Mi Columna
Eugenio Pordomingo (2/5/200eugenio-pordomingo7)
Como en los últimos años, el «Primero de mayo» de 2007 pasó sin pena ni gloria. Esta fecha, emblemática para los trabajadores, se ha ido transformando más bien en un «puente» vacacional. Otro año más, las carreteras españolas quedaban inundadas de automóviles, con sus ocupantes en pos de unos «imprescindibles»  días de descanso.

Bajo el lastimoso lema de «Por la igualdad. Empleo de Calidad», y acompañados por silbidos y eslóganes contrarios, proferidos por algunos sectores de jóvenes, los secretarios generales de CC. OO. y UGT, José María Fidalgo y Cándido Méndez, se mostraron solidarios con los trabajadores de la multinacional Delphi, a la vez que animaron a los escasos presentes a participar masivamente en las elecciones autonómicas y municipales del 27 de mayo.

Banderas republicanas, cubanas, iraquíes y alguna que otra de la extinta URSS, además de gritos a favor de la República y en contra del Partido Popular, los secretarios generales de los llamados «sindicatos mayoritarios» (CC. OO. y UGT) lanzaron sus mítines sin demasiado ardor combativo.

El recorrido de este año, ante la previsible escasa asistencia, se acortó. En esta ocasión, la manifestación debería haber transcurrido desde la Plaza de Neptuno hasta la calle Sevilla. Pero, en vista de la mermada concurrencia, el itinerario se redujo aún más: desde Cibeles hasta la calle Sevilla, a unos 500 metros escasos.

Como era de esperar, teniendo en cuenta que la cita era más bien política, allí estaban Rafael Simancas, Pedro Zerolo -por cierto, que no se ha atrevido a visitar los campamentos saharauis como anunció-, Inés Sabanés y Gaspar Llamazares

«Nuestras reivindicaciones se abren camino con acuerdos, en la calle y en las urnas», manifestó Fidalgo, mientras Méndez hizo hincapié en que para reforzar «la democracia y contribuir a la misma hay que participar masivamente».

Con verbo más caluroso, el secretario general de UGT-Madrid, José Ricardo Martínez, pidió el voto para los partidos de izquierda, además de reivindicar la «igualdad en las empresas, entre hombres y mujeres, entre jóvenes y trabajadores maduros, entre inmigrantes y trabajadores españoles. No podemos consentir, nosotros, que fuimos un país de emigrantes hasta hace cuatro días, que seamos un país abierto a la explotación de aquellos que vienen a buscarse aquí una vida digna».

Los dos dirigentes sindicales, defendieron la necesidad de unos servicios públicos universales, especialmente en materia educativa y sanitaria, reafirmando, sin que en sus rostros se vislumbrase la más mínima pinta de color, el «vigor del movimiento sindical», a la vez que negaron que los sindicatos de clase «estén en crisis».

Hombre, lo del «vigor sindical», visto lo visto, mejor es no hacer leña del árbol caído. Y en «crisis», es verdad que el sindicalismo no está, sobre todo mientras sea el Estado el que subvenciona la «cosa». Ya debemos ir por la tercera o cuarta devolución del patrimonio sindical, aunque si es necesario, «por el bien del pueblo» se arbitra otra y después otra…

Los bajos niveles de afiliación, la escasa conciencia de los trabajadores como tales y la constante «presión» de las organizaciones empresariales y de los distintos gobiernos, respecto a la necesidad de «flexibilizar» los salarios si se quiere continuar con el actual crecimiento, contribuyen a que las «reivindicaciones sindicales y sociales» sean cada vez menores.

Unos quieren tapar la boca a otros; y esos otros se dejan que se la tapen. ¿Cuál es el costo?

Las anquilosadas y cómodas burocracias sindicales, han transformado a los sindicatos en estructuras de «poder» que, la mayoría de las veces, sólo buscan el beneficio de la propia organización, cuando no el personal. No son pocos los casos en que delegados y representantes sindicales «promocionan» en las empresas, talleres, tajos o instituciones, más de lo normal. Por otro lado, no ha sido la primera vez que los medios de comunicación se han hecho eco de ciertas «negociaciones» entre patronal y sindicatos, en procesos de reconversión industrial, racionalización de plantillas o flexibilizaciones salariales. De los cuartos (euros) que llegan de Europa para «cursos de formación» mejor ni meneallo.

Sin lugar a dudas, desde Haymarket, en 1886 -fecha en la que murieron varios trabajadores y cientos resultaros heridos y otros tantos presos- hasta hoy, han sido muchos los logros conseguidos. No cabe duda. Por supuesto, nos referimos al mundo occidental y, más en concreto, a la Europa Comunitaria.

Un año antes de esa fecha, 1886, una simple octavilla recorrió de mano en mano entre buena parte de los trabajadores de los Estados Unidos. Con unas sencillas palabras, intentaban concentrar a los trabajadores: «¡Un día de rebelión, no de descanso! ¡Un día no ordenado por los voceros jactanciosos de las instituciones que tienen encadenado al mundo del trabajador! Un día en que el trabajador hace sus propias leyes y tiene el poder de ejecutarlas. Todo sin el consentimiento ni aprobación de los que oprimen y gobiernan. Un día en que con tremenda fuerza la unidad del ejército de los trabajadores se moviliza contra los que hoy dominan el destino de los pueblos de toda nación. Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día en que comenzar a disfrutar ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana».

Desde entonces hasta hoy ha llovido mucho; se han logrado, qué duda cabe, avances. Pero no es menos cierto, que en los últimos años, nos está invadiendo una «apatía reivindicativa», una tolerancia excesiva y una cierta pasividad, en la que se entremezclan desesperanza y frustración, no exentas de crítica.

Desesperanza y frustración bien dirigidas, bien organizadas y mejor «engrasadas» económicamente.


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