España
José Manuel G. Torga (23/4/2010)emilio-petri-ballesteros1
Segunda acto de la puesta en escena de la conversación. La pieza periodística conserva su literalidad.

Emilio Petri habla pausadamente. Contesta casi siempre con seguridad. Cuando le cuesta más encontrar la respuesta, mueve la cabeza y apunta una sonrisa. Se advierte que quiere afinar.

– Políticamente ¿en qué ideología crees?
En la democracia a todos los niveles: social, político y económico. Luego ya, las etiquetas que las ponga el que quiera. Hasta ahora no tengo ninguna.

–  ¿Puedes darme nombres de la vida pública española a los que te consideres ideológicamente próximo?
Para ello tengo que hablarte de gente que hoy está en la cárcel: Ariza, por su confianza en el movimiento obrero; Gonzalo Arias, con su visión sobre la no violencia; Mariano Gamo, por su actitud religiosa; González Ruiz, por su sentido de la revolución. Me identifico mucho con los que luchan sacrificando mucho de su bienestar, tiempo, etcétera, porque la vida sea más humana. Es la vida de los hombres lo que me convence, más que su pensamiento.

– ¿Qué juicio tienes sobre Ruiz Giménez?
No le conozco lo suficiente como para tener formada una opinión; pero me parece un hombre que se preocupa y que lucha.

– ¿Cuáles son tus lecturas habituales?
Suelo leer sociología, historia, y sobre todo sicología.

– ¿Qué estás leyendo actualmente?
«El miedo a la libertad», de Erich Fromm, un sicoanalista que, por su actitud, es una de las personas con las que me siento más identificado.

– El empleado de Banco se oye decir muchas veces que está relativamente bien remunerado. ¿Cómo se explica que sea actualmente uno de los sectores laborales más reivindicativos?
Primeramente porque no es cierto eso de que está bien remunerado.

Da una voz –«¡Pablo– y viene un compañero suyo, enlace sindical. A las preguntas correspondientes, hechas por Petri,  responde que lleva veintiséis años en el Banco, está casado, tiene un hijo, y cobra once mil pesetas al mes.

Pero – apunto- tendréis más pagas extraordinarias de las estipuladas con carácter general.

Pablo replica: «Tenemos, exclusivamente, dos extras, media más de beneficios, y un cuarto de productividad. Y, en las extraordinarias, no son enteras las once mil pesetas. Lo que pasa es que nosotros hemos conseguido que nuestra remuneración real figure en el convenio, y otros sectores, no».

La Banca, conocida por dentro
Pablo
, una vez aclarados los datos anteriores, se despide. Emilio continúa con la enumeración interrumpida de argumentos.

– Otro motivo de nuestra actitud está en que el empleado conoce los grandes beneficios de la Banca, y la facilidad con que los obtiene. Más causas: el juego de la Bolsa, que, en pocas jornadas, regala a los grandes poseedores del capital, sustanciosas cantidades de lucro. El grado de cultura del empleado es un poco superior al de algunos otros sectores, y la cultura es un buen movilizador para no conformarse  con las cosas que están mal. Otro motivo lo constituye la falta de participación del personal en todas las decisiones de la empresa. En Banca no sólo se mueve la gente por reivindicaciones salariales, sino también por otras metas, tales como participación y respeto a la persona, lo cual da más envergadura al movimiento obrero.

– ¿Cómo surgió en ti la inquietud en el terreno sindical?
La iniciación de la inquietud social -la sindical fue posterior- me llegó por una preocupación de tipo religioso. En definitiva, llegué a la conclusión de que mejorar al hombre requiere mejorar las estructuras.

– ¿Cómo tuvo lugar tu acceso a un puesto representativo?
Fue en el año 63. Empezamos un equbanestoipo de cuarenta y ocho para cubrir otros tantos puestos de representación en Banesto. Ese equipo, luego, por diversas circunstancias, se dividió. En las elecciones del 63 no llegamos a ningún puesto fuera del ámbito de la empresa. Los que llevaban más tiempo en el sindicato nos pusieron el veto a los nuevos y nos marginaron.

– ¿De qué forma concreta?
Aquí entra en juego el engranaje de la Organización Sindical. Para las elecciones provinciales se hacen grupos de bancos. Con separar a los que les conviene y unirlos a aquellos en los que cuentan con mayoría, no salía ninguno de la oposición.

– Entonces ¿cómo habéis superado esta pega?
A través de reuniones y contactos con representantes de otros bancos. Llegamos a crear unas reuniones  de secretarios de jurados de empresa, pero fueron prohibidas por el Sindicato provincial.

– ¿Dónde solíais reuniros?
 En cualquier Banco. Por eso, cuando ya tomaron cuerpo esas reuniones, no había forma de impedirlas. Hay que tener en cuenta que la operación de los 48 de Banesto en Madrid, se había realizado con otros, en provincias, al mismo tiempo. En las elecciones del año 66 conseguimos un gran impulso, y llegaron a las presidencias o vicepresidencias de secciones sociales provinciales más de quince de nuestros compañeros.

–  ¿De qué manera conseguís movilizar a la gente para las reivindicaciones que planteáis?
Sobre todo,  contando con ellos; estando muy cerca de los problemas diarios. Hay que actuar fuera de los cauces oficiales. Como la decisión, pasando por éstos, la tiene el mando político, te invalidan los acuerdos por motivos puramente formales. A la Organización Sindical no le agradan las asambleas de trabajadores, que nosotros consideramos punto de partida para cualquier acción conjunta.

Ideologías
– ¿Qué ideologías predominan en tu sector laboral?
La mayoría no tiene una marcada ideología política o sindical; pero tiene como ideología común la renovación del sistema, por considerar nefasto el capitalismo. Nos une el respeto a los demás y un sentido de participación democrática y de responsabilidad. Luego, que cada uno pertenezca a donde quiera. En fin, en Banca hay hombres con ideologías muy diferentes.

– ¿Cuál es tu postura sobre el convenio vigente en 1969?
A lo que el empleado de Banca aspira, en principio, es a un sueldo que le libere del pluriempleo y de tantas horas de trabajo, a lo cual, desde luego, tiene derecho, dada la situación de los bancos. En cuanto a la forma de la negociación, ha sido de lo más antidemocrática que cabe, con absoluta falta de participación por parte de los trabajadores. Los únicos que sabían lo que se iba a tratar eran dieciocho personas: la Comisión Social del Convenio, que viene actuando así desde tiempo inmemorial. Un poco como el despotismo ilustrado: todo para el pueblo pero sin el pueblo. En definitiva, no creen en los trabajadores. Confían más en sus buenas mañas para negociar que en el poder del trabajo.

– Pasemos a otro tema. ¿Qué opinión tienes sobre el informe provisional de la O.I.T. dedicado a España?
Me parece que es interesante en la parte expositiva; pero las recomendaciones que hace a España son muy tímidas.

– Personalmente ¿tienes interés por la actividad política?
Tengo una gran inquietud política, si por ello entendemos la participación en los problemas  del país.

– ¿Qué juicio tienes sobre los distintos esquemas políticos y sociales vigentes en el mundo?
Los de más allá del telón de acero son muy desconocidos para los occidentales, y los sistemas políticos no se juzgan por sus grandes principios sino por sus concretas consecuencias. A mí me interesa un sistema de participación y de igualdad en el acceso a la cultura, a la propiedad, a lo social y a lo político.

– Tu actividad en el área laboral ¿te ha creado algún problema con la policía?
No; hasta ahora, no.

– Y, como católico militante ¿has tenido algún roce con la jerarquía eclesiástica?
Algunos han creído que se podía recurrir a la jerarquía eclesiástica para cortar las inquietudes sociales de los trabajadores; pero yo creo que se han llevado algún chasco que otro.

– ¿Esperas una evolución positiva con torga1la Ley Sindical?
Sinceramente no confío en lo que vaya a resultar de la Ley Sindical. Desde un principio, y en el Consejo Sindical Provincial de Madrid, manifesté públicamente mi disconformidad con el procedimiento de la encuesta elaborada por la Organización Sindical y sus conclusiones. En varias ocasiones hemos indicado los representantes de Banca qué es lo que necesitamos y entendemos como sindicato de trabajadores: independencia del Estado y de los patronos, democracia a todos los niveles, autogobierno de la propia organización. En definitiva, un sindicato de y para los trabajadores. Además, claro está, la huelga como medio último de reivindicación.

Grupos políticos  como el teatro de aficionados
– De cara al futuro político ¿cómo ves las cosas?
El pueblo español necesita urgentemente que se abran los cauces para las legítimas aspiraciones de tipo político: libertad de expresión, reunión, y asociación. Si no se nos ofrece esta oportunidad, es decir si se nos niega este derecho, el pueblo español terminará por convertirse en un consumidor disciplinado, cuyos únicos valores sean el confort y el bienestar. Así, esa masa amorfa, será muy fácil de gobernar políticamente. Habremos conseguido un pueblo adocenado para que brillen unos pocos «políticos». Mientras no quepa expresar libremente opiniones políticas, el país se encontrará impotente frente a su futuro.

– ¿Qué grupos políticos distingues en el panorama?
Aunque oficialmente se les desconoce, sé que existen diferentes grupos políticos: socialistas, democracia cristiana, Frente de liberación popular, falangistas, etc. A falta de cauces para éstos, los que más influencia tienen son los grupos financieros, que, a través de la economía, van marcando el carácter político y social de España. Me da la impresión de que los grupos políticos son como el teatro de aficionados: que no acaban de estrenar.

– ¿Cuál es tu punto de vista sobre la solución dada al problema sucesorio?
Los pueblos -y los españoles constituimos un pueblo- tienen derecho a elegir a sus gobernantes, porque la autoridad está en función de la comunidad, y es ésta, y nadie más, quien la delega a sus gobernantes.

Para rematar, una vez concluidas mis preguntas, me insiste en que cuando contesta no quiere que se tome como una postura de liderazgo individualista. Él cree en la labor sindical en equipo, y quiere expresarse como un miembro más de ese equipo que trabaja, en vanguardia quizá, pero sin despegarse del resto de los compañeros.

Nota del autor
Franco
nombraba por entonces Príncipe de España y heredero en la Jefatura del Estado a título de Rey a Juan Carlos de Borbón; pero el futuro era tan inescrutable como  siempre.
Este periodista, redactor-jefe en un diario, se planteó hacer una serie de entrevistas, destinadas a un libro que cabría denominar de domingo, como se suele calificar a ciertos pintores que sólo disponen para el arte de los días no laborables.

Aplazada la publicación por circunstancias particulares del momento, se perdieron luego las carpetas con los originales. 40 años después, haciendo limpia en dos casas y un garaje, he dado con varias de aquellas entrevistas. Algunos personajes siguen en candelero, otros viven más retirados y no faltan los que pasaron a mejor vida. Pero, con unos trazos introductorios nuevos, los diálogos pienso que mantienen un interés, leídos con la perspectiva del tiempo transcurrido. Así fuimos y así dialogamos.