España
José Manuel González Torga (1/8/2011)

Edén Pastora
Edén Pastora

Del Golfo de Guinea, en el África exuberante, a la América Central, el entrevistado efectuó un gran salto. El escenario cambiaba mucho y en muchos sentidos. Las dimensiones geográficas contaban con otra amplitud. Ya no era un pequeño país, descolonizado en la segunda mitad del siglo XX, sino un mosaico de naciones, relativamente jóvenes; pero con bastante más rodaje en su independencia de la España histórica.

El destino del agente de Inteligencia resultará, obviamente, más complejo, aunque la experiencia adquirida en sus cometidos anteriores, le permitirá, en buena lógica, acometer, con otra soltura, las dificultades crecientes.

P.- ¿Cuál era el momento político en la zona, cuando te haces cargo (1984) de las correspondientes funciones desde Costa Rica? -le pregunto a Diego Camacho
R,-
Soy el primer y único agente destinado a Centroamérica por el Servicio de Inteligencia, cuando la zona se convierte en prioritaria para el gobierno. En Nicaragua los sandinistas ocupan el poder, después de la caída de Somoza, mientras que los EEUU, desde la llegada al poder de Ronald Reagan en 1981, apoyan a los diferentes grupos de guerrillas existentes, «la Contra», que combaten a los comunistas. En ese tiempo de lucha entre la guerrilla y los sandinistas se inicia un proceso de paz, conocido como «la iniciativa de Contadora», apadrinada sobre todo por México y con el respaldo de la Unión Soviética, Cuba, Panamá, Venezuela… y que en el momento de mi aterrizaje en la región empieza a tener problemas para avanzar en alcanzar una solución. El bloqueo diplomático termina con esta iniciativa y es en ese trance cuando surge la iniciativa de paz del Presidente de Costa Rica, Oscar Arias, que apadrinada por España va a sustituir a «Contadora» en la búsqueda de una solución aceptada por todos para ese conflicto regional.

P.- ¿Podías hacer, suficientemente bien, un seguimiento de la marcha de la política sandinista en Nicaragua, desde Costa Rica?
R.-
Sí, estaba acreditado en Costa Rica; pero con autonomía para moverme por toda Centroamérica. Viajaba constantemente por toda la zona, de Cumbre a Cumbre. En breves intervalos de tiempo nos íbamos reencontrando las mismas personas que establecíamos unas relaciones profesionales y humanas muy interesantes. En Panamá, más adelante nos veíamos en Ciudad de Guatemala, en Tegucigalpa o en San José. Es decir, las Cumbres se iban sucediendo cada mes o cada cuarenta días y, al final, nos conocíamos todos, diplomáticos periodistas y agentes de los servicios de Inteligencia.

P.- Tu cobertura sería, supongo, en la correspondiente Embajada, como diplomático
R.-
Yo era, para todos los efectos, Agregado a la Embajada. Independientemente, tenía relaciones oficiales con el Servicio de Inteligencia de Costa Rica; pero también, oficiosas, con los representantes de otros servicios presentes en la zona. El hecho de que fuera Agregado a la Embajada no quiere decir que se ignorara cual era mi trabajo, puesto que estaba acreditado debidamente ante el gobierno costarricense. Hubiera sido ridículo que me hiciera pasar como vendedor de helados.
Se hizo lo que se debía hacer

P.- ¿Y cómo eran tus contactos con «la Contra»?
R.-
Muy buenos. Veía regularmente a Edén Pastora, Arturo Cruz, los Chamorro. Tenía excelentes contactos tanto con «la Contra» como con los sandinistas. Cuando empieza a despegar la iniciativa de Oscar Arias, el gobierno español, a diferencia de lo que dije al hablar de Guinea -que se veía una debilidad y un no saber hacer-, tenía muy claro lo que quería hacer. Se hizo y se hizo bien, de tal manera que España se convirtió en una piedra angular para que las dos partes -vamos a simplificar: Estados Unidos y «la Contra» por un lado; y el bloque oriental y los sandinistas, por otro- llegaran finalmente a un acuerdo; y se celebraran unas elecciones no trucadas en Nicaragua, que perdieron los sandinistas. En ese sentido, el Gobierno español sí que fue llevando un poco los tiempos de la maniobra. Unos tiempos que están ya en la Historia.

P.- Del lado español ¿qué cartas se jugaron?
R.-
El éxito en la labor mediadora que representaba la iniciativa de Oscar Arias en lo que se refiere a España, fue la suma de varios factores. En primer término, disponer de una directiva clara del objetivo que había que lograr, con un adecuado manejo de los tiempos; en segundo lugar, la coordinación lograda por el ministro Fernández Ordóñez en el manejo de la información sensible y su explotación en tiempo útil; en tercer lugar, el logro de una acción exterior armónica, gracias a la división del trabajo y al olvido del interés corporativo en beneficio de la misión, tarea de la que era artífice primordial la embajadora en Costa Rica, Mercedes Rico, «el mejor jefe que he tenido» y, finalmente, llevar al pragmatismo de ambos bloques el convencimiento de que la solución Arias, era la solución.

P.- ¿Se ganó alguna baza, por parte de España, con el buen fin de la acción mediadora?
R.-
El éxito de la iniciativa de paz de Oscar Arias supuso para España un incremento notable de su prestigio internacional en la zona, de cara a nuestros principales aliados: Estados Unidos, Alemania y Francia. Las consecuencias de ese prestigio se apreciarían en breve.

Relación con Edén Pastora
P.- Concretamente ¿cómo marchó tu relación con Edén Pastora?
R.-
Fuimos grandes amigos. Mi último hijo nació en Costa Rica y Edén asistió al bautizo. Venía por casa con frecuencia con Yolanda, su mujer, y organizábamos tertulias entrañables con amigos de la Prensa o de la Embajada. Creo que su persona y lo que representa ha sido desaprovechado para Nicaragua. Le tengo un cariño profundo, además de una gran admiración como persona y guerrillero.

P.- Por cierto ¿has vuelto a saber de él?
R.-
No. Le tengo perdida la pista.

P.- Veamos, por otra parte, algo sobre Guatemala, que también posee su propio conflicto ¿no?
R.-
Sí, aunque el conflicto guatemalteco, en la época en la que yo estuve allí, ya había pasado; había entrado en un proceso de normalización. Una de las primeras cosas que hizo el Gobierno de Felipe González fue restablecer unas relaciones normales con Guatemala, cosa que no era fácil, porque la violación que supuso el asalto a la Embajada española, cuando era embajador Máximo Cajal, representó algo muy grave.

P.- Pero la inseguridad en Guatemala, persistiría…
R.-
Sí, Guatemala es un país endémicamente inseguro. Si la vida de un hombre en Centroamérica vale poco, en Guatemala, vale un poco menos.

En el Panamá de Noriega
Sobre Panamá ya hemos hablado el coronel Diego Camacho y este entrevistador en alguna ocasión. Mi primer viaje tuvo lugar por una invitación de Omar Torrijos y luego volví en tiempos de Manuel Antonio Noriega, apodado Cara de Piña -por un rostro que hubiera podido sufrir la viruela- así como Cabecita, a causa de su diminuto volumen craneano.

diego-camacho-y-jose-manuel-gonzalez-torgaR.- A mí -rememora el agente de Inteligencia- me correspondió la época de Noriega. Por tanto estuve durante el intento de golpe de Estado que le dio Rubén Darío Paredes y que fracasó. Viajé, concretamente, un par de veces con Noriega, en helicóptero, a Ciudad Colón, en fin…

P.- ¿Pudiste percibir la existencia de tráfico de droga, a través de Panamá, con protección oficial?
R.-
El tráfico de droga no entraba dentro de mis misiones, que eran políticas y estaban dirigidas al conflicto de Nicaragua. Por lo tanto el problema del tráfico de drogas por Panamá lo desconozco desde ese punto de vista. Lo que sí es cierto es que flotaba en el ambiente, en todas las conversaciones que uno mantenía con panameños o con cualquier persona que estuviera en el país. Pero de ahí a tener información, no. Tampoco la buscaba.

P.- ¿Tuviste alguna referencia concreta sobre la sospechosa muerte de Torrijos?
R.-
Sí, la referencia, precisamente, me la proporcionó Edén Pastora, en una conversación en mi casa: «Nunca podré olvidar el último consejo que me dio el general. En una jornada en la que estaba yo en Panamá, en su casa de campo, me dijo: Edén, hay una cosa que los gringos temen más en América que el marxismo. ¿Y cuál es?, pregunté. Y Torrijos contestó: el nacionalismo, ¡Hermano, y yo soy nacionalista! Al mes siguiente sufrió el accidente».

Invitado de excepción en Cuba
P.- Respecto a Cuba ¿entraba dentro de tu ámbito de actuación?
R.-
No estaba acreditado allí, aunque mantenía relaciones con funcionarios cubanos en Costa Rica y Panamá. Cuando fue adelante el Plan de Paz de Oscar Arias, recibí una invitación, de un diplomático cubano destinado en Panamá, para pasar diez días en Cuba y explicar, en los Ministerios de Asuntos Exteriores y de Defensa, la viabilidad del plan y someterme a las preguntas que se me hicieran. Transmití la invitación a mi jefe y el general Manglano me dijo que ¡adelante! Así que fui el primer militar español invitado por el Gobierno cubano, después de la revolución. Me trataron muy bien, estuve tres días haciendo turismo de playa en Varadero y después, una tarde, vino a buscarme Gabriel García Márquez, con quien tuve el placer de charlar a solas durante dos horas largas. Luego se realizaron las reuniones en ambos ministerios, donde expliqué en qué consistía el Plan Arias, sometiéndome después a las cuestiones que me plantearon.

P.- ¿Cómo hay que entender el contacto con García Márquez? Permitiría suponer que él tenía interés por conocer ciertos temas de las relaciones internacionales o de la actividad de Inteligencia
R.-
No, yo conocía mucho a la corresponsal de televisión colombiana que había en Costa Rica y, durante una charla, le comenté que iba a Cuba, invitado por el Gobierno cubano. Entonces me sugirió que si quería ver a Gabo, que era muy amigo suyo. El hecho de que, posteriormente, el premio Nobel me llamara y que estuviera charlando unas horas conmigo, creo que respondía al interés que tenía el Gobierno cubano por conocerme mejor y para que me sintiera a gusto de cara a las reuniones que iban a tener lugar. Otra razón no existía.

P.- Tu zona de actividad, tengo entendido que abarcaba Centroamérica y el Caribe. Si no entraba Cuba ¿cuál era, realmente, la extensión comprendida dentro de la misma?
R.-
En el Caribe yo no tenía acreditación en ningún país; pero podía viajar por todos. Cuando marché a Costa Rica, el director del Servicio me dio libertad completa para moverme por toda esa zona; pero, según fue pasando el tiempo y los temas de Inteligencia fueron cobrando auge, destinaron a varias personas en otros países y, a medida que fueron llegando compañeros míos a países que antes cubría, dejaba de viajar a ellos.

El siguiente destino -calcula el periodista que firma- tal vez estuviera aproximándose. Veremos por donde sigue el periplo del protagonista.