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Eugenio Pordomingo (2/5/2011)
Los dos sindicatos mayoritarios de España, Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores, lideradas por Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez, se manifestaron en Valencia para celebrar el ´Primero de Mayo´  de todos los años. Pero, en esta ocasión han elegido la capital valenciana para conmemorar esa fecha. Unos dicen que la elección de la provincia -por primera vez se organiza fuera de Madrid- tiene una perversa intencionalidad política: la de acosar al PP en esa comunidad donde el cartel electoral lo preside, Francisco Camps, presuntamente receptor de unos trajes que le regaló el capó de la trama ´Gürtel´; otros, consideran que elegir a Valencia se debe a que en una capital más pequeña, pasa desapercibida la ausencia de miles de trabajadores.  Yo creo que en esa decisión han jugado esos dos elementos: sumarse al ataque socialista al Partido Popular -no era necesario, pues el error de Rajoy permitiendo a Camps encabezar la lista electoral ya es bastante- y tratar de ocultar un cierto fracaso en la convocatoria.

En cualquier caso, lo mismo da; que me da lo mismo. No voy a refregar a los líderes sindicales su condescendencia y participación en los recortes sociales y otra serie de medidas contra los trabajadores -ese laborioso quehacer viene de muy atrás-,  pues entiendo que la culpa de lo que se nos ha venido encima se debe a TODOS: unos por diseñar y  ejecutar la operación; otros, por ayudar a que se cumpla; los más por mirar a otro lado; y el resto por ´dejarse hacer´.

No se debe generalizar, como dijo Juan Jacobo Rousseau, pero al decir TODOS me refiero a una gran mayoría. Si Toxo y Méndez están donde están -aparte del decidio apoyo del sistema- se debe a que muchos sindicalistas –aparatistas o no- han depositado su voto para sentarles en la poltrona bienpagada. Y el resto, la gran mayoría, los no afiliados, por tolerar y permitir.

Y ahora estamos donde estamos y como estamos.

De alguna forma, la fecha del 1 de mayo ha quedado institucionalizada como la ´Fiesta del Trabajo´, aunque cada vez menos, entre otras cosas porque el trabajo escasea. Los sucesos acaecidos en la ciudad  de Haymarket, en Chicago (Estados Unidos), en 1886, en los que varios trabajadores encontraron la muerte,  cientos resultaron heridos y otros tantos dieron con sus molidos huesos en las cárceles locales, marcaron con sangre ese día en la historia.

Hace un año dejé escritas mis impresiones sobre lo que motivó aquella jornada histórica:
«Un año antes de esa fecha, una simple octavilla corrió de mano en mano entre buena parte de los trabajadores de los Estados Unidos. Con unas sencillas palabras, se invitaba a los trabajadores a una concentración: «¡Un día de rebelión, no de descanso! ¡Un día no ordenado por los voceros jactanciosos de las instituciones que tienen encadenado al mundo del trabajador! Un día en que el trabajador hace sus propias leyes y tiene el poder de ejecutarlas. Todo sin el consentimiento ni aprobación de los que oprimen y gobiernan. Un día en que con tremenda fuerza la unidad del ejército de los trabajadores se moviliza contra los que hoy dominan el destino de los pueblos de toda nación. Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día en que comenzar a disfrutar ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana».

Por entonces también dije esto:
Desde que murió el general Francisco Franco Bahamonde, el 20 de noviembre de 1975, el sindicalismo ya no es lo que era. Por aquellos aciagos días se protestaba contra todo y se luchaba por casi todo. Por la subida del pan, del «metro», del periódico; por conseguir mejores salarios y condiciones de trabajo; por el derecho de asociación; por la libertad…

Duros años los del sindicalismo, con detenciones, despidos laborales, manifestaciones, paros y huelgas. CC. OO., CNT, CGT USO, JOC, HOAC,  ORT y un mar de siglas agrupaban diversas sensibilidades -se diría ahora-, que en la mayoría de los casos, tenían una ideología que las sustentaba. Más tarde, apareció UGT -ausente durante el franquismo-, con enormes apoyos políticos alemanes y del empresariado español; y, también de UCD, el partido que a duras penas lideraba el ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez.

La fecha  de la decadencia sindical comenzó en octubre de 1982, cuando el PSOE gana las elecciones legislativas. Es entonces cuando nos llegaron las rebajas, los recortes  laborales. Que si ETT (Empresas de Trabajo Temporal), que si «salarios basura», que si contención salarial en los convenios, que si racionalizaciones de plantillas laborales, y un sinfín de medidas encaminadas a domeñar y jorobar a los sufridos trabajadores.

Por otro lado, la entrada en Europa -¿cómo si no fuésemos europeos?-, supuso el desmantelamiento de nuestra mejor industria (astilleros, altos hornos, fábricas de camiones, armamento, electrónica, etc.) y la reducción de nuestra producción agropecuaria. Menos cerdos, vacas, ovejas, aceite, los-pactos-de-zapatero-de-2011trigo y vino, pues así tendríamos que comprárselos a otros europeos.

De momento, no vamos a abundar en este análisis, ya que sólo voy a centrarme en el aspecto sociológico del sindicalismo (ahora todo comentario o ensayo que se precie debe incorporar la palabra  «sociológico», que viste mucho). Pues bien, en la mayoría de los casos esos trabajitos de racionalización se encargaban a hombres cuyas raíces estaban en lo social (socialistas, sindicalistas, progres, que también viste lo suyo), pues los de derechas de toda la vida no podían hacerlo; a éstos se les veía el plumero, y las protestas hubieran sido épicas.

Con todo ese trajín liberaloide, la gente se fue desmoronando psicológicamente, perdiendo la esperanza en lo colectivo, para tratar de buscarse un hueco y solucionar sus problemas personales. Entre tanto, el sistema fue creando  hornadas y hornadas de generaciones educadas en la incultura, en el odio y en el abandono de ideales, hasta conseguir que la «Granja» nos diera unos polluelos que no protestasen. Ahora los llaman ´ni-ni´, ni estudian ni trabajan.

Los años fuertes del «solchaguismo» (Carlos Solchaga), «boyerismo»  (Miguel Boyer) y «cuevismo» (José María Cuevas), por no llenar esto de nombres, dieron sus frutos. Pero esos frutos no habrían sido jugosos sin la semilla de cierto sindicalismo complaciente.

Y así, poco a poco, las convocatorias del «Primero de Mayo» fueron decayendo como cae la fruta de los árboles, cuando cumple su ciclo.

Los «Primero de mayo», más que actos reivindicativos,  parecen ahora meras excusas para irse de «puente vacacional». Los «primeros de mayo» pasan sin pena ni gloria. Esta fecha, emblemática para los trabajadores, se ha ido transformando más bien en un «puente»,  aunque con la crisis económica, algo menos.

Este ´Primero  de mayo» de 2011, CC. OO. y UGT,  se han manifestado en Valencia al grito de ¡Por el pleno empleo! ¡Contra los recortes sociales!, pero la asistencia ha sido escuálida en toda España.

Las anquilosadas y cómodas burocracias sindicales, han transformado los sindicatos en estructuras de poder que, la mayoría de las veces, sólo buscan el beneficio de la propia organización, cuando no el personal. No son pocos los casos en que delegados y representantes sindicales promocionan en las empresas, talleres, tajos o instituciones, más de lo normal. Tampoco ha sido la primera vez que los medios de comunicación se han hecho eco de ciertas negociaciones entre patronal y sindicatos, en procesos de reconversión industrial, racionalización de plantillas o flexibilizaciones salariales. Las subvenciones estatales a los sindicatos mayoritarios, inexistentes en países europeos, amordazan cualquier conato de queja. De los cuartos (euros) que llegan de Europa para «cursos de formación» mejor ni meneallo.

Desde entonces hasta hoy ha llovido mucho; se ha logrado, qué duda cabe, avances. Pero no es menos cierto, que en los últimos años, nos está invadiendo una apatía reivindicativa, una tolerancia excesiva y cierta pasividad e indolencia, en la que se entremezclan desesperanza y frustración.

De seguir aí, puede que el  ´Primero de mayo´  de 2012, las calles de nuestras principales capitales se llenen de rumanos, marroquíes e hispanoamericanos, gritando por  ´El pleno empleo!  y  ¡Contra los recortes sociales!