J.M.G.T. (7/4/2010)
Tenía su turno en la tribuna de los desayunos informativos del Fórum Europa, Pedro Castro, presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y alcalde de Getafe (Madrid).
Pronunció unas palabras de presentación, Celestino Corbacho, ministro de Trabajo e Inmigración, quien hizo referencia a que compartían ideas en lo político y en lo personal, así como una larga dedicación al municipalismo.
Pedro Castro, de corbata roja, anticipó, antes de leer lo escrito en unos folios, que, en la actual crisis, el Gobierno tiene que gobernar; pero que la oposición tiene que ser leal y ayudar.
Reiterando, con insistencia, el tratamiento de «amigas y amigos», desgranó con profusión, y de modo sincopado, bastantes lugares comunes, aunque intercaló precisamente la frase «¡basta ya de lugares comunes!».
Pidió medios -o sea, «pasta»– para los Ayuntamientos, invocando el principio de subsidiaridad y la idea de eficacia.
También reclamó la presencia de representantes de los municipios en las convocatorias para reuniones de órganos en los que participan las Comunidades Autónomas y el Gobierno de España.
Mostró un talante optimista que pudiera asociarle con Zapatero.
Preguntado que fue en el coloquio sobre la frase que ha constituido algo así como su «¡Eureka!», aquello de «los tontos de los cojones que votan al PP», soportó la anécdota que le sigue, desde que aquella muestra discutible de su conceptismo o de su culteranismo resultara conocida, y ahora respondió de manera más convencional: «Animo a todos a que voten y cada uno a lo que considere conveniente».
Luego dio a conocer que existe el criterio de mantener las plantillas municipales.
De fronteras afuera desveló el acuerdo, tomado en Copenhague, que no cuenta con organismos intermedios entre los gobiernos centrales y los municipios. Ahí quedaba eso para aplicarse el cuento por quienes corresponda.
Corbacho, que se siente perseguido a su vez, por una cifra de parados que consideraba inalcanzable y ya está más que superada, no quiere errar con nuevos vaticinios, si bien arriesga que el diálogo social va avanzando razonablemente bien y que espera que, antes de que acabe el presente mes de abril, haya un acuerdo.
En el salón del Ritz dispuesto al efecto, saltaba a la vista una amplia «claque» socialista. Para algunos, dejarse ver o contactar con alguien era prioritario. Antes de comenzar el acto un asistente comentaba a un compañero de mesa, tras acercarse a otra para saludar: «Yo ya casi me podría ir, porque he hecho lo que tenía que hacer». Unos estamos en la función informativa y otros cultivan la político-social. Pero, ¡hombre!, irse antes de empezar sería exagerar la nota. ¿O no?