Sin Acritud…
A.L. Martín (1/9/2023)
Nosotros, los homínidos, somos fruto de una evolución que avanza, retrocede o se extingue. Siendo justos, hemos de afirmar que somos una aberración no absoluta: el gris existe: nos movemos en la mezcla de psicopatía y esperanza.

Tenemos el deseo de superar nuestra propia psicopatía, en sus diversos grados e intensidades, nuestros desequilibrios y angustias: nuestra propia evolución cerebral que nos domina. Y junto a ésta, nuestra consciencia real, existente y no encontrada.

Como si tuviéramos dos bandas de radio: AM y FM. Poseemos el deseo irrefrenable de ser otros: reconducir, por nosotros mismos,  nuestra propia evolución aberrante.

Creamos el Estado, después del enorme período paleolítico del clan y la tribu. Aquello no era el paraíso. El paraíso no existe pero es cierto  que con el Estado se acrecienta y explosiona la psicopatía, esa fiel y negra compañera natural que goza en el barro de las riquezas y el poder, en la competitividad sin límite alguno. Y con el Estado explosionan las soberanías que toman el disfraz del bien común, del idioma propio, de las tradiciones propias y lo nacional: la psicopatía es experta en manejar la mentira para apropiarse de dinero y poder, del esfuerzo ajeno y de los verdaderos sentimientos de comunidad.

Pese a todo este homínido manipulado por sí mismo y por otros, cada vez de forma más eficaz y brutal, sigue manteniendo esa esperanza que está en su consciencia, ese deseo de desprenderse de las tinieblas contra el muro de la realidad.

Genocidios, guerras, hambre… Si cualquier Estado o semiestado quiere ser soberano, se vestirá con la moderna armadura del arma nuclear frente a los otros. Así su psicopatía fruto de la evolución podrá defenderse de los otros Estados. O caerá en servidumbre.

Algunos seguirán en su esperanza, en la extirpación  de la mutación terrible.

 


Etiquetas:
, , ,