España
Alejandra Durrell (4/6/2010)club-bilderberg
Desde el pasado jueves están recalando en España los mandamases mundiales -yo así lo creo-, que se alojan y reúnen en el Hotel Dolce, en Sitges (España). Los invitados son los de siempre, los poderosos: magnates, financieros provocadores de crisis, la Reina Sofía de España y el presidente Zapatero, que, como era lógico, tenía que endilgarles su retahíla de recetas contra la actual situación.

No se la razón, pero este aciago año de crisis se le ha dado mucho bombo a esta reunión. Mi olfato me dice que algo puede pasar. No se han visto las insultantes limusinas, y los medios de comunicación no hacen más que hablar del Club Bildelberg y a los antisistema los tienen acogotados para que no se expresen en libertad.

A los que ahora se reúnen los llaman líderes mundiales, la verdad es que no acabo de entender la razón, pero ya se sabe que los de a píe no entendemos muchas cosas, por eso estamos como estamos. Como son líderes mundiales hay que protegerlos -señal inequívoca de que no son muy queridos- y para eso y por eso, la Generalitat de Cataluña y el Estado español han dispuesto de cuantiosos y eficaces medios de seguridad para que se sientan más cómodos que los abogados de ETA, a los que el ministerio de Interior ha recomendado a la Guardia Civil que los trate de manera exquisita. Mossos d’Esquadra, guardias civiles, policías nacionales y agentes del CNI se encargan de hacer más espectacular este cónclave del poder.

Entre 500 y un millar de efectivos, ¿se dice así?, están destinados a proteger a esos líderes mundiales de las iras de los pobres. No va a quedar alcantarilla ni tejado sin vigilar, ni paquete sospechoso sin revisar. Son gentes muy valiosas y el planeta pende de su seguridad. Si a ellos les ocurriese algo, ¿qué sería de nosotros, pobres mortales?

No sabemos con certeza quién se va a hacer cargo del elevado costo del alojamiento en el Hotel Dolce, ni de los ágapes, copeteo y otras cosillas de las que seguro que no se privarán, aunque nos lo imaginamos.

La seguridad corre a cargo del erario público español. O sea, que la pagamos usted y yo, todos. Ellos a barra libre.  Se dice que el evento nos va a salir en más de un millón de euros, sólo en seguridad, más todo lo demás.

¡Si es una reunión privada, que la paguen ellos, coño!