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espacioseuropeos (14/10/2014)
Tras la caída en desgracia de Alberto Saiz como máximo responsable del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), fulminado en 2009 por el entonces Gobierno socialista tras revelarse que financió actividades privadas con fondos públicos, parecía que su sucesor en el cargo y actual jefe de los servicios secretos, el general Félix Sanz Roldán, iba a ser capaz de enderezar el rumbo de La Casa y poner fin a los abusos y errores del pasado, entre ellos la ceguera para detectar la amenaza islamista del 11-M o la muerte de siete agentes en Irak por una sucesión de negligencias. Pero algunos de los vicios del pasado no sólo se mantienen vivos, sino que se han agravado. El peor de ellos, el nepotismo.

Según el Estatuto del Personal del CNI, aprobado el pasado año, los agentes y ex agentes del servicio de inteligencia están obligados de por vida a guardar secreto de sus actividades. Pero, en contadas ocasiones, el malestar acumulado por los supuestos excesos o arbitrariedades de la dirección impulsa a algunos a saltarse esa norma.

Por ejemplo, para denunciar que el enchufismo se ha convertido en un mal endémico del CNI. Más del 75% de su plantilla -integrada actualmente por 3.500 funcionarios- la forman agentes contratados con el aval previo de un pariente o allegado de La Casa, bien en activo o antiguo miembro del servicio de espionaje, según aseguran a El Confidencial fuentes muy solventes.

El nepotismo fue, precisamente, una de las razones -aunque no la principal- que contribuyeron a acabar con la carrera política de Saiz, un ingeniero agrónomo sin la menor experiencia en asuntos de inteligencia que llegó al CNI en 2004 de la mano del entonces ministro de Defensa, José Bono, a cuyas órdenes había trabajado en la Junta de Castilla-La Mancha.

Saiz no sólo pagó con fondos públicos del servicio secreto safaris en África y jornadas de pesca en México, además de obras en su vivienda particular, sino que metió en el CNI a tres de sus sobrinos. Entonces, la contratación de familiares y amigos era «muy preocupante»; hoy es «escandalosa», según sostienen las fuentes consultadas.

El nepotismo fue, precisamente, una de las razones que contribuyeron a acabar con la carrera política de Saiz, un ingeniero agrónomo sin la menor experiencia en asuntos de inteligencia «Nepotismo, enchufismo, cooptación, endogamia… Lo podemos llamar como queramos, pero es el cáncer del CNI», aseguran las mismas fuentes. «El argumento oficial es que, de esta forma, se contribuye a minimizar los riesgos a la seguridad y las posibles fugas de información. Pero es un argumento falaz. No se selecciona a los mejores, sino a los que tienen mejores contactos. Hay casos gravísimos, como el del primer magistrado del Tribunal Supremo que tuvo la potestad de autorizar operaciones del CNI que afectan a derechos fundamentales de los ciudadanos, como el secreto de las comunicaciones, y que colocó a una hija en el centro».

«Ni a la hija del magistrado, ni al nieto del general ni al sobrino del alto cargo se les va a pedir que se infiltren en un grupo islamista o se les va a destinar a una estación sensible del CNI, como pueda ser Argelia o el África subsahariana», argumentan las mismas fuentes, que, por razones obvias, se ocultan tras el anonimato. «Actualmente, y este es otro de los graves problemas del centro, apenas un 10% del personal puede ser considerado realmente operativo, es decir, agentes de campo que, por ejemplo, dominan el árabe o tienen capacidad para infiltrarse en un grupo hostil, detectar sobre el terreno una amenaza para la seguridad nacional, hacer seguimientos y penetraciones o poner micrófonos ocultos».

El resto del personal del CNI, según esas fuentes, lo forman una legión de burócratas, es decir, agentes que rastrean fuentes abiertas en internet, altos mandos y personal auxiliar. «Por eso, y porque tenemos grandes carencias técnicas y tecnológicas, dependemos mucho de la información que nos suministran nuestros primos, las agencias de seguridad e inteligencia de EEUU», añaden las fuentes consultadas.

La Casa la conforman 3.500 empleados, el 90% de los cuales realiza labores burocráticas. La descoordinación entre el CNI y las Fuerzas de Seguridad del Estado es cada vez más preocupante

«Esas limitaciones obligan al CNI a confiar más de lo necesario en la información policial o de la Guardia Civil, que es muy diferente de la información de inteligencia.


La descoordinación entre el CNI y las Fuerzas de Seguridad del Estado no es nueva, pero cada vez resulta más preocupante, justo cuando España se ha convertido no ya en una zona de paso, sino en una auténtica autopista de militantes islamistas que van del norte de África al centro y norte de Europa, y en sentido inverso. Y muchos se quedan en nuestro país»
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Alberto Saiz, ex director del CNI
Alberto Saiz, ex director del CNI

El CNI no amplía su plantilla mediante convocatorias públicas de selección de personal. A través de su página web permite que cualquier potencial candidato envíe su curriculum, y los que superen esa primera criba pueden ser posteriormente convocados a realizar nuevas pruebas eliminatorias. Pero esa vía de acceso al servicio secreto supone un porcentaje ínfimo sobre la cifra total de incorporaciones; la principal, según las fuentes consultadas, sigue siendo la recomendación. «Es una falsedad y no tenemos nada que decir al respecto», dijo ayer a El Confidencial un portavoz oficial del CNI.

El mandato del general Sanz Roldán, que ocupa la dirección del CNI desde 2009, tras la defenestración de Saiz, fue prorrogado el pasado mes de julio por otros cinco años, aunque el Gobierno siempre se reserva la potestad de revocar su nombramiento antes de que concluya ese periodo. Tras la llegada de Mariano Rajoy al poder, en 2011, el CNI dejó de estar adscrito al Ministerio de Defensa y pasó a depender de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.

Fuente: El Confidencial.