Alberto Buela (19/4/2008)

En homenaje a Claudio Díaz, quien hoy renunció a Clarín.

Un jubilado y lúcido profesor de filosofía de la Universidad de Buenos Aires me hizo llegar un reportaje en Perfil al «novelista, guionista de cine, filósofo y analista político» José Feimann cuyo título es: «El peronismo no tiene ideología»,.

Es conocida por todos la capacidad acomodaticia, en política, de este eminente pensador. Eminente porque le saca una cabeza a cualquiera de los mediocres intelectuales progresistas argentinos del momento.

Pero, ¿qué decir ante semejante título y afirmación taxativa? Lo mejor sería nada porque es una proposición indemostrable, arbitraria y subjetiva, de carácter «gorila» y antiperonista.

Pero, algo tenemos que decir, porque Feimann (en adelante José, así lo acriollamos un poco), según cuenta él, es el único filósofo argentino que recibió Kirchner cuando era presidente, y quien nos dice, que por ahí, con este comentario que hacemos, nos recibe a nosotros.

El razonamiento falaz de José, según sus palabras, es que: el peronismo no tiene ideología porque es un aparato político terriblemente pragmático constituido por personajes de tipo mafioso para nuclear poder, con lo cual da un salto indebido y  erróneo que va de la crítica a las personas (mafiosos que usan al peronismo) a negar contenido ideológico político al peronismo.

Mafiosos, oportunistas, corruptos hay en todos los partidos y movimientos políticos, puede ser que el peronismo los tenga en abundancia, pero de ello no se deriva la carencia de un sistema de ideas.

Esto de negarle entidad ideológica al enemigo es una táctica que viene de lejos, pues el marxismo y sus teóricos siempre le han negado contextura intelectual al fascismo: No es una ideología sino simplemente un sistema de acción, afirmó en forma reiterada Hebert Marcuse. Claro que con esta proposición obvió todo un sistema de ideas que arranca con Sorel, pasa por Pareto, Mosca, Giovanni Gentile, llega hasta Mussolini y termina en Giorgio Locchi.

Salvando la distancia, porque José no es Marcuse, pero hace el mismo razonamiento: el peronismo no tiene ideología solo quiere el poder para usufructuarlo para beneficio de sus dirigentes que son mafiosos. Y así se acabó toda argumentación. Peor aún, José no argumenta, pontifica en tanto que Papa laico de la izquierda progresista, con una afirmación de neto corte gorila y antiperonista.

Hablando en serio, si es que alguna vez podemos hacerlo con José, quien se toma a la chacota casi todo aquello que se encuentra en el mundo sublunar, decimos que el peronismo entra perfectamente dentro de lo que hoy se llaman «los comunitarismos». Es una ideología comunitarista, no es ni comunalista como quería el viejo y sabio Saúl Taborda ni es comunista. Es comunitarista.

Esto es, sostiene a lo largo de todos sus manuales de «doctrina peronista» y la media docena de pensadores lúcidos que tuvo, que la construcción de una comunidad organizada es el principio, fin y sentido de toda su acción política.

Así la idea de comunidad organizada es no solo un sistema social a construir (el peronismo quedó, hasta ahora, como una revolución inconclusa) sino también un sistema de poder. Como sistema social a construir sostiene que el pueblo suelto, aislado, atomizado del liberalismo no existe. Solo existe el pueblo organizado, que como tal se transforma en factor concurrente en los aparatos del Estado que le son específicos a cada organización del pueblo. Y como sistema de poder, sostiene que el poder procede del pueblo, que se expresa a través de las organizaciones de la comunidad (Org. libres del pueblo). Ni el poder procede del Estado, ni el pueblo delega su poder en las instituciones del Estado. Para el peronismo el poder se crea no se conquista como es el caso del liberalismo y del marxismo dos sistemas de ideas producto de la modernidad ilustrada y progresista.

Por supuesto, que todo esto a José le llueve, pues tiene un baño de lanolina ideológica, como los viejos nadadores de aguas abiertas, a quienes no les penetraba ni una gota de humedad. Pero el hecho cierto, el hecho bruto es que el peronismo es y ha sido siempre eso, más allá de los hombres que lo han conducido en sus distintas etapas.

Otra cosa son «los peronianos», los eternos vividores del peronismo, llenos de discursos con frases hechas y con un lenguaje hablado (muerto)  y no hablante (creador) como gustaba decir Merleau-Ponty. Que se han pasado la vida proclamando un discurso en el que afirman creer, pero que no llevan jamás a la práctica. En una palabra, adoptan un compromiso que no los compromete. Ha sido como el exitoso conductor de televisión Marcelo Tinelli, que vende un producto que él  ni su familia compran.

Esto, que los peronianos han usufructuado para provecho propio del peronismo (el ejemplo emblemático es el viejo Cafiero) es un hecho sabido, reconocido y comentado desde siempre dentro del peronismo, pero de allí no se puede colegir que el peronismo sea o peor se agote en estos personajes que José llama mafiosos.

Incluso el peronismo ha propuesto en más de una oportunidad cambios serios y profundos como lo fue transformación del espurio régimen liberal de la representación política (hay que recordar el trabajo de Evita con la creación de la constitución del Chaco) ¿Sabe acaso algo acerca de la reforma agraria en la Puna donde se le expropió a la familia Campero 3 millones de hectáreas para difundir entre 23.000 pobladores criollos de la zona? Pero claro, de eso José no sabe nada, su visión del peronismo está acotada a lo que sucede entre el río y la avenida Callao.

En definitiva, José tiene una visión y versión ilustrada acerca de la naturaleza del peronismo. Como dijera Hegel: nadie puede saltar sobre su tiempo y José no puedo saltar sobre sus lecturas, no pudo, finalmente, pensar con cabeza propia. Quedó atado a los prejuicios y preconceptos de lo que leyó.

N. de la R.

El autor se define como filósofo, mejor arkegueta (eterno comenzante).