Eugenio Pordomingo (25/7/2007)
El dolor es difícil de explicar. Me refiero al dolor físico. ¿Cómo describir un dolor de muelas? ¿Cómo transmitir lo que se siente cuando nos acucia un cólico nefrítico? ¿Cómo explicar el dolor agudo, penetrante, de una patada en los testículos? Sobre el dolor de un parto, lo siento, pero no tengo la más mínima noción; aunque las féminas dicen que es el dolor más doloroso de los dolores.  Tampoco la tengo, a decir verdad,  sobre el dolor de muelas, ni el cólico nefrítico, aunque si algo de la patada en los testículos, pero en forma de «balonazo». Este es un dolor, muy fuerte, como si…Bueno, que duele mucho. Y, sobre todo, que dan ganas de estrujar al que lanzó, en este caso, la pelota (balón); que bueno, para que contar.

Pero hay otros dolores, más fuertes, quizás, que el del parto o el de la patada en los testículos. Y es el dolor de la rabia y de la impotencia. Es el dolor que nos produce la injusticia. El dolor de percatarnos lo poquito que somos al lado de otros. Y no me refiero a la estatura, que en mi caso no es para estar descontento, sino a la otra altura, y no a la «de miras», sino  a la que nos separa de esos que llamamos «poderosos».

Veamos. El viernes pasado me enteré a través de varios medios de comunicación, de que un juez, nada menos que de la Audiencia Nacional, que se llama Juan Del Olmo, había ordenado el secuestro de la revista «El Jueves». Nada más escuchar la noticia, se me vino a la cabeza el General Francisco Franco. ¡Pero, coño, si ya no vive! ¿Entonces qué habrá pasado para que secuestren «El Jueves»?

Subí el volumen, ya no se si de la radio o la televisión. El secuestro había sido por una viñeta, en portada, de una caricatura de los Príncipes de Asturias, «haciendo el amor».  Así, con esta frase tan cursi, no hay problema de que me secuestren.

Algunos medios de comunicación han considerado que la «postura era irreverente». No se, yo creo que es más o menos normal. Una variante de (piiiiiiiiii)…

Pero -después sigo con lo de la postura-, el auto dictado por el Juez ha sido a petición de la Fiscalía General del Estado (Cándido Pumpido), mediante el cual se ordena a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado «que procedan a retirar los ejemplares de la revista de los puntos de venta, así como que se desplacen a Madrid y Barcelona para hacerse con el molde del dibujo».

Insisto, el Caudillo ha muerto hace treinta y dos años. Pero en aquella época, recuerdo, se editaba «La Codorniz», «El Viejo Topo», «Hermano Lobo», «Índice», «Cuadernos para el Diálogo», «La Bicicleta»,  y, por supuesto, «El Jueves»

El Juzgado ha pedido a Albert Monteys, director de la revista que identifique a los autores de la caricaturas, que pueden haber incurrido en los delitos contra la Corona previstos en el Código Penal. Por ese «incurrir» les pueden caer penas de  dos años de prisión.

El quid de la cuestión, el leiv motiv de la portada, es que como Zapatero lanzó un órdago -copiado por cierto del programa del PP- ofreciendo en el Debate sobre el Estado de la Nación, 2.500 euros por cada niño que naciera a partir del mes de julio, pues eso, que los Príncipes de Asturias estaban (piiiiiiii) para conseguir ese dinerillo.

Hombre, la Fiscalía ha sido -si es que ha partido de ella el secuestro, que lo dudo- muy diligente. ¿Cómo es que no actúa así con ciertas publicaciones que animan al terrorismo? O contra aquellas otras en los que se ve a Jesús de Nazaret con María Magdalena, más o menos haciendo lo mismo que los Príncipes de Asturias. Y yo me pregunto ¿cómo no es tan diligente la Fiscalía ni los Jueces con esos «asuntos» tan complejos, en los que auténticos «capos» de la Mafia, salen de la cárcel por descuidos,  errores o por lo que sea? ¿Por qué la Justicia no es más eficaz con los bancos e instituciones financieras que blanquean dinero del narcotráfico? ¿Por qué no son más diligentes con los «casos» que el Tribunal de Cuentas nos informa sobre Ayuntamientos y Diputaciones, por ejemplo?

La verdad es que todos somos iguales, pero unos menos iguales que otros… Ya lo decía Shelley, «el poder como la peste  manchan todo lo que tocan…»