Mi Columna
Eugenio Pordomingo (24/8/2009)
El presidente del Gobierno de España, José Luís Rodríguez Zapatero, da los últimos retoques junto a la ministra de Defensa Carma Chacón, para enviar más soldados del Ejército español al polvorín afgano. De esta forma, Zapatero sigue al píe de la letra el diseño del presidente estadounidense Barack Obama.
Tras esta decisión -no compartida por la ciudadanía española- de mandar más tropas a Afganistán, no nos cabe duda que se encuentra el tan ansiado encuentro entre Obama y Zapatero.
Zapatero quiere ser recibido por el presidente estadounidense en la Casa Blanca lo más urgentemente posible. Cree Zapatero que con esa fotografía -los dos sumidos en un abrazo mediático- puede remontar la pérdida de imagen.
España, que sepamos, tiene desplegados en Afganistán más de 1.300 soldados, además de abundante material bélico (incluidos aviones no tripulados), y ha dejado sobre suelo afgano la vida de 87 militares (varios de ellos de otras nacionalidades, aunque encuadrados en el Ejército español).
El coste de vidas ha sido hasta ahora muy alto, al que hay que sumar la cuantiosa financiación que supone el despliegue de esas tropas. Material de guerra, salarios, desplazamientos, ayudas a supuestas ONG, servicio secreto, formación de tropas afganas, construcción de acuartelamientos y hospitales, etc., suponen un costo demasiado alto para nuestras escuálidas y endeudadas arcas.
Hasta ahora, los resultados obtenidos por el plan de Paz de la OTAN no ha dado resultados positivos ni se espera que los de. El talibán fue creado -nadie lo puede discutir- por Estados Unidos para expulsar a los rusos de Afganistán, pero su implantación (el talibán) no ha supuesto ni más libertades, ni más democracia ni mejoría en la economía; más bien, todo lo contrario. Las muertes por todos los conceptos (terrorismo, acción de las fuerzas internacionales, hambre y enfermedades) han aumentado de forma alarmante entre la población afgana. La organización Intermon Oxfam ha declarado poco antes de las elecciones que más de un tercio de los afganos se encuentran en grave riesgo de hambruna.
De las elecciones presidenciales de este mes, mejor ni hablar. Ya ningún medio de comunicación medianamente serio duda de los numerosos fraudes cometidos. Lo que si nos produce rubor es escuchar a la mayoría de los «líderes» mundiales elogiar al pueblo afgano por su valor al acudir a votar y por la alta participación. Vergonzoso.
Pero más vergonzoso aún es ver la actitud de ciertos sectores de la política y la ciudadanía española y europea, que guarda un silencio cómplice, arropado -sobre todo en España- con argumentos supuestamente ideológicos, cuando no por intereses crematísticos.
En Afganistán no se nos ha perdido nada a los españoles. Si el argumento que da el Gobierno de España para permanecer en el duro suelo afgano es el terrorismo, no hace falta que se vayan tan lejos nuestros soldados.
En Afganistán sólo se acude a apoyar a Estados Unidos y los intereses de determinadas multinacionales. Los que se afanan en defender las nuevas rutas de los hidrocarburos y el incremento en la producción de opiáceos sí que deben estar combatiendo por esos valores occidentales, pero no los españoles.