Mi Columna
Eugenio Pordomingo  (19/8/2009)eugenio
Tras el encargo que ha recibido el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) de vigilar los acuerdos de las dos Coreas, me han asaltado algunas interrogantes. Por ejemplo, ¿a quién transmitirá el CNI las informaciones obtenidas? A nosotros no nos cabe ninguna duda…

Esta noticia me ha hecho recordar lo que se comentó en una de  las ediciones de los Cursos de Verano que la Universidad Complutense celebra todos los años en la localidad madrileña de San Lorenzo  de El  Escorial. A  la que me refiero ahora -data de algunos años-  dedicó bastantes horas lectivas a la cuestión de los «servicios secretos» o de «inteligencia». Por cierto, yo nunca he sabido ni me he podido explicar por qué los llaman de «inteligencia».

Las intervenciones, entre otros, de Isser Harel, ex jefe del Mossad israelí, hasta la de Emilio Alonso Manglano, ex director general del CESID, pasando por Aline Griffith, Martini Fulvio, almirante italiano experto en la organización GLADIO, Leonard Perroots, ex director de la DIA (DefeFrancisco Martín Moren, José Ungría Jiménez, Tarradellas, once Intelligence Agency), todos ellos expertos en la materia, deleitaron a los alumnos ese verano con maravillosos cuentos de hadas acerca de las actividades de estos servicios. Aunque, como dijo Alonso Manglano, un diez por ciento de los efectivos de los servicios secretos españoles  se dedican a acciones operativas, según él, «las más delicadas y siniestras».

Cuando recuerdo esa frase se me congela la sangre en las venas…

El repaso de aquellas sesiones veraniegas en San Lorenzo de El Escorial, en las que se analizaron, entre otros, los sucesos acaecidos en la Unión Soviética, me ha traído a la memoria algunos otros relacionados con nuestra reciente historia.

A juzgar por las declaraciones de esos especialistas, las agencias  de información, los servicios secretos, sirven exclusivamente al Estado y  solo lo hacen en beneficio de la democracia y de la humanidad. Pero, ya sabemos que eso de confundir el Estado con los intereses personales es muy usual…

La realidad nos muestra que muchas de esas acciones de la «inteligencia»  lo son en favor de determinados grupos económicos y otras para el particular. En el caso de la Unión Soviética, los servicios secretos -ex KGB o cualquier otro- jugaban un papel fundamental, aunque su rol no esté muy claro. ¿Se diferencian en algo los golpistas rusos de aquellos del 23-F? Pues si y no; hay, eso sí, rasgos comunes en uno y otro intento golpista. Por más que, en el caso español no tenemos todavía idea de quién o quiénes fueron los inductores.  Todos sabemos o intuimos por donde «viene el aire»  en este caso, pero nadie habla.

En España, los orígenes de la llamada transición, coinciden con el auge de los servicios secretos de la mano del almirante Luis Carrero Blanco y del coronel José Ignacio San Martín, con la creación del SECED. Sus antecedentes se remontan al Servicio de Información de la Policía Militar (SIPM), creado en plena guerra civil en 1938 en la provincia de Burgos, bajo los auspicios del general de Estado Mayor Francisco Martín Moreno, aunque fue el osado coronel José Ungría Jiménez, el verdadero motor de su puesta en práctica. Del coronel Ungría se cuentan anécdotas que dan idea de lo intrépido de su carácter. Así, en plena guerra civil se entrevistó en Valencia, poco antes de la batalla del Ebro, con destacados mandos militares republicanos, disfrazado de coronel del Ejército francés, a fin de conocer los proyectos que tení el mando republicano; incluso se ha llegado a decir que mantuvo una entrevista con Juan Negrín.

Sede del CNI
Sede del CNI

 

 

Los servicios secretos españoles, sobre todo a partir de la creación del SECED, tuvieron cometidos muy destacados, y la mayoría de las veces desconocidos para el resto de los mortales. Los hombres adscritos a estos servicios tuvieron un papel muy destacado durante toda la transición política española. No hay que olvidar que estos servicios extendían su longa manu a todos los sectores de la sociedad: medios de comunicación, sindicatos, universidades y asociaciones de todo tipo, fueron su objetivo desde mucho antes de celebrarse las primeras elecciones generales de 1977.

Los golpistas españoles que urdieron el 23-F presentan algunos rasgos, en principio, diferenciadores con los soviéticos secretos al uso. En la URSS, por ejemplo, el intento de golpe de Estado, ha servido para desmantelar el aparato del KGB y del PCUS; mientras que en España fue, como dijo Josep Tarradellas, un «golpe de timón», que reorientó de alguna forma la vida sociopolítica española. En tanto que en la Unión Soviética ha habido represalias contra los que prepararon la trama golpista, en España nadie ha levantado todavía acta notarial de los verdaderos implicados, ni tampoco de los que se ofrecieron para codirigir el Nuevo Orden venidero. La omertá ha funcionado una vez más, y la mayoría, excepto los más incautos, casi todos gozan de las mieles del Poder y de las prebendas del Estado.

Algunos de los hombres del SECED que tuvieron por encargo infiltrarse en entidades sociopolíticas o ayudar a su creación, habían estado integrados en el equipo de GODSA (Gabinete de Orientación y Documentación), entidad societaria a través de la cual Manuel Fraga Iribarne, de paso que rechazaba las asociaciones políticas que ofrecía el «Espíritu del 12 de febrero», auspiciado por el entonces Presidente Carlos Arias Navarro, iniciaba su rentrée política a través de Reforma Democrática, grupo que más tarde se transformó en Alianza Popular.

Junto a los militares José Cortina, Florentino Ruiz Platero, Juan Ortuño y Javier Calderón Fernández -éste último fue cesado en 1989 como director de la Academia General Militar de Zaragoza- convivían en GODSA el que fuera concejal del Partido Popular Carlos López Collado, Imelda Navajo (ex directora de la editorial Temas de Hoy, y en la actualidad de La Esfera de los Libros), Ricardo Martín (asesor por entonces del ex ministro Joaquín Almunia), Javier Tezanos (hermano de José Félix, catedrático de Sociología y hombre que dirigió en la etapa de Felipe González las tareas de formación en el PSOE), y algunos otros más.

Allí, en GODSA, aparte de obtener información y analizar la situación sociopolítica, se prepararon los estatutos de Reforma Democrática y el primer programa político del incipiente grupo de Fraga.

¿Qué mano llevó a unir a todas aquellas personas en torno a GODSA? Es difícil saberlo; pero lo que sí es cierto es que no fue la mera casualidad, el albur o la chiripa. Parte de aquel equipo se lo llevó Fraga al ministerio de la Gobernación durante su corta e intensa etapa como ministro de  la «calle es mía». Etapa que para su sucesor Rodolfo Martín Villa no fue un ejemplo a seguir en ningún aspecto. Según el ex diputado de UCD y después del Partido Popular, después hombre de Jesús Polanco (PRISA),  las mejoras de tipo técnico y organizativo brillaron por su ausencia. En contrapartida, la «eficacia» de Fraga se apreció en otros menesteres. Según han testimoniado los periodistas Melchor Miralles y Ricardo Arqués, muchos de los «italianos ligados a grupos terroristas de extrema derecha, como Mario Ricci, Pier Luigi Concutelli, Mario Tutti, Elio Massagrande y Carlo Cicuttini comenzaron su colaboración siendo ministro de la Gobernación Manuel Fraga Iribarne«.

Fraga, en su afán por acceder al poder siempre se ha arrimado a los poderes fácticos a fin de congraciarse con ellos, obtener su beneplácito, aquiescencia y apoyo; y en aquellos días tan problemáticos de los inicios de la transición española ¿quién duda que el Ejército era uno de esos poderes? José María de Areílza, Conde de Motrico, ha dado testimonio de este quehacer fraguista, cuando juntos en el primer gabinete de la monarquía, Fraga se empecinaba en mostrarse un hombre duro, inflexible y de orden. Para Areílza lo que Fraga buscaba, deteniendo a dirigentes izquierdistas, era el apoyo militar a su candidatura como Presidente del Gobierno en el caso -como así sucedió- de que Arias Navarro dimitiera. Las detenciones de políticos, sin verdadero motivo, y la actuación represora de las fuerzas de Orden Público en aquellos días son para Areílza notas de conducta que Fraga trataba de obtener con objeto de reforzar su posición política en el caso de que tal dimisión se produjera. Pero los sucesos de Vitoria y Montejurra demostraron que Fraga no era el hombre que debía dirigir la transición española. Se había «quemado».

Pasado el tiempo, y tras ahondar en estos asuntos, he llegado a la convicción de que gentes cercanas al ahora senador popular, fueron las encargadas de que actuase así. Acciones como las que él ejecutaba venían bien para que después «otros» las enmendasen. No es nada complicado ni complejo, es labor de la «inteligencia».

Para Josep Tarradellas la fogosidad de Fraga, traducida en la represión indiscriminada que se llevó a efecto en esa etapa en el País Vasco y otros lugares, abonó los argumentos de ETA en «favor de la violencia como única salida». Es el mismo Tarradellas el que dejó escrito: «A partir de ese momento, ETA tuvo más adeptos que nunca, y pudo organizarse y prepararse para la escalada de los meses siguientes».

Los vaivenes de Fraga, unas veces intentando aparentar ser muy liberal y otras demostrando todo lo contrario, le propiciaron dos tremendos descalabros en las elecciones generales de 1977 y 1979. Conocedor de la influencia que EE.UU. estaba ejerciendo en aquellos momentos en España, requirió los servicios de Aline Griffith, Condesa de Romanones, y de José Ramón Lasuén, para tratar de mejorar su imagen en el país que se empezaba a vislumbrar como el gendarme del Nuevo Orden internacional. Posiblemente, Aline Griffith, que se ha declarado abiertamente como espía al servicio de la CIA, estaba ejerciendo también, en aquella ocasión, servicios al Gobierno norteamericano.

Pero no sólo el espionaje se utiliza para conocer los secretos más inescrutables de la nación enemiga o las andanzas diabólicas del demonio de turno  (ruso, estadounidense, islamista o talibán).

Manuel Fraga nos vuelve a brindar alguna ocasión más en la que, con su comportamiento, nos demuestra que las tesis acerca de que la mayoría de las veces las técnicas de pesquisa y atisbamiento se usan más bien en provecho propio o de grupos, que no en defensa de la Patria.libro-fraga

Según ha dejado escrito Martín Villa, en la etapa en la que el ex Presidente del Gobierno Adolfo Suárez dudaba en nombrar ministro de Interior a Juan José Rosón o al general Sáenz de Santamaría, no pudo olvidar sus recelos hacia el militar y recordó una interpelación que Fraga le hizo en el Congreso de los Diputados, donde, según testimonia Martín Villa, bien pudo utilizar datos que le había suministrado el que por aquellos días era jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil.

Otra muestra importante de esta utilización de las fuerzas de Seguridad del Estado en provecho propio nos la ofrece el siguiente dato: una revista publicó en 1985 que la policía había estado espiando para Fraga. Los datos estaban basados en una denuncia de la USP (Unión Sindical de Policía), según la cual el entonces subdirector de la policía, Joaquín Díaz Moreno, había encargado a funcionarios de las brigadas de información ciertos trabajos que después eran remitidos a Fraga. Esas actividades, según el mencionado informe-denuncia, se centraron con más intensidad entre los años 1976 y 1978. Eso sí, según los denunciantes la cuenta corriente de Díaz Moreno fue engrosada debidamente en un banco de Fonsagrada, provincia de Lugo.

Hay muchos más ejemplos que demuestran la utilización de los servicios de información en propio beneficio. Por ejemplo, ¿acaso no fue el coronel Juan Alberto Perote el que con su «muchachada» se dedicó a recoger videos indiscretos a la Rumania de Nicolau Ceaucescu que podían afectar a la  reputación de políticos españoles?, entre ellos a Narcis Serra, ex ministro de Defensa con Felipe González y ahora poderoso banquero. ¿Acaso no fueron los servicios secretos los que urdieron la presentación del libro «La Republica» de Antonio García Trevijano en el Paraninfo de la Universidad Complutense?  ¿Acaso no ha sido esa «inteligencia» la que se ha dedicado a «limpiar» la imagen de algunos «poderosos»?  Sanciones de tráfico, actas matrimoniales, grabaciones y videos comprometedores, fotografías, ADN y comparecencias públicas, han sido algunos de sus trabajos. 

Asuntos más serios, a los que, aparentemente, no ha dado respuesta la maquinaria de esa «inteligencia», ha sido el asesinato en octubre de 2003 del responsable del CSID en Irak a la puerta de su residencia en Bagdad, y la muerte de siete agentes del CNI acaecida pocos meses después y en la misma zona… También nos gustaría saber si actúan tratando de desvelar los entresijos de determinadas asociaciones marroquíes que lentamente se incrustan en nuestras instituciones -especialmente Ayuntamientos- haciendo acopio  de información personal de nuestros ciudadanos.     

Es ahí, en estos casos donde nos gustaría ver a los hombres de la «inteligencia» demostrar sus dotes, su capacidad. Ahí si que nos agradaría ver que los cuantiosos recursos que están en sus manos sirven para la defensa de los ciudadanos y en beneficio de nuestra comunidad. Con el cese-dimisión de Alberto Saiz  han desaparecido algunos problemas, pero no todos.

Pero, de todo esto seguiremos hablaremos dentro de poco…