Abaha (2/9/2008)
El presidente de la Republica de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, ha tenido una vez más la ocasión, que para eso tiene petróleo, de participar ante la Asamblea de las Naciones Unidas, donde llegó acompañado de «una alta delegación de su Gobierno«, según la web oficial.
Con todo el morro del mundo, Obiang no dudó un minuto en alertarnos acerca de la grave crisis alimentaria que padecen determinados países, especialmente africanos. Para él, para el sátrapa, esa crisis es debida a las «políticas neoliberales que se aplican desde hace más de cuatro décadas a escala mundial» y a la «liberación comercial, lo que ha permitido la invasión de los mercados africanos de productos alimenticios altamente subvencionados».
Con toda la geta del mundo, conocedor de que la mayoría de los que asisten a tan magna asamblea son más o menos del mismo pelaje que él, abogó «por una revisión de las instituciones de cooperación multilateral, un cambio de comportamiento de los que detentan el poder económico».
Tras pedir, como siempre, «concesión de créditos para alcanzar el desarrollo«, se comprometió a «seguir garantizando la paz, las libertades y la defensa de los derechos humanos y, que no hay necesidad de que alguien nos dé lecciones».
La crisis de África no se debe sólo a las «políticas liberales», ni mucho menos, sino a la corrupción y tiranía que imponen la mayoría de sus dirigentes y, cómo no, a los poderes fácticos occidentales que animan y fomentan esa situación.
Lo que nos duele, no son esas declaraciones de Obiang Nguema, ni tampoco que los asistentes a la Asamblea General de la ONU las coreen -algo habitual, ya que el protocolo exige el aplauso-, sino que la oposición no se rebele, no critique, no acuse, no haga…
Esperar a que otros, con planes de milenio o sin ellos, saquen las castañas del fuego a otros, ha sido siempre mala estrategia, y peor táctica. Mala, muy mal…