La Tertulia El Tablao
Mi Columna
Eugenio Pordomingo (29/11/2015)
Las “tertulias de café” han sido a lo largo de la historia de España, un lugar de encuentro, de contraste de pareceres, de enfrentamiento dialéctico, de intercambio de opiniones, creencias y sensibilidades, que han enriquecido nuestra sociedad y han contribuido a fomentar la convivencia y el arte de la oratoria. Y también la tolerancia y la paciencia.
Más o menos, eso se decía en el primer “cartel” anunciador de la Tertulia El Tablao, ágora surgida en La Navata, allá por el caluroso mes de julio de este conflictivo año.
Como suele ser habitual, las tertulias de cafés, baretos, bodeguillas o tascas, son el lugar de encuentro donde se relatan las cuitas, penas, pesares y desventuras de los participantes, aparte de poner verde al vecino, al amigo, compañero de trabajo o político local. Por supuesto, también para recrearse, describiendo algunas partes prominentes del cuerpo de fulanita o menganito.
Las tertulias nacen espontáneas, como centros de esparcimiento y de necesidad de decir o enterarse de algo, y suelen ir acompañadas de la consabida caña o vinito; las hay de tarde, con café y galletitas