Bahia Mahmud Awah (22/4/2009)
Sonaba mi teléfono y sin prestarle mucha atención me di cuenta en seguida que el prefijo +212, prefijo de Marruecos, no me era familiar para nada. Siempre me suena extraño y distante, como un muro de la incomunicación, pensé no cogerlo pero intuí que podría ser una llamada importante o urgente… Medité si sería alguno de los muchos amigos activistas saharauis que viven en El Aaiún ocupada, en Dajla, en Smara o en Bojador. Todos estos pensamientos dieron vuelta en mi cabeza en fracción de segundos antes de dar paso a la llamada, también pensé si sería mi tía Boilili que reside en Cabo Bojador. En fin me dije «debe ser algo importante», porque nunca espero que a través de ese prefijo lleguen a mi corazón cosas agradables.
Tras el caluroso saludo intercambiado con mi interlocutor y después de preguntarnos uno al otro referente a su situación, sobre todo yo a él, me dijo, «amigo, seguimos en el mismo horno y en la misma lucha, ayer mismo los majeinzu destruyeron el edificio Oficina de Lefrig». Y volvió a preguntarme «¿te acuerdas de ella?», insistiendo y dándome más explicaciones sin dejarme espacio para afirmarle que sí la recordaba. Y más adelante me señaló «pregunta a los viejos tuyos que seguro se acordarán de ella». Algunos le llamaban también la oficina de los nativos o la Oficina Local, fue la primera en abrir sus puertas para atender a los saharauis fuera de los cuarteles militares de la época española en el territorio. La fundó, así como la ciudad de los manantiales, Antonio de Oro Pulido, en 1938.
Y prosiguió el interlocutor esta vez con un tono más serio, «decidle a la gente en España y a vuestros contactos fuera, que los ocupantes marroquíes quieren arrasar con todo cuanto representa para nosotros los años anteriores a la ocupación, todo lo relacionado con nuestra memoria histórica, la lengua, los emblemáticos fuertes y cuarteles militares, y ahora le toca a El Aaiún, después del Fuerte de Villa Cisneros, ver amputado otro referente histórico la Oficina de Lefrig». Desde el año 2004, el régimen marroquí emprendió esa macabra política, borrando pequeños edificios símbolos de la presencia histórica española en todo el territorio. La vieja oficina estaba ubicada en el Barrio Chino de la ciudad justo a la orilla de Saguia, colindante con la Escuela Primaria, el Ambulatorio del barrio y separada del Río Saguia con el Hostal Barcelona.
Reza el proverbio saharaui Ilalí it baki itmatan hidjtac baad ishhudac, lo que significa si quieres hacer creíble tu mentira aleja a los que atestiguan en contra tuya. Y como la historia es la memoria de los pueblos, nadie tiene derecho a borrar lo que ya está registrado como cuerpo físico o palpitante porque está en el corazón y la memoria de la gente. Se pueden borrar ciudades enteras y hasta se pueden transformar extensiones de desierto, pero lo que nunca podrán conseguir es desvirtuar lo que ya por si es imborrable, la memoria de los pueblos. Si se derruyen edificios para ocultar el pasado histórico, quedará la gente, sus recuerdos y convicciones transmitidas de padres a hijos, la historia nunca admite el vacío oral, el principal vehículo para el recuerdo de todos estos monumentos históricos que heredaron los pueblos africanos, latinoamericanos y asiáticos de las potencias coloniales.
Sabrán los ocupantes que con su brutalidad pueden hasta desviar el cauce de Saguia pero igual saben que no pueden cambiar la historia ni convertirnos en ellos por mucho que destruyan, persigan, encarcelen o maten La voluntad del pueblo saharaui es y será indomable por los opresores. Sobran las palabras y el hecho me trae recuerdos de aquella angustiosa frase que escribió el activista de derechos humanos El Mami Amer Salem en un correo electrónico urgente, impotente ante la destrucción del fuerte de Villa Cisneros: «Adiós al Fuerte, no hemos escatimado ningún esfuerzo para impedir la desaparición de la primera factoría construida en nuestra país. Quedará en nuestro recuerdo para siempre. Viva Sahara Libre». Y así también se despidió el activista de El Aaiún.