espacioseuropeos.com (19/2/2008)
La revista Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, despertaba al mundo con una noticia titulada: “Mensaje del Comandante Jefe”, en el que el mismo Fidel Castro comunicaba que dejaba el cargo de Presidente del Consejo de Estado. Pero, al parecer, mantiene sus prerrogativas como secretario general del PCC.
Tras dirigirse a sus “compatriotas”, Castro comienza así: “Les prometí el pasado viernes 15 de febrero que en la próxima reflexión abordaría un tema de interés para muchos compatriotas. La misma adquiere esta vez forma de mensaje. Ha llegado el momento de postular y elegir al Consejo de Estado, su Presidente, Vicepresidentes y Secretario”.
Después de mencionar el recorrido de sus cargos en la Cuba revolucionaria, Castro centra su mensaje en su estado físico: “Conociendo mi estado crítico de salud, muchos en el exterior pensaban que la renuncia provisional al cargo de Presidente del Consejo de Estado el 31 de julio de 2006, que dejé en manos del Primer Vicepresidente, Raúl Castro Ruíz, era definitiva. El propio Raúl, quien adicionalmente ocupa el cargo de Ministro de las F.A.R. por méritos personales, y los demás compañeros de la dirección del Partido y el Estado, fueron renuentes a considerarme apartado de mis cargos a pesar de mi estado precario de salud. Más adelante pude alcanzar de nuevo el dominio total de mi mente, la posibilidad de leer y meditar mucho, obligado por el reposo. Me acompañaban las fuerzas físicas suficientes para escribir largas horas, las que compartía con la rehabilitación y los programas pertinentes de recuperación».
«Un elemental sentido común me indicaba -continúa Castro– que esa actividad estaba a mi alcance. Por otro lado me preocupó siempre, al hablar de mi salud, evitar ilusiones que en el caso de un desenlace adverso, traerían noticias traumáticas a nuestro pueblo en medio de la batalla. Prepararlo para mi ausencia, sicológica y políticamente, era mi primera obligación después de tantos años de lucha. Nunca dejé de señalar que se trataba de una recuperación no exenta de riesgos”.
Su renuncia, según menciona el mismo Castro está basada en la “responsabilidad que requiere movilidad y entrega total que no estoy en condiciones físicas de ofrecer. Lo explico sin dramatismo”.
Sin abandonar añoranzas, “nuestro proceso cuenta todavía con cuadros de la vieja guardia, junto a otros que eran muy jóvenes cuando se inició la primera etapa de la Revolución”, se enfrenta al futuro: “la generación intermedia que aprendió junto a nosotros los elementos del complejo y casi inaccesible arte de organizar y dirigir una revolución. El camino siempre será difícil y requerirá el esfuerzo inteligente de todos. Desconfío de las sendas aparentemente fáciles de la apologética, o la autoflagelación como antítesis. Prepararse siempre para la peor de las variantes. Ser tan prudentes en el éxito como firmes en la adversidad es un principio que no puede olvidarse. El adversario a derrotar es sumamente fuerte, pero lo hemos mantenido a raya durante medio siglo”.
Su misiva de despedida como Comandante Jefe es esta: “No me despido de ustedes. Deseo solo combatir como un soldado de las ideas. Seguiré escribiendo bajo el título «Reflexiones del compañero Fidel». Será un arma más del arsenal con la cual se podrá contar. Tal vez mi voz se escuche. Seré cuidadoso. Gracias”.
Un futuro, como todos, incierto, en el que España debería tener un protagonismo político importante, en el que los intereses turísticos y de otro calibre, no lo contaminan. A Europa, por desgracia, no se le puede pedir nada, ya hemos visto la “política exterior” en el caso de Kosovo, que impulsa Javier Solana.