A. G. (8/6/2007)
A los políticos profesionales, los que viven de la «gestión política», no los que «sirven» a la ciudadanía, se les llena la boca hablando -aunque no digan nada- ante los medios de comunicación. Este ha sido el caso, ayer, del ultra-católico, otrora verbo agresivo contra los fascistas-falangistas, hasta que los medios de comunicación destaparon esa militancia en su padre. A partir de ahí, hubo que modificar el discurso.
Pues bien, ayer, como decimos, el ex ministro de Defensa, José Bono, ahora sentado en la cómoda y bien remunerada poltrona del Consejo de Estado, aprovecho la nueva situación política, para afirmar lo siguiente: «ahora que amenaza con matarse en huelga de hambre, la pena es que no lo hubiese hecho antes de matar a 25 inocentes».
Se refería el señor Bono a la decisión del etarra De Juana Chaos de volver a la huelga de hambre que anteriormente mantuvo.
Las declaraciones de José Bono, íntimo amigo del constructor Francisco Hernando, más conocido por «El Pocero», fueron realizadas en Toledo, desde uno de los balcones de la Delegación del Gobierno, donde acudió a la procesión del Corpus Christi.
Pero la verborrea de Bono fue a más: «tengo una gran confianza en que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con la propuesta que tiene entre manos, va a lograr acabar con ETA y conseguir la paz, y lo digo no solo como un deseo, sino como una convicción, porque Zapatero sabe muy bien el terreno que pisa».
Pero al verdadero Bono nos lo encontramos en estas frases que pronunció ante las cámaras y micrófonos de los «chicos» de la prensa, sin repara en la fecha: «Es un excremento de la especia humana; el día que Ignacio de Juana muera las campanas de las gentes de bien no van a doblar lamentando su marcha, sino que van a repicar, de alegría, porque éste –De Juana– es un excremento de la especie humana; un asesino, un criminal de ese nivel, puesto que no merece indulgencia ninguna y, por tanto, debe cumplir hasta el último día de su condena, de la que restan por cumplir todavía catorce meses».
A Bono le pasa lo que a muchos políticos, y especialmente, en esta última etapa, a los socialistas, que hablan y hablan, pero luego cuando hay que decidir o votar, hacen lo que dice la nomenclatura, o sea el jefe, que a fin de cuentas es el que reparte la escudilla con los garbanzos.
A todos ellos, incluido Alfonso Guerra, les decimos, a buenas horas mangas verdes…