Severo-Matías Moto Nsa (19/5/2010)severo-moto
El día 5 de junio de 1988, seis años después de exiliarme en España, y cinco años después de fundar el Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial en Madrid; y como fruto de una intensa actividad de contactos, encuentros, reuniones, congresos, consultas y propuestas a los partidos demócratas cristianos españoles, al Partido Popular Europeo, al Grupo Parlamentario del Partido Popular Europeo a la Fundación alemana Konrad Adenauer, a la Fundación Africana, y, en fin, a la Internacional Demócrata Cristiana (I.D.C.), con el patrocinio, compañía y amparo de esta Internacional Política, y el especial seguimiento del Ministerio español de Asuntos Exteriores (¡Oh tiempos del Director General para África, Don Fernando Villalonga!), decidí viajar a Guinea Ecuatorial, para solicitar, in situ, lo que por tres veces consecutivas había intentado desde España sin resultado: La legalización del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial.

Eran, como se puede ver, los finales de los ´80´, cuando en la vieja Europa se decidía a hablar claro a los países ACP (África, Caribe y Pacífico) y les anunciaba el fin (de momento) de la custodia y protección a los dictadores implantados en dichos países para custodiar los siempre suculentos intereses económicos europeos. Parecía  que iba a desaparecer aquella vieja, malintencionada y  socorrida frase de «No injerencia en los asuntos internos de otros países». Estaba, pues, vetado hablar de política, derechos humanos, libertades fundamentales, democracia, en las relaciones entre la vieja Europa y los países A.C.P., bajo pena de ser acusado en Europa por los dictadores africanos y sus protectores de «injerencia en los asuntos internos de otros países». Hablar de negocios, comercio, materias primas, trapicheo, tráfico de…todo y, desde luego, sobre las  vías de mutua corrupción, era lo único permitido.

Los finales de los ´80´ y comienzos de los ´90´ coincidieron con la ruptura de ese veto y a la vez el desmoronamiento del muro de Berlín que venía a aguar la gran bipolaridad, Este-Oeste y a apagar el fuego del comunismo.

En el terreno particular de Guinea Ecuatorial, la vieja Europa se dispuso a dar otra  vuelta de tuerca, y miró a Guinea Ecuatorial. En un viaje a Alemania, al encuentro de nuestros correligionarios  políticos del C.D.U., les expusimos la triste  situación política y social de Guinea Ecuatorial, los alemanes tanto del Ministerio de Asuntos Exteriores como del Bundestag (Parlamento) nos dejaron sorprendidos por la minuciosidad con que conocían la situación de Guinea Ecuatorial y sus relaciones con España y Europa en general.

España, es el gran problema, nos dijo, a secas, nuestro interlocutor en el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán. «Si tenéis a alguien importante en el Ministerio de Asuntos Exteriores español, proponedle que España prepare un informe sobre Guinea Ecuatorial, expresando su preocupación por la situación política de ese país. Presentado este informe a la Comisión, se creará un Grupo de Trabajo que elaborará el informe para la reunión de Ministros de Exteriores. La decisión de esta reunión será debatida en sesión de la Asamblea del  Parlamento Europeo. Ésta tomará una Resolución que implicará a todos los firmantes y será vinculante. Si España, como país colonizador de Guinea Ecuatorial, no da ese paso públicamente, y prefiere tener a Guinea Ecuatorial en su bolsillo (sic), cada país europeo se moverá como mejor le parezca…»

Dicho y hecho. Al volver a España, unos días después de nuestra conversación, Don Fernando Villalonga, Director General para África y Oriente Medio del Ministerio de Asuntos Exteriores nos anunciaba su viaja a Bruselas para presentar el informe sobre Guinea Ecuatorial. Como resultado de la Resolución del Parlamento Europeo: Se forzó y  ordenó la revisión o elaboración de la famosa  «Ley Fundamental de Guinea Ecuatorial», Constitución, que introducía, por primera vez, el multipartidismo. Obiang Nguema balbuceó a regañadientes una débil amnistía; Don Felipe González Márquez, Presidente del Gobiernobiang-y-zapateroo español, visitó Guinea Ecuatorial (finales de 1991), recibiendo posteriormente, en el Palacio de la Moncloa, a la oposición guineana exiliada en España.  Yo viajé, con mi partido a cuestas, a Guinea Ecuatorial, a solicitar la legalización (1992). Es más, la Unión Europea abrió una delegación en Malabo… Todos estos acontecimientos se produjeron en el breve período de escasos meses, como deben ser los asuntos urgentes y perentorios.

Si España lo quiere, Europa actúa, y con eficacia y resultados en Guinea Ecuatorial. Si España quiere, los Estados Unidos de América y el mundo actúan en Guinea Ecuatorial. Y hay que reconocer y señalar «sin acritud» y con absoluta serenidad de espíritu y constatación que si España no quiere (no sé si sirve de orgullo o de presunción  a alguien) no se hace nada en Guinea Ecuatorial, en el terreno de la política, las libertades fundamentales, derechos humanos, democracia, desarrollo de nuestro país.

Quede muy claro: Cuando hablo de «España», me refiero directamente a sus autoridades y mandamases.

Y así fue que, después del gigantesco esfuerzo realizado y los breves pasos alcanzados, gracias a la Resolución del Parlamento Europeo, tan pronto como intentó arrancar el tímido proceso de democratización de Guinea Ecuatorial, se abrieron tres tristes frentes: 1) El  del pueblo guineo que se desperezaba de su depresión y abatimiento, subiéndose, felices y alegres al caballo de los numerosos grupos políticos de oposición que emergían en el país. 2) Los Estados Unidos de América que en la figura de su Embajador (J.E.B.) comenzaron a espolear al régimen y animar al pueblo y a la oposición. 3) Francia y España; ésta, a través dnicolas-sarkozy-y-obiang-nguemae su Encargado de Negocios (J.Mª.R.) aconsejando prudencia, lentitud y nada de ilusiones a la oposición; y Francia, en esa misma línea, poniendo como ejemplo de calma lo difícil que fue conquistar la democracia en Francia. Ese extraño e inesperado tira y afloja entre el pueblo guineano, impotente y desasistido, y Obiang Nguema asistido y protegido por potencias exteriores  (Europa), fue, en el fondo, el que creó el desastre y el estrepitoso fracaso del proceso de democratización de nuestro país.

Hoy, en este preciso momento; en estos días, el pueblo guineano, siempre desasistido, impotente, solo y deprimido, vive el escenario de un posible vacío de poder, por la salud quebradiza de Obiang Nguema. Mientras la oposición política interna, ya aguada, se está filtrando por las rendijas del PDGE; y la oposición exterior se derrite en España, económicamente desasistida,  atrapada, enmudecida y «encarcelada» (Navalcarnero…).

Nos informan, sin embargo, que los Estados Unidos de América, impulsados por la vena afro-americana del Presidente Barack H. Obama, vienen insistiendo a Europa y muy concretamente a España y Francia para que de consuno (juntos), los tres países occidentales, tan de lleno implicados en la vida política, económica y en el control de nuestro país, encuentren una solución que, de una vez  para siempre, mire por la normalidad política y democrática de Guinea Ecuatorial. De momento solo nos consta que España está preocupada porque Guinea Ecuatorial puede ser una nueva Filipinas. Y Francia, a través de un Consejero, de momento tranquiliza a la familia y entorno de Obiang Nguema para guardar calma y no desesperarse ni hacer demasiado ruido ante la situación de su «hombre fuerte».

 Es la información que tenemos, mientras Obiang Nguema -dicen- podría estar andando el mismo camino que Mobutu Sese Seko Koukounguendu Wasabanga, hacia Marruecos.