España
Diego Camacho (2/11/2011)
Hace más de cuatro años que fue descubierto en los depósitos del Prado una pintura de Van Dick, gemela de otra existente en la National Gallery, y ni siquiera la han limpiado. Eso sí, montan exposiciones de pintura del siglo XX haciendo competencia al Reina Sofía, que es donde debería haberse ubicado. Quizás los actuales responsables de nuestra principal pinacoteca pretenden que esta pierda su naturaleza como museo de las colecciones reales de pintura y escultura, uno de los más importantes del mundo, para convertirla en un espacio temático. La pela es la pela. ¿Dónde están el Real Patronato y los Amigos del Museo del Prado?
La investigación llevada a cabo por el profesor Matías Díaz Padrón, sobre la estancia de Van Dick en España, culminó en el año 2007 con un descubrimiento que por su incidencia en la correcta catalogación de este pintor y en los fondos del Museo del Prado lo hacen el hallazgo más importante de los últimos años. Fue posible demostrar la autenticidad por dimensiones, calidad y técnica pictórica del retrato ecuestre del rey inglés Carlos I. Catalogado desde el legado de Fernando VII como una copia de taller o escuela y por lo tanto desestimado y olvidado en los depósitos del museo.
A pesar de la dificultad que supuso para su correcta valoración el estado de conservación de la capa protectora, fue posible comparar y equiparar su calidad y técnica con la pintura gemela y mejor conocida de la National Gallery de Londres. Así como realizar una revisión crítica de la documentación disponible para poder así descifrar la compleja trama de su historia externa. Ya había dado noticia con anterioridad de la gran calidad de este lienzo en su monumental tratado «el siglo de Rubens en el Museo del Prado» (1995) y también en su conferencia «Felipe IV y Van Dick» (2005). Después pudo unir al estudio analítico y estilístico realizado toda la documentación disponible sobre la colección de este monarca inglés que puso a la venta el Parlamento, después de condenarle al cadalso por traición en 1649, al instaurar la república.
Este rey de la dinastía escocesa de los Estuardo y contemporáneo de Felipe IV, intentaría primero, a instancias de su padre Jacobo I, una alianza con España (1623) cuando todavía era Príncipe de Gales al solicitar la mano de la infanta María, hermana del monarca español. Para lograrlo viajó de incógnito a Madrid en donde sería agasajado y rechazado al más puro estilo borgoñón por iniciativa del entonces todopoderoso Conde-Duque de Olivares. Después de fracasar en el intento buscó el acercamiento con Francia, también por medio de su matrimonio con Enriqueta María hermana de Luis XIII (1625).
La opción francesa también fracasaría, por el apoyo inglés a los hugonotes de la Rochela, aunque en este caso si conseguiría casarse con la princesa francesa, de la que viviría muy distante hasta el asesinato de su querido amigo el duque de Buckingham (1628), que sin duda fue el principal artífice de los descalabros que tuvo la política exterior inglesa en los primeros años de su reinado. Nada más subir al trono intentaría desquitarse del desaire sufrido en Madrid, ayudando a los holandeses en su guerra contra España y enviando una flota de noventa barcos y 10.000 hombres, al mando de lord Wimbledon, contra Lisboa aunque finalmente atacarían Cádiz. Expedición en la que perderían 1.000 hombres y 30 barcos.
El viaje a Madrid si bien fracasó políticamente si influyó en los gustos estéticos del rey inglés así como en su admiración por la etiqueta borgoñona de los Austrias españoles, dando lugar al inicio de una relación amistosa con Felipe IV. Pasarían años de distanciamiento y aproximación entre ambas Casas Reales, con intercambio de retratos de familia y en los que ambos reyes intentaron dar gato por liebre al más puro estilo de coleccionista sin escrúpulos. Del lado inglés enviando copias de taller con el visto bueno de Van Dick y del lado español con la pretensión de autoría velazqueña de los retratos enviados a Londres. Lo que explica la venida de Rubens a Madrid (1628) en el desempeño de la afición diplomática del pintor flamenco. Estas circunstancias pueden haber sido las causantes de la mala catalogación de la pintura y ser las que hallan confundido a los que han catalogado con anterioridad el cuadro de Carlos I, por considerar que era una de esas obras de taller intercambiadas por los dos reyes. Los momentos convulsos de la revolución y del cambio que supuso la dictadura de Cromwell serán los que faciliten la compra de esta y otras pinturas de la colección del monarca ajusticiado gracias a la necesidad de dinero que tenían en aquel momento los revolucionarios ingleses.
En la adquisición de estas obras tuvo un papel determinante el embajador español en Londres don Alonso de Cárdenas, cuya buena relación con los republicanos ingleses y el apoyo de don Luís de Haro, marqués del Carpio y sustituto en el valimiento del Conde-Duque, le permitirán culminar su misión después de la caída de la monarquía inglesa y lograr así la adquisición de pinturas de la colección real en competencia con los coleccionistas más importantes de Europa. Enviado como agente a Londres en 1631, fue embajador residente de 1640 a 1655. Su actividad por tanto se desarrolló durante casi todo el reinado del segundo Estuardo y en los primeros años de la republica inglesa. Sus instrucciones de adquisición se centraban sobre todo en la pintura italiana aunque las pinturas flamencas adquirieron pronto una importancia indiscutible, si bien se carecían de los estudios previos que poseían las otras.
El hallazgo documental de Díaz Padrón, se encuentra en la lista de obras que proponen al embajador para la colección del rey de España el 25 de mayo de 1654. La otra réplica de la pintura la adquirió Baltasar Gerbier el 21 de junio de 1650, cuatro años antes de confeccionar la memoria de la almoneda del rey inglés. De aquí que sean dos originales, no uno, los existentes con este motivo. Lo que por otro lado, es una práctica frecuente en la producción de Van Dick y más si se tiene en cuenta que eran retratos para su utilización oficial.
En la mencionada memoria consta «otro cuadro de más de cinco varas de alto y cuatro de ancho, poco más o menos, con el retrato del rey Carlos a caballo, de la mano de Van Dick. Tasado en 1200 ducados…este cuadro es lo mejor que hizo Van Dick…pinturas del rey más notables y de mayor estimación que se venden en los palacios de Somerset y Hampton Court«. Como es conocido que la réplica de la Nacional Gallery procede del palacio de Hampton Court, es lógico suponer que la que se encuentra en El Prado es la que procede del palacio de Somerset. Hay que resaltar que el precio es muy superior a otras pinturas de la memoria, solo superado por algunos de Tiziano, sobre todo si se tiene en cuenta que el retrato era menos valorado que las pinturas con temas históricos o mitológicos. Podría pensarse que la pintura de la memoria corresponde al conocido de la National Gallery, pero este ya había sido adquirido por B. Gerbier en 1650.
Ambos lienzos son muy próximos en medidas e idénticos en calidad estética, sentido del espacio y contenido iconográfico. De perfil y a caballo el rey va con armadura completa, destocado y con la bengala atributo del mando militar (moda española), guanteletes, collar de la Orden de la Jarretera y la medalla de San Jorge. El caballo, de raza española la más apropiada. Carlos I cabalga a trote lento al aire del passage de la alta escuela española de equitación que prevalece en los retratos de Felipe II (Rubens) y de Isabel de Austria (Velázquez). Van Dick logra así la más perfecta articulación entre caballo y caballero: inmóvil de rodillas a cadera y móvil de rodillas abajo y de cintura arriba, lo que permite la elasticidad del cuerpo adaptándose al caballo y sin perder la verticalidad. La fórmula utilizada para el retrato de Carlos I, según Díaz Padrón, está ligada a la tradición heroica de la Antigüedad, pero sobre todo al grabado de Durero el caballero la muerte y el diablo (1513). Es conocida la fascinación de Van Dick por Durero y la utilización de sus grabados como fuente de inspiración, en obras de juventud. La inclusión del escudero, como del bosque que contribuyen a dar prestancia al retratado, también se inspira en el grabado de Durero.
Sería deseable rescatar del olvido este retrato cuyo gemelo de la National Gallery centra el muro más amplio del salón del siglo XVII. La eliminación de los viejos barnices y excrecencias, desvelaría completamente la calidad de esta pintura que el parlamento inglés valoraba como: «lo mejor que hizo Van Dick«.