España

José Manuel González Torga (19/6/2010)ec2b7-e
Pasados seis meses de la existencia de 3E, cuando llegó el periodo habitual de las reseñas publicitarias de juntas generales de empresas, publicadas con aplicación de la tarifa financiera, más cara que la general, las cuentas del periódico arrojaron un superávit momentáneo. La moral de quienes hacíamos el diario estaba muy alta. La tirada andaba por los quince mil ejemplares, con un alto porcentaje de suscripciones; la distribución alcanzaba unos determinados puntos de venta por toda  la geografía nacional y era escasa la devolución.

La organización propia del tema publicitario, sin embargo, era harina de otro costal. Durante una primera etapa, el periódico tuvo contratada una exclusiva de Publicidad, que no funcionó de modo  satisfactorio. En agosto de 1966 realizaría un informe el director de Publicidad, Melquiades García Molina, a los tres meses de la puesta en marcha de su departamento. En un párrafo aludía al problema que estaba tratando de superar, colocado directamente al timón: «Afirmamos y podemos exhibir cuantos testimonios se requieran, que, ante las Agencias de Publicidad, exceptuando las que tienen intereses comunes con la Empresa que ha tenido la exclusiva de publicidad de 3E, hasta la creación del Departamento de Publicidad y Relaciones Públicas, 3E no contaba como MEDIO a incluir en sus campañas…»

Con todo y con eso, la presencia del diario especializado en la vida pública iba en aumento. A finales de julio del 66,  en el programa «Rueda de Prensa», de TVE, entrevistan al secretario general de Tecniberia, José Antonio Trillo, los siguientes periodistas: Andrés Travesí, redactor-jefe de Abc; José Manuel Miner Otamendi, redactor-jefe de Madrid; José Manuel G. Torga, redactor-jefe de 3E; y Octavio Roncero, redactor de Arriba.

Cambio con la Ley de Prensa
Hasta la entrada en vigor de la Ley de Prensa e Imprenta, de 18  de marzo de 1966, 3E, como los demás periódicos de Madrid, enviaba, por motorista,  todas las pruebas de imprenta de su contenido al departamento del Ministerio de Información que ejercía la censura, para recibirlas selladas, una vez leídas por los funcionarios encargados de aquella dedicación ingrata,  al menos para los profesionales que pretendíamos dar contenido vivo al Periodismo.

En la tesitura de régimen de censura previa no hubo mayores conflictos para 3E, fuera de lo que resultaba normal: no tomar en cuenta alguna tachadura del censor de turno; algún intento de negociación para salvar determinada  noticia o un texto de opinión, matizando, en su caso, expresiones concretas; y hasta alguna pequeña argucia en uso, como enviar por separado partes de un todo, para diluir su contundencia, o trucos por el estilo.

Las cosas cambiaron con las  expectativas que abre la nueva ley, en cuanto anuncia mayores márgenes de libertad y suprime la consulta previa  obligatoria.

3E  había prestado atención a la Ley de Prensa que se gestaba, aplicando la óptica de Rómulo en su crónica parlamentaria. Ésta, al no ser cotidiana, seleccionaba temas de particular interés; así abordó el asunto en su «Dictamen para la Ley de Prensa e Imprenta».

El miércoles 16 de marzo de 1966, el periódico dedica su editorial a la nueva ley que va a ser alumbrada. Resulta bastante pacato, pero apunta de pasada: «…A veces, en la breve historia de 3E, tropezamos con obstáculos que más bien eran rémora de un hábito de silencio que, a Dios gracias, estaba finiquitando…».

Cuando llega el domingo, 10 de abril, con la ley ya en vigor, la primera página rompe su estructura fija para situar, por encima de la cabecera, una especie de lema alusivo a la nueva situación: «En la libertad, la verdad». En la oreja, a la derecha de la mancheta, con el calificativo de «Una fecha histórica», deja constancia de que el día anterior había desaparecido la censura previa. Item más incluye, con carácter excepcional, la llamada de un artículo del director, José Ramón Aparicio, con el paradójico título «La censura ha muerto. ¡Viva la censura!». En la tercera página firma, asimismo, una colaboración insólita Juan Aparicio, aquel personaje creativo, pero que había actuado como un pequeño Napoleón con la Prensa española algunos años atrás; no era colaborador de 3E, condición que, en cambio, sí se daba en su hermano, el médico y divulgador, Octavio Aparicio López.

A partir de esas ambigüedades, una dinámica diferente irá introduciendo tensiones por la deriva que tomarán ciertos contenidos del periódico, con el añadido de diversas circunstancias que afectarán a su trayectoria.

«Después de Franco ¿qué?feliz-cumpleanos-3-e
El 22 de abril de 1966, el propio director del periódico, José Ramón Aparicio, figura como autor de un artículo en 3ª página -anunciado en la 1ª por encima de la cabecera- y que se titulaba «Después de Franco ¿qué?». Era una pregunta embarazosa, por aquellas calendas, para formularla en letra impresa y con titulares llamativos en un periódico español. Aparicio anticipaba el texto de su comentario con una cita tomada del Chicago Tribune: «El Generalísimo Franco dice que su sucesión estará determinada por nuevas leyes ya en preparación». Metido en harina, el director de 3E trataba de hacer equilibrios posibilistas con párrafos como éste: «Una vez más los españoles no estamos de acuerdo sobre lo fundamental y tampoco lo estamos sobre lo que sucederá después de Franco. Y esto, que es grave desde el punto de vista político, es mucho más peligroso desde el punto de vista económico».

Al día siguiente la primera plana vuelve a lucir una llamada muy visible, haciendo descender otra vez la cabecera para preguntarse «¿A dónde va la economía española?». Añade la mención de síntomas alarmantes y, ya en la 3ª página, concreta el análisis crítico en un editorial; demanda un cambio de rumbo: «es de todo punto necesaria una auténtica corrección de las medidas restrictivas».

Nuevamente en primera página, el 1 de mayo, se brinda al lector un recuadro con texto editorial -que me correspondió redactar- cuyo título era «Empleo sin hombre». Denunciaba la parcial inoperancia del Servicio de Defensa de la Competencia, por carecer de director efectivo, después de haber transcurrido un periodo dilatado desde su creación y tener al frente a un interino, nombrado por una simple orden interna.

La línea del diario económico y financiero no sintonizaba con los tecnócratas del Gobierno. En ese sentido fueron surgiendo desencuentros de distinto género que abonaron la alejada situación de partida, derivada de la propia significación de determinadas figuras de la empresa.

Algunas incorporaciones de colaboradores, como Manuel Funes Robert o, en otro sentido, Diego Moreno Jordán, van contribuyendo a marcar el alineamiento crítico. Funes aportaba enfoques originales -sin pararse en barras por las imputaciones de heterodoxia- y, desde luego, muy distantes de la doctrina económica gubernamental; más tarde terminaría siendo expedientado como funcionario, aunque supo salir, jurídicamente bien librado. Diego Moreno, entró poco después en RNE  y, llegada la transición, estuvo con los socialistas.

El mero interés, continuado, por la EFTA, no resultaba del agrado del poder, que miraba sólo al Mercado Común, sin alternativas ni posibles atajos de tipo alguno. En cambio 3E, a finales de setiembre, llega a insertar dos editoriales consecutivos: «La EFTA, otra solución europea» y «Otra oportunidad para España». Hay que recordar que Portugal, con un régimen político paralelo al español durante muchos años, se había integrado en la Asociación Europea de Libre Comercio, mientras el Mercado Común no dejaba pasar de la sala de espera a un país con el sambenito de dictadura.

Los meses del verano fueron movidos para la marcha del diario.

Interinidad en la Dirección
En primer lugar, el dedo gubernamental señaló al director de 3E
y le debió de plantear una disyuntiva: o dirigía el periódico o continuaba como funcionario en activo en el Ministerio de Información y Turismo. Aquella atípica duplicidad hacía a José Ramón Aparicio muy vulnerable, sobre todo si el periódico se permitía, como  de hecho lo había ido haciendo en cierta medida, informar y opinar por su cuenta.

Lo cierto es que Aparicio fue nombrado delegado especial en la Comisión Interministerial para el Campo de Gibraltar, de nueva creación. El deber de residencia en el territorio de su destino le alejaba de Madrid, con lo cual cesó como director del diario económico-financiero, aunque permaneció como gerente del mismo.

Le sustituye el subdirector, Mario Rodríguez Aragón, en calidad de director a. i., es decir ad interim. Había de dar una nueva significación, más abierta, a la pesquisa informativa, a la vez que agudizaba el sentido crítico de las páginas de opinión. De todas maneras, la mano de Rodríguez Aragón ya se dejaba notar con  más nervio, antes de de que él figurase como director interino, porque había ido tomando, progresivamente, el manejo de las riendas; el apoyo al comercio hispano-cubano traslucía uno de su temas favoritos.

Alberto Míguez había desapare3e-y-portugalcido anteriormente, a raíz de la  publicación, en Paris, de  su libro «El pensamiento político de Castelao», con el cuño editorial de Ruedo Ibérico. Circuló el rumor, entre los colegas de la Redacción, de que Franco, dado su paisanaje gallego, detestaba de modo particular la significación política de Alfonso Rodríguez Castelao. En principio, Míguez se situó en ignorado paradero, con el fin de evitar las primeras reacciones oficiales, que terminarían llevándole al Tribunal de Orden Público.

En pleno ferragosto, 3E reproduce, a toda página, una especie de informe de la revista francesa de izquierdas Le Nouvel Observateur, con los siguientes títulos: «Un gobierno oculto. Los discretos socios del Club de Basilea tienen vara alta sobre todas las monedas del mundo occidental». Su autor era Jacques Mornand.

Series de Manuel Funes Robert y de Diego Moreno agitan las aguas de la polémica. El segundo suscitó una confrontación abierta con el presidente nacional del Sindicato del Olivo, José Navarro y González de Canales; éste era por entonces un peso pesado que desbordaba políticamente su significación sectorial. A la sede del periódico llegaron abundantes comunicaciones, postales, telegráficas y telefónicas para apoyar las tesis del periodista y las del empresario olivarero. Para rematar el debate hubo un editorial defendiendo la controversia habida, en aras de la mejor información para los lectores.

Otra polémica anterior con repercusión pública había girado en torno a los problemas económicos derivados de la transformación en alcohol de los excedentes de vinos.

La política comercial sobre la hojalata recobró actualidad, puesto que ya había tenido tratamiento en las primeras semanas de la vida del periódico. Presentaba intereses contrapuestos: los empresarios siderometalúrgicos presionaban para reducir la importación de esa mercancía a lo imprescindible, mientras los conserveros aspiraban a la reducción arancelaria en las importaciones con el fin de que los precios resultaran competitivos.

El 26 de octubre, un amplio editorial, en la primera página, con el título «La labor del Ministerio de Agricultura», ponía el dedo en la llaga, afirmando que, mientras todo el país «clama por profundas y urgentes reformas agrícolas, el Ministerio de Agricultura que, eso sí, se suma asimismo al común clamor, no encuentra el sosiego o el momento para empezar a realizarlas». Basaba esa opinión  en los tres únicos proyectos de ley, presentados, en el transcurso de diez meses, por el titular del departamento ministerial, Adolfo Díaz-Ambrona. Y que eran del  siguiente tenor: sobre autorización para enajenar el monte de utilidad pública Los Arenales, en la provincia de Alicante; sobre la regulación y conservación de la pesca fluvial; y sobre creación de reservas nacionales de caza.

Imagen exterior y tensiones internas
El periódico y su imagen iban afianzándose a buen ritmo, más allá de las incidencias surgidas. El 11 de noviembre, la primera página incluye, como «Testimonio gráfico», algo que, sin trascender la anécdota, aporta al diario un toque de icono. Algún escaparatista, en un establecimiento de la madrileña Carrera de San Jerónimo, situó, un ejemplar de 3E, que lucía su cabecera sobresaliendo de un elegante portafolios. El pié-comentario de foto, empezaba así: «3E en la calle, en el escaparate de la tienda lujosa, como símbolo del hombre de negocios, del mundo de las altas finanzas, de los cerebros rectores de la economía».

El 17 de noviembre, fecha del primer aniversario, el editorial «La tarea que realizamos» resalta, entre otras, una supuesta connotación del periódico: «Al carecer de pasado también carecíamos de compromisos de ningún género. Ahora que tanto se especula con la independencia de ciertos periódicos, 3E nunca tuvo urgencia en proclamar su ejecutoria de ella».

La viñeta de Kalikatres incluía una caricatura del Marqués de la Florida, presidente del Consejo de Administración de PEFSA, la firma editora de 3E, dispuesto a apagar la vela encendida sobre una tarta. Lleva por título un obvio «Feliz cumpleaños».

La procesión iba por dentro
Fuertes tensiones en el seno del Gobierno, entre los azules y los tecnócratas, habían alcanzado, con las ondas de sus réplicas sísmicas, a la dirección de 3E. José Ramón Aparicio contaba, entonces bajo la mayor confidencialidad, que el ministro Solís le había animado al hostigamiento, frente a políticas de sus colegas ministeriales del Opus Dei, llegando a ofrecerle cobertura para cualquier multa que pudiera sufrir como consecuencia de los hipotéticos expedientes que fueran incoados en aplicación de la Ley de Prensa. No aceptó porque, aun cuando compartía con Solís algunos puntos de vista, no quería hipotecar por sistema los criterios editoriales.

La lectura de las páginas del diario suscitaba reacciones de incomodidad en cargos ministeriales, que hacían llegar su disgusto a diferentes miembros del Consejo de Administración de PEFSA, provocando reacciones encontradas entre unos y otros.

Fueyo pone al nuevo Director
Al tiempo, el presidente del Consejo de Redacción, Jesús Fueyo Álvarez, que aspiraba a ser ministro de Educación, o del departamento que se terciara, se movió para lograr que resultara descafeinada la línea del periódico.

Fueyo lo consigue mediante el sistema de proponer el nombre para un nuevo director, que le es aceptado. Lo tenía en el Instituto de Estudios Políticos, con tareas burocráticas en la Secretaría general.

Ese nuevo director del periódico, que entra en funciones el 22 de noviembre, era Valentín Gutiérrez Durán. Su formación filosófico-teológica le había llevado, anteriormente, a desempeñar papeles doctrinarios desde el Ministerio de Información, con Gabriel Arias Salgado. Llegó a subdirector general de Prensa, con las atribuciones de la censura bien a mano.

torgaComo muestra representativa de las nuevas directrices en 3E, a mediados de diciembre, la información sobre el referéndum nacional para la Ley Orgánica del Estado, sobresale durante tres días seguidos, en la primera plana, uno de ellos con la cabecera a mitad de la página, y los titulares, con foto de Franco, por encima.

Desde el primer día, la tónica se vuelve oficialista y, para evitar cualquier posible  nota disonante, desaparece hasta el dibujo humorístico de Kalikatres.

 Gutiérrez Durán, carente de experiencia como periodista en medios privados y, por descontado, en lo referente a la información de economía y finanzas, fue recibido con sorpresa por la Redacción. Tampoco resultaba fácilmente comprensible  su designación, dada su ideología, sobradamente conocida, pero poco acorde con los nuevos tiempos, que hacían presumir apertura, al menos formal. La explicación estaba en el sesgo determinado para que el periódico no interfiriera, entre otros fines, aquellas pretensiones políticas de Fueyo. El nuevo director era rehén – sin reservas por su parte- de una maniobra para evitar cualquier cuestionamiento del poder desde las columnas del diario. Un giro de ciento ochenta grados para el cual tampoco Fueyo careció de asistencias en el Consejo de Administración.

Como consecuencia, nace una actitud de cierta prevención en una parte al menos del equipo redaccional. En esa tesitura, pasa a convertirse en la mano derecha  de Gutiérrez Durán, el hasta entonces redactor, José María Deleyto; al parecer compartían fuertes nexos ideológicos. Deleyto será el nuevo subdirector, mientras Rodríguez Aragón pierde esa categoría y se repliega a la de redactor-jefe, que conservaba en la plantilla.

Deleyto de la Rosa, nacido en Cuba y formado en España, era licenciado en Matemáticas y periodista. Había trabajado en  la revista El Español -como Gutiérrez Durán– que dependía del Ministerio de Información. Prestaba servicio en calidad de funcionario en el Instituto Nacional de Estadística, al tiempo que trabajaba en 3E, para el cual preparaba densos informes, basados en encuestas, y adaptados por él para el público. Como ya quedó dicho, era además cronista parlamentario.

En otro orden de cosas, 3E dejará ver cómo su trayectoria ascendente se trueca para iniciar una decadencia progresiva.