Mi Columna
Eugenio Pordomingo (2/5/2008)eugenio2
Desde que murió el general Francisco Franco Bahamonde, el 20 de noviembre de 1975, el sindicalismo ya no es lo que era. Por aquellos aciagos días se protestaba contra todo y se luchaba por casi todo. Por la subida del pan, del «metro», del periódico; por conseguir mejores salarios y condiciones de trabajo; por el derecho de asociación; por la libertad…

A decir verdad, la fecha  de la decadencia sindical comenzó más bien en octubre de 1982, cuando el PSOE gana las elecciones legislativas de ese año. Duros años los del sindicalismo, con detenciones, despidos laborales, manifestaciones, paros y huelgas. CC.OO., anarquistas, USO, JOC, HOAC,  ORT y un mar de siglas agrupaban diversas sensibilidades -se diría ahora-, que en la mayoría de los casos, tenían una ideología que las sustentaba,

Más tarde, apareció UGT -desconocida en el franquismo- con enormes apoyos alemanes y, sobre todo, de UCD, el partido que medio lideraba el ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez.

Con el devenir de los tiempos, llegaron las «rebajas» laborales. Que si ETT (Empresas de Trabajo Temporal), que si «salarios basura», que si contención de salarios, que si racionalizaciones de plantillas laborales, y un sinfín de medidas encaminadas a jorobar a los sufridos trabajadores… Por otro lado, la entrada en Europa -¿cómo si no fuésemos europeos?- supuso el desmantelamiento de nuestra mejor industria (astilleros, altos hornos, fábricas de camiones, etc.) y la reducción de nuestra producción agropecuaria. Menos cerdos, vacas, ovejas, aceite, trigo y vino, pues así tendríamos que comprárselos a los «europeos».

De momento, no vamos a abundar en este análisis, ya que sólo voy a centrarme en el aspecto sociológico del sindicalismo (ahora todo comentario o ensayo que se precie debe ir acompañado de la «sociología»). Pues bien, en la mayoría de los casos esos «trabajitos» de racionalización se encargaban a hombres cuyas raíces estuviesen en lo «social» (socialistas, sindicalistas, «progres», etc.), pues si lo hacían los de «derechas» de toda la vida se les veía el plumero, y las protestas serían casi incontrolables.

Es como lo de la guerra. Ahora, si la derecha manda tropas se arma la de Dios; pero si lo hace la izquierda no pasa nada. Ésta es más lista. Todo lo adorna a base de eufemismos. Que si «tropas en misión de paz»; «Ejército de reconstrucción», etc. Pero, claro, quien compra misiles Tomahawk, se convierte en el primer productor del mundo de bombas de racimo y quien arma hasta los dientes a Marruecos, todos sabemos que ha sido Felipe González y José Luís Rodríguez Zapatero.

Pero a lo que voy, que pierdo el hilo. Con todo este trajín librecambista de lo social a lo «netamente capitalista», la gente se fue desmoronando psicológicamente, perdiendo la esperanza en lo colectivo, para tratar de buscarse un hueco en solucionar sus problemas personales. A todo esto, se fueron creando hornadas de generaciones educadas en la incultura, en el odio y en el abandono de ideales, hasta conseguir que la «Granja» nos diera unos polluelos sin preocupaciones de ningún tipo.

Pero de tanto amasar, ya se sabe que la harina se seca. Y, hete aquí que algunos sectores se fueron percatando de la manipulación. Al final del franquismo, los «oráculos» de turno, entretenían a las masas trabajadoras con un combate de boxeo por un título europeo o mundial; un partido de fútbol del mismo calibre; además de un «peliculón», y cuantas ofertas televisivas aguantasen las cadenas «uno» y «dos». El caso era dar cuanto menos trabajo a la «Social», mejor. Para los más jóvenes, se conocía como «Social» a la policía política de Franco.

Los años fuertes del «solchaguismo», «boyerismo»  y «ratismo» -lo de Solbes fue y es un fracaso en toda la línea de flotación- con la compañía del «cuevismo» patronal, dieron sus frutos. Pero esos frutos no hubiesen sido jugosos sin la simiente de cierto sindicalismo complaciente.

Y así, poco a poco, las convocatorias del «Primero de Mayo» fueron decayendo como caen los frutos secos de los árboles, cuando cumplen su ciclo.

Los «primeros de mayo», más que actos reivindicativos,  parecen ahora meras excusas para irse de «puente vacacional». Los «primeros de mayo» pasan sin pena ni gloria. Esta fecha, emblemática para los trabajadores, se ha ido transformando más bien en un «puente», aunque este año, con las crisis económica, algo menos. Oro año más,  las carreteras españolas quedaban inundadas de automóviles, con sus ocupantes en pos de unos «imprescindibles» días de descanso.

Este «primero de mayo» de 2008, CC.OO. y UGT se han manifestado en Madrid por «la igualdad,  el salario digno y la inversión productiva», que es como no decir nada. En Madrid, los escasos manifestantes recorrieron con mermado entusiasmo, la distancia que va desde la Plaza de Neptuno hasta la Puerta del Sol. Ni la prensa prestó atención…

Sin embargo, nos llegan noticias alentadoras de que en Estados Unidos renace el fervor sindical, que en Alemania otro tanto y que en Estambul la policía turca se ha tenido que esforzar para detener a casi mil personas que protestaban exigiendo mejores condiciones laborales, salarios dignos y no se cuantas cosas más.

Las anquilosadas y cómodas burocracias sindicales, han transformado los sindicatos en estructuras de «poder» que, la mayoría de las veces, sólo buscan el beneficio de la propia organización, cuando no el personal. No son pocos los casos en que delegados y representantes sindicales «promocionan» en las empresas, talleres, tajos o instituciones, más de lo normal. Tampoco ha sido la primera vez que los medios de comunicación se han hecho eco de ciertas «negociaciones» entre patronal y sindicatos, en procesos de reconversión industrial, racionalización de plantillas o flexibilizaciones salariales. De los cuartos (euros) que llegan de Europa para «cursos de formación» mejor ni meneallo.

Sin lugar a dudas, desde Haymarket, en 1886 -fecha en la que murieron varios trabajadores y cientos resultaros heridos y otros tantos presos- hasta hoy, han sido muchos los logros conseguidos. No cabe duda. Por supuesto, nos referimos al mundo occidental y, más en concreto, a la Europa Comunitaria.

Un año antes de esa fecha, 1886, una simple octavilla recorrió de mano en mano entre buena parte de los trabajadores de los Estados Unidos. Con unas sencillas palabras, intentaban concentrar a los trabajadores: «¡Un día de rebelión, no de descanso! ¡Un día no ordenado por los voceros jactanciosos de las instituciones que tienen encadenado al mundo del trabajador! Un día en que el trabajador hace sus propias leyes y tiene el poder de ejecutarlas. Todo sin el consentimiento ni aprobación de los que oprimen y gobiernan. Un día en que con tremenda fuerza la unidad del ejército de los trabajadores se moviliza contra los que hoy dominan el destino de los pueblos de toda nación. Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día en que comenzar a disfrutar ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana».

Desde entonces hasta hoy ha llovido mucho; se han logrado, qué duda cabe, avances. Pero no es menos cierto, que en los últimos años, nos está invadiendo una «apatía reivindicativa», una tolerancia excesiva y una cierta pasividad e indolencia, en la que se entremezclan desesperanza y la frustración, no exentas de crítica.

Desesperanza y frustración bien dirigidas, bien organizadas y mejor «engrasadas» económicamente.

¡Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti! ¡No os olvidamos…!