Cuando aun no se han destruido los archivos policiales del franquismo, hasta el punto de causar algún que otro sonoro incidente en las fronteras, opera en la sombra la construcción de un nuevo archivo más sofisticado, gracias a la tecnología de espionaje que fue una de las contrapartidas a la participación de Aznar en el Trio de las Azores. Este Dossier se compone de dos contribuciones: la primera, firmada por Daniel Ellsberg, y la segunda, por Alan Maass.
1) Daniel Ellsberg: ¿Los Stasi Unidos de América?
Según mi criterio, no ha habido en la historia norteamericana una filtración más importante que la publicación de material de la NSA [National Security Agency, Agencia Nacional de Seguridad] por parte de Edward Snowden, y eso contando decididamente los Papeles del Pentágono de hace 40 años. Las revelaciones de Snowden nos dan la posibilidad hacer que retroceda una parte clave de algo que ha sido equivalente a un «golpe ejecutivo» contra la Constitución norteamericana.
Desde el 11 de septiembre, se ha producido, primero secretamente pero cada vez más abiertamente, una revocación de la carta de derechos por la que luchó este país hace más de 200 años. Especialmente la cuarta y quinta enmiendas de la Constitución norteamericana, que salvaguardan a los ciudadanos de intrusiones en su vida privada por parte del gobierno no autorizadas judicialmente, se han visto prácticamente suspendidas. .
El gobierno argumenta que dispone de una orden judicial de acuerdo con la FISA [Foreign Intelligence Surveillance Act, Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera de 1977-78], pero esa orden inconstitucionalmente de envergadura proviene de un tribunal secreto, está protegida de cualquier supervisión efectiva, y se muestra deferente casi por completo a las peticiones del ejecutivo. Tal como dice Russell Tice, antiguo analista de la NSA: “Es una farsa de juicio con sello oficial”.
Que diga entonces el presidente que existe supervisión judicial es una estupidez, como lo es la presunta función de vigilancia de los comités de inteligencia del Congreso. No es la primera vez – como en los casos de tortura, secuestro, detención, asesinato por medio de aviones no tripulados y escuadrones de la muerte –que han demostrado estar concienzudamente cooptados por las agencias a la que supuestamente controlan. Son también agujeros negros para la información que la opinión pública desea conocer.
El hecho de que los líderes del Congreso «recibieran información» sobre este asunto y no hicieran nada, sin ningún debate abierto, ni audiencias, análisis de parte de su personal u oportunidad real alguna de disentir de modo efectivo, sólo demuestra lo inservible que ha quedado el sistema de controles y equilibrios de este país.
Evidentemente, los EE. UU. no son hoy un Estado policial. Pero dado el alcance de esta invasión de la intimidad personal, disponemos de la plena infraestructura electrónica y legislativa de un Estado así. Si hubiera, por ejemplo, ahora mismo una guerra que provocara un movimiento antibelicista a gran escala –como el que tuvimos en contra del conflicto de Vietnam– o, lo que es más probable, si sufriéramos otro ataque de la escala del 11 de septiembre, temería por nuestro democracia. Esos poderes son extremadamente peligrosos.
Hay razones legítimas para mantener secretos, y concretamente, secretos acerca de la inteligencia de comunicaciones. Por eso Bradley Mannning y yo mismo –que tuvimos acceso ambos a esa inteligencia con habilitaciones de seguridad que rebasaban la categoría de alto secreto – decidimos no revelar ninguna información con esa clasificación. Y esa es la razón por la que Edward Snowden se ha comprometido a detener la publicación de la mayoría de lo que podría haber revelado.
Pero lo que no resulta legítimo es emplear un sistema de protección de secretos para ocultar programas que son descaradamente inconstitucionales en su magnitud y potenciales abusos. Ni el presidente ni el Congreso en su conjunto pueden revocar por si mismos la cuarta enmienda, y esa es la razón por la cual lo que Snowden ha revelado hasta ahora era secreto para el pueblo norteamericano.
En 1975, el senador Frank Church se refirió a la NSA en estos términos:
“Conozco la capacidad que existe de hacer total la tiranía en América, y debemos vigilar por ello que esta agencia y todas las agencias que poseen esta tecnología operen dentro de los límites de la ley y de acuerdo con una adecuada supervisión para que nunca demos pasos sobre ese abismo. Ese es el abismo del que no hay retorno». [En el Comité Church de 1975, o Comisión de Estudio del Senado de los Estados Unidos para el Estudio de las Operaciones Gubernamentales sobre Actividades de Inteligencia].
La peligrosa perspectiva sobre la que nos previno era que la capacidad de la inteligencia norteamericana de recoger información –que rebasa cualquier comparación con lo que existía en su época predigital– «podría volverse en cualquier momento contra el pueblo norteamericano y no quedaría a salvo la intimidad de un solo norteamericano».
Eso es lo que ya ha sucedido. Es eso lo que Snowden ha denunciado con documentos secretos, oficiales. La NSA, el FBI y la CIA, provistos de la nueva tecnología digital, disponen de poderes sobre nuestros ciudadanos que la Stasi –la policía secreta de la antigua «república democrática» de Europa Oriental– no habría podido ni soñar. Snowden revela que la llamada comunidad de inteligencia se ha convertido en los Stasi Unidos de América.
De modo que nos hemos precipitado al abismo del senador Church. Ahora las preguntas estriban en si tenía o no razón en que podemos salir de él, y si eso significa que se hará imposible una democracia efectiva. Hace una semana habría considerado difícil argumentar con respuestas pesimistas a estas conclusiones.
Pero dado que Edward Snowden ha puesto en juego su vida para sacar a la luz esta información, con lo que es muy posible que haya servido de inspiración a otros con conocimientos, conciencia y patriotismo semejantes para que demuestren un valor cívico comparable –en la opinión pública, el Congreso y el mismo Ejecutivo– contemplo la inesperada posibilidad de que haya forma de salir del abismo.
La presión sobre el Congreso por parte de una opinión pública informada para que se forme una comisión del estudio que investigue las revelaciones de Snowden, y espero que de otros, podría llevarnos a someter a la NSA y al resto de la comunidad de inteligencia a una verdadera supervisión y control y recuperar las protecciones que ofrece la carta de derechos.
Snowden hizo lo que hizo porque reconoció los programas de vigilancia de la NSA como lo que son: una actividad peligrosa e inconstitucional. Esta invasión al por mayor de la intimidad de ciudadanos norteamericanos y extranjeros no contribuye a nuestra seguridad: pone en peligro las libertades mismas que tratamos de proteger.
Nota:
Daniel Ellsberg (1931), legendario activista de derechos civiles, se hizo célebre por haber filtrado en 1971 al New York Times los llamados Papeles del Pentágono, que revelaban la implicación de los Estados Unidos en Vietnam. Doctor en Economía por Harvard, es también conocido por la llamada paradoja de Ellsberg en el ámbito de la teoría de la decisión.
La traducción es de Lucas Antón.
Fuente: The Guardian, 6 de junio de 2013.
2) Alan Maass: EE.UU.: Espionaje global
El aparato de espionaje y de seguridad ha aumentado sus poderes bajo demócratas y republicanos en EE.UU. a costa de los derechos constitucionales de sus ciudadanos y violando los del resto del mundo.
La siniestra y secreta Agencia de Seguridad Nacional (NSA) ha sido expuesta a la luz del día gracias a las revelaciones de Edward Snowden, que demuestran hasta que punto el gobierno de EE. UU. espía masivamente a la gente en su país y en el resto del mundo.
El Guardian y otras publicaciones han publicado estas revelaciones que prueban la existencia de dos escandalosos programas de vigilancia, que han funcionado al parecer desde hace años, gestionados por la mayor agencia de espionaje, con el apoyo bipartidista de demócratas y republicanos.
Uno de los programas, llamado Prisma, ha permitido al NSA tener acceso a los sistemas de Google, Facebook, Apple, Microsoft, Yahoo, Skype y otras grandes compañías de Internet (1), permitiéndole conocer a su antojo todo tipo de información, incluyendo los historiales de acceso a páginas web, el contenido de los correos electrónicos, video-conferencias, envío de archivos, etc…
El otro programa le permite a la NSA conocer el historial de llamadas telefónicas de la mayoría de los usuarios en EE.UU. (2). Esta “metadata”, entregada por las grandes compañías de telecomunicaciones es almacenada en una gigantesca base de datos que los analistas del NSA pueden investigar como le venga en gana para obtener información.
En una entrevista con reporteros del Guardian (3), incluyendo el columnista de izquierdas Glenn Greenwald, Snowden describe lo fácil que le resulta al NSA violar nuestros derechos: “El NSA ha desarrollado una infraestructura que le permite interceptarlo todo. Con esta capacidad, la inmensa mayoría de las comunicaciones humanas pasar al archivo en bruto. Si quiero ver sus e-mails, o las llamadas de teléfono de su mujer, todo lo que tengo que hacer es usar el banco de datos interceptado y aplicar los programas de filtro necesarios. Puedo leer el contenido de los correos electrónicos, las contraseñas, historial de llamadas telefónicas, tarjetas de crédito, etc…No quiero vivir en una sociedad que hace este tipo de cosas…No quiero vivir en un mundo en el que todo lo que hago y digo es grabado. No estoy dispuesto a apoyarlo o vivir a su sombra”.
La administración en Washington ha reaccionado a las filtraciones de Snowden con un grito de alarma, y es fácil comprender porqué: las revelaciones sobre los programas de vigilancia del NSA son un choque para millones de personas que hasta la fecha no tenían la menor idea de que el gobierno de EE.UU. de manera rutinaria e informal viola sus derechos en nombre de la “seguridad nacional” y de la “guerra contra el terror”.
Además, las operaciones de espionaje del NSA han sido continuas –y pueden que se hayan acelerado- desde la Administración Bush hasta hoy en día, cuando ocupa la Casa Blanca un supuesto defensor de las libertades civiles, Barack Obama. Y ello es una prueba más, por si hacía falta, de que los dirigentes del Partido Demócrata están tan implicados como los del Partido Republicano en la utilización del aparato represivo del gobierno para defender los intereses del estado. Como escribe el analista de izquierdas Norman Salomon (4): “Las revelaciones de los últimos días son un tremendo desafío para el orden establecido: la guerra permanente exige aumentar el secreto y la proyección de poder, de manera que se acaba por identificar la gestión de la seguridad con una vigilancia orwelliana. En los más altos niveles hay algo más que rumores de pánico en un ambiente ya de por si enrarecido. No es solo la NSA la que ha quedado al aire; es la arrogancia represiva de la que hace gala la pirámide de poder”.
***
De las dos revelaciones más dañinas, el espionaje en Internet y los historiales telefónicos, es difícil decir cual es más peligroso y amenazante.
Las revelaciones sobre los historiales telefónicos se produjeron antes, en un artículo exclusivo para Guardian de Greenwald (5). Al parecer, Snowden le entregó un mandato del tribunal secreto creado por la Ley de Inteligencia y Vigilancia en el Exterior (FISA) que obliga a multinacionales de las telecomunicaciones como Verizon entregar al NSA, cotidianamente, los historiales de llamadas telefónicas en su red doméstica e internacional.
El mandato tiene una duración de tres meses, que acaban este 19 de julio, pero según la presidenta del Comité de Inteligencia del Senado de EE.UU., Dianne Feinstein (6), se extiende el mandato automáticamente, sin que lo sepan los ciudadanos. El mandato judicial filtrado por Snowden no lo dice, pero sin duda existen acuerdos similares a los de Verizon con otras compañías de teléfonos.
“En otras palabras”, resume David Cole en The Nation (7), “el gobierno federal barre para casa todos los historiales telefónicos, cada llamada que hacemos, sin base alguna de sospecha previa”.
El mandato judicial no permite que el NSA escuche el contenido de las llamadas, pero los historiales son, en muchos casos, más reveladores. Como escriben Ben Wizner y Jay Stanley de la American Civil Liberties Union (ACLU): “Incluso sin interceptar el contenido de las comunicaciones, el gobierno puede utilizar esta metabase de datos para conocer nuestros más íntimos secretos… los ‘a quién’, ‘cuando’ y ‘con que frecuencia’ de nuestras llamadas son más reveladoras que lo dicho en ellas. Las llamadas entre un periodista y un funcionario, pueden revelar una relación incriminatorias por si mismas”.
James Ball, del Guardian, señala otras ventajas (9) de esta recolección indiscriminada de los historiales de las llamadas telefónicas: “La recopilación y el almacenamiento de esta información otorga al gobierno poderes nuevos de los que carecía: una vigilancia fácil y retroactiva. Si las autoridades se interesan por un individuo en un momento dado, y obtienen su número, los funcionarios del NSA pueden repasar los archivos a la búsqueda de datos y reconstruir sus movimientos, redes sociales, y todo lo que haya hecho en Internet en el pasado”.
Aunque le pueda resultar sorprendente a la mayoría de la gente, información como los historiales telefónicos no están incluidos en la Cuarta Enmienda que defiende el derecho a la privacidad, de acuerdo con sentencias judiciales. En cualquier caso, la recopilación en bruto de “metadata” son un vuelco completo en los procedimientos habituales hasta ahora de investigación del gobierno: unos procedimientos que obligan a los fiscales o los agentes de la ley ha defender ante los jueces la necesidad de tener acceso a elementos de información concretos sobre individuos o grupos específicos.
De hecho, lo que el NSA dice es: vamos a recopilar todos los datos que tenga ahora y ya justificaremos más tarde la necesidad o no de examinar o utilizar parte o la totalidad de los mismos.
El programa Prisma del NSA para espiar en Internet es asimismo asombroso por su alcance e implicaciones. En este caso, Snowdon entregó a la prensa una presentación de Power Point de 41 páginas, que al parecer se utiliza en el entrenamiento de analistas de inteligencia sobre que tipo de información pueden obtener en Prisma.
La presentación se jacta de tener acceso a la información “directamente de los servidores” de las principales compañías de Internet, con el objetivo declarado de “la vigilancia en profundidad y amplia de las comunicaciones en tiempo real y la información almacenada”, según el Guardian (10). “La ley autoriza centrase en cualquier cliente o empresa fuera de EE.UU., o de aquellos ciudadanos de EE.UU. que se comuniquen con gente fuera de EE.UU.”.Por lo tanto, las comunicaciones entre ciudadanos de EE.UU. están en principio excluidas. Pero de nuevo, cuando de trata de respetar esta restricción, los agentes del NSA no tienen que responder tan siquiera ante el tribunal secreto de la FISA. Y con Prisma pueden mirar no solo los historiales de llamadas, sino también conocer su contenido.
Las compañías informáticas niegan que permitan al NSA acceder a sus servidores para espiar. “Si lo hacen, es sin nuestro conocimiento”, declara uno de sus directivos al Guardian. Pero la presentación sobre el programa Prisma afirma que no solo es potente, sino que lo es cada vez más.
N. de la R.
Este reportaje se publica con la autorización de SinPermiso.
Noticias relacionadas:
Etiquetas:
11-M, 11-S, Agencia Nacional de Seguridad, Alan Maass, American Civil Liberties Union, Apple, atentado Torres Gemelas, Aznar, Ben Wizner, Bradley Mannning, CIA, CNI, Comité Church, Daniel Ellsberg, Edward Snowden, embajada de Ecuador, espionaje de Estados Unidos, Espionaje global, Facebook, FBI, Glenn Greenwald, Google, Harvard, Internacional, James Ball, Jay Stanley, Julian Assange, Londres, Lucas Antón, Microsoft, National Security Agency, New York Times, NSA, programa Prisma, Reino de España, Russell Tice, senador Frank Church, SinPermiso, Skype, Stasi Unidos de América, The Guardian, Trio de las Azores, Vietnam, Washington, Wikileaks, Yahoo