Manuel Funes Robert (11/8/2011)
El pasado 24 de junio el Estado de Nueva York aprobó la Ley de Igualdad Matrimonial, que permitirá la celebración matrimonios entre personas del mismo sexo. Sirvan las siguientes líneas como reflexión al respecto.
“Papa, me dicen en el cole y en un libro que cuando sea mayor me puedo casar con un con un chico o con una chica (..)Tengo amigos que tienen dos papas y dos mamás, ¿Por qué yo solo tengo uno?
Estas preguntas producirán indignación en los padres que no podrán enfrentarse con ellas con los argumentos válidos desde los tiempos de Adán y Eva. El rechazo y repulsa a los gobernantes que han alterado por ley la realidad antropológica humana será más viva e intensa que cualquier propaganda electoral. Pero desgraciadamente desde el momento en que Rajoy se ha mostrado dispuesto a asistir a una posible boda de un hijo suyo con un compañero descubrirá que no tiene alternativa y que tiene que aceptar el desorden que no se produce nunca en el reino animal.
Haberle dado categoría de ley a dicho desorden nos hace recordar a Hayeck, el ultra liberal a quien combato desde siempre pero que acertó cuando dijo: “La degradación parlamentaria consiste en que habiendo nacido para hacer leyes, creen que pueden convertir en ley todo lo que hacen y deciden”.-
La ley homo solo tiene de tal el nombre y su vigencia obligada ante la pasividad de una pléyade de juristas que no asimilaron bien lo que el gran maestro Federico de Castro nos enseñó en su Derecho Civil: “Es Derecho Positivo la reglamentación organizadora de la vida de una comunidad legitimada por su armonía con el Derecho Natural. Esta armonía es la que permite distinguir el verdadero derecho de los meros mandatos de la fuerza o de las ordenanzas de bandidos”. A su vez, el Derecho Natural hunde sus raíces y fundamentos en la Naturaleza, de modo que la contravención de sus leyes naturales no puede ser aceptada por el Derecho Natural y convierte a la ley que lo pervierte en mero mandato de la fuerza. Y con ello da razón a los teóricos del movimiento totalitario cuando decían “la democracia bajo el imperio del número estará en peligro de caer en lo peor”. Esto es así porque la incapacidad de definir claramente en muchos casos lo que es bueno y malo se abandona en democracia a la ley de la mitad mas uno, dando el salto de pasar y confundir lo cualitativo con lo cuantitativo.
La base de los Principios Generales del Derecho se manifestó quizá por primera vez en el siglo V a.c. cuando Sófocles, en su ANTIGONA se refiere a la ley dictada por Creonte, Rey de Tebas, que prohibía enterrar los enemigos muertos para que fuesen pasto de las fieras. Antígona, hermana de Polinice, uno de los enemigos de Creonte, se enfrenta al rey con esta frase: “Tú no tienes poder para ir en contra de las leyes eternas de los dioses, esas leyes que no son de hoy ni de ayer, sino de siempre y que nadie sabe cuando fueron escritas”.
Alejándonos del tema, pero no del fondo en lo que toca a las diferencias entre lo bueno y lo mano, Foster Dulles, Secretario de Estado con Truman, respondía así a los que le presionaban para reconocer a la China de Mao: “Una cosa es reconocer la existencia del mal y otra, abrazarlo como si fuera un bien. Nosotros reconocemos a la China de Mao, pero no con un embajador, sino con la Séptima Flota”.
El movimiento homo, amparado en su cantidad, quiere transformarla en calidad, intentando no solo enorgullecerse, sino acorralar y llamar anormales a los que no forman parte de su colectivo. Y una cosa es perseguirles y castigarles, como se hizo en el pasado y otra convertirlos en una posible faceta del orden natural.