espacioseuropeos.com (1/9/2009)afganistan
La invasión y guerra que Estados Unidos y la OTAN llevan a cabo en Afganistán, se va pareciendo cada vez más a la que, en circunstancias similares, libró el Ejército estadounidense en Vietnam. Hubo, por supuesto, sus diferencias. Por ejemplo, al vietcom recibía ayuda de China, mientras que los afganos no parecen tenerla, al menos que se sepa,  de ninguna potencia mundial. Otra diferencia es que en la guerra de Vietnam, aunque a trancas y barrancas, los medios de comunicación suministraban fotografías y documentales televisivos. En Afganistán, como en Irak y en otras partes del mundo eso se acabó.  A la ciudadanía no se la puede molestar con imágenes desagradables. La guerra es para quien la padece y la trabaja. Y punto.

Pues bien, ¿en qué se van pareciendo los conflictos afgano y vietnamita? Pues, simplemente, en que al Ejército estadounidense -junto con la OTAN, incluida España, en el primer caso- le cuesta, pero que mucho, hacerse con la situación. O sea, vencer al enemigo. La duda es saber si podremos ver imágenes como aquellas de Saigón donde una multitud de americanos y vietnamitas sureños se agolpaban y peleaban por coger el último helicóptero que abandonaba la embajada estadounidense…

Según medios de comunicación  del país, el mes de agosto se ha convertido en el de más bajas militares, desde el comienzo de las «hostilidades» hace casi ocho años. El mes de agosto ha sido el que las tropas de Estados Unidos han tenido más bajas, en total 46. En lo que va de año, el total de bajas de la «coalición» se aproxima a las 300.

Una cifra que en el país de Obama se considera alarmante. Pero, de lo que se habla menos es del número de muertos afganos, y no nos referimos tan sólo a los supuestos talibanes, sino a los civiles que por «errores», por «efectos colaterales» o por las razones que fuere, caen bajo el fuego occlos-americanos-abandonan-saigonidental. Esos muertos tienen nombre, apellidos  y familia; y muchos de ellos son ancianos y niños.

Para que no haya equívocos,  ni intenciones perversas ni tergiversaciones. Ni somos terroristas ni defendemos sus acciones, como reiteradamente denunciamos aquí. Pero tampoco justificamos otro tipo de terrorismo, el de los estados y/o instituciones, ni aunque sea para que el petróleo nos cueste más barato como argumentó en su día una ministra del gabinete de José María Aznar, que por cierto se declara católica y otrora cercana a los postulados del ex ministro de Franco, Gonzalo Fernández de la Mora.