, da la espalda ahora a su Historia y a las víctimas del terrorismo, para entregarse con armas y bagajes. ¿Ante quienes se rinde? Ante Otegui, Yosu Ternera, Chapote y las coces asnales de algunos justiciables en una Audiencia Nacional declinante. Fungairiño plantaba cara al terror desde su silla de ruedas. Su minusvalía física albergaba el corazón de un luchador. ThanatosZapatero irradia destrucción. El desguace de España por unos «negociadores» a los que Francia ni se digna escuchar. Nuestro Eros genesíaco nos ha abandonado. Más allá del tufo a cadaverina de ThanatosZapatero, hemos de recuperarlo. En México se gritó ¡Viva Zapata! En España, para Zapatero, hoy por hoy, silencio sepulcral…