Mi Columna
Eugenio Pordomingo (21/7/2011)hambruna-en-somalia
«Estamos muriendo por falta de ayuda humanitaria inmediata. ¿Dónde está la ONU? ¿Dónde está el mundo musulmán? Por favor, venid en nuestra ayuda. Estamos sufriendo mucho. El mundo debe actuar para salvar nuestras vidas». Estas palabras las pronunciaba hace dos días una refugiada musulmana de raza negra y nacionalidad somalí,  desde el campo de refugiados de Dadaab. La mujer, excesivamente delgada, famélica,  pero con voz pausada y sin rencor, clamaba por una ayuda que no les llega, mientras ingentes recursos se desplazan a los escenarios bélicos de Afganistán o Libia, por ejemplo.

La mujer somalí preguntaba por el mundo musulmán, que no se hace visible para llevar un bocado a esos miles de niños hambrientos. Eso sí, ingentes cantidades de dinero llegan a Occidente para construir lujosísimas mezquitas y para adoctrinar contra el  infiel a masas de desplazados, que se han visto obligados a huir de sus países de origen en busca de mejores condiciones de vida.

La ONU, como es habitual en estos casos, ha declarado el estado de hambruna en dos regiones del sur de Somalia, a la vez que ha solicitado a la comunidad internacional más de 200 millones de euros para tratar de «salvar vidas». Por su parte, la  FAO ha reclamado 85 millones de euros para proporcionar ayuda a la agricultura en el llamado  Cuerno de África, que en la actualidad se ve azotado por una grave sequía.

Más de once millones de personas se encuentran a la espera de ayuda urgente en Somalia, Kenia, Etiopía y Yibuti. Casi cuatro millones de somalíes, la mitad de la población del país, son considerados por las instituciones internacionales, como actores de una «crisis humanitaria». Ese eufemismo no debe ocultar la cruel realidad: se mueren de hambre, sed y enfermedades.   

Con la esperanza de encontrar algún tipo de ayuda, miles de somalíes recorren kilómetros y kilómetros, tratando de llegar a los campos de refugiados de los países vecinos. Un millón de esos refugiados se hacinan en campamentos insalubres de Etiopía y Kenia. El mayor de ellos, es ya como una institución en los telediarios del mundo occidental, es el de Dadaab, el mayor del mundo.

La ONU, la FAO, UNICEF y decenas de asociaciones humanitarias confirman que alrededor de 1.000 millones de personas se encuentran en todo el mundo ante una situación de extrema pobreza, de hambruna para ser más exactos.

Muchos planes, muchos proyectos, todos ellos  con pomposos nombres, se diseñan cada año con el objetivo -supuesto objetivo- de acabar con el hambre en el mundo; pero la cruel realidad es que el número de hambrientos, de desheredados de la fortuna, crece y crece.