Sin Acritud…
Cordura (26/9/2010)zapatero-y-mendez-secretario-ugt
Conforme se acerca el 29-S, arrecian el rechazo y las burlas, cuando no los disparates, de los sectores más antiobreros, que en este país ya copan la mayor parte de los medios sistémicos. Entre ellos no faltan quienes directamente pretenden deslegitimar el derecho a la huelga, en el marco de su estilo «indignado» y vocinglero habitual (pero recordemos que el buen hombre en cuestión es un viejo partidario de violar los derechos humanos más elementales).

Mientras, el gobierno y los sindicatos mayoritarios alcanzan un acuerdo sobre servicios ¿mínimos? y ambas partes muestran su satisfacción por ello. Confirmando su mala conciencia, el portavoz de UGT aclara que la convocatoria de huelga no persigue «hacer daño e incomodar a los ciudadanos». Toda una sorpresa para quienes, candorosamente, creíamos que la hacían para defender nuestros derechos…

Por su parte, como dicho acuerdo no es enteramente vinculante en toda España, las comunidades autónomas gobernadas por la Derechosa se hacen un traje a la medida. Y así, no podía ser menos,  Aguirre vuelve a exhibirse en su habitual línea estelar, riéndose de los convocantes e imponiendo unos servicios ¡¿mínimos?! aún menos mínimos que los del susodicho pacto gobierno-sindicatos.

El derecho a no hacer huelga
No son pocos los que, en estos días, subrayan la necesidad de respetar el derecho a no ir a la huelga el próximo día 29. Junto al gruñón arriba citado, están por ejemplo representantes de los empresarios y de los autónomos. Incluso cierto partido novicio con ganas de medrar en la arena política -el «Partido de la Libertad Individual»- lanza estos días una agresiva campaña en defensa del derecho a trabajar ese día, difundiendo al efecto consignas tan respetables como provocadoras.

Es llamativo constatar cómo quienes no suelen caracterizarse por la enfática defensa del universal derecho al trabajo, casualmente sí la ejerzan con vistas a un día de huelga general (huelga que, además, busca el respeto a ese derecho para todos los días laborables). De paso, pero no de pasada, la CEOE y el partido en cuestión advierten contra la previsible violencia de los piquetes, contribuyendo así a descalificar, globalmente y de antemano, la acción de protesta. La típica cortina de humo.

No será el autor de estas líneas quien niegue el sagrado derecho a no hacer huelga el próximo miércoles. Además, ya hemos dejado claro en un texto reciente que sólo es admisible la acción pacífica ese día. Nadie tiene derecho a violar la libertad de actuación y de conciencia de nadie. Cualquier acto o gesto en esa línea no sólo es inmoral -lo cual basta y sobra para rechazarlo-, sino también contraproducente para la causa laboralista.

Ahora bien, al observador mínimamente atento y sensible no debiera dejar de chocarle que muchos «defensores de la libertad individual» quieran poner la venda antes de la herida de los «piquetes violentos» mientras callan frente a la ya existente violencia patronal. ¿Es que tienen otra venda en los ojos? ¿O quizá es que no consideran, en la práctica, tan sagrado el derecho a hacer huelga como el derecho a no hacerla? Si es así, vaya liberales…

El derecho a ir a la huelga
No exageramos. Conocemos múltiples casos de tratrabajadoresbajadores que dudan si pararán el próximo miércoles por temor a represalias, cuando no lo han descartado ya (tres ejemplos: 1, 2 y 3). Es, aunque de baja intensidad, una forma de «terrorismo patronal». Cabe preguntarse si no serán muchos más los que renuncien a la huelga por ese temor, que quienes no puedan trabajar por causa de la acción piquetera. La vaga convicción de que es mejor «no meterse en líos», en una sociedad con un masivo «ejército de reserva» (los millones de parados), puede que sea incluso el principal motivo por el que muchos se retraigan en esa jornada. Lo demás, en la mayoría de los casos, son excusas (pero no seré yo quien juzgue a los que se sirvan de ellas, aun sin dejar de animarles a comprender que la pasividad será a la postre aún peor).

Sólo una extensa protesta, principio de una cadena de acciones en defensa de la dignidad humana, puede contribuir a revertir el rumbo de las cosas.

En este sentido, puede leerse estos días un testimonio que resulta desgarrador (su propio autor se expresa en esos términos). Bajo el título «La huelga general y la imposibilidad de hacerla», leemos:

«No acostumbro a utilizar esta bitácora para hablar de mí, pero tengo necesidad de sacar afuera lo que llevo dentro. Hoy en el trabajo nos han pasado un papel en el que debíamos consignar nuestra intención de acudir o no a nuestro puesto el próximo día 29, jornada de huelga general. Notaba que me desgarraba por dentro mientras escribía mi nombre y me identificaba como empleado, pasando a continuación a sentir una profunda decepción hacia mí mismo. No he tenido valor para hacer otra cosa. No paro de repetirme que si esta situación se da 20 años antes y sin cargas familiares a mis espaldas jamás hubiera consentido tal coacción; que ahora hay personas que dependen de mí y que no puedo poner su bienestar en juego por una cuestión de convicciones personales. Me parecen argumentos de notable utilidad práctica, pero que desde la óptica del amor propio y la dignidad personal me dejan profundamente insatisfecho. He cedido, he permitido que pasen por encima de mí. Pregunté a un veterano de la empresa y me confirmó lo que ya había oído antes: según su criterio y a tenor de su experiencia, quien haga huelga el día 29 sufrirá represalias. […]»

El texto se comenta solo. Sólo añadir que estamos ante un corazón dividido, como habrá tantos: busca lo mejor para los suyos aunque sabe que no es lo mejor para todos. Pero, a diferencia de muchos, no deja de reconocerlo públicamente, mostrando así su apoyo moral a la huelga (a fin de cuentas, ¿qué es ésta sino un testimonio contra la opresión? Lo de menos es la forma que adopte -siempre que sea pacífica-; es la motivación lo verdaderamente relevante).

Ir a la huelga, no se olvide, es otra manera de votar. Bien mirada, mucho más práctica que regalar una papeleta a cualquiera de los dos partidos que conforman el régimen pseudodemocrático PPSOE.

 Por otra parte, volviendo a los servicios ¿mínimos?, quizá no esté de más preguntarse si el mero hecho de que los haya no supone otra violación, en este caso estatal, del derecho a la huelga. Quienes deben cubrirlos, ¿podrán ejercerlo en toda su plenitud? Pero no esperemos que, tampoco a éstos, venga a defenderlos el «Partido de la Libertad Individual» (que antes bien, al más viejo estilo revientahuelgas, reclama con antelación «dureza» policial para asegurar el derecho opuesto).

 Necesidad del éxito de la huelga
ferran-y-blancoCreo que no costará entender por qué lo anterior ratifica la necesidad de un paro masivo y triunfante el próximo día 29. Vivimos unos tiempos de avance de la Reacción, con la consiguiente regresión de derechos y libertades. Está de moda recortar derechos, y por eso los poderosos, que lo saben -no en vano muchos de ellos son los responsables-, se burlan del sindicalismo y se valen de su poder para amenazar con el despido más o menos sutilmente.

 Frente a esa realidad se levanta el desafío de no arrugarse. Sólo una extensa protesta, principio de una cadena de acciones en defensa de la dignidad humana, puede contribuir a revertir el rumbo de las cosas. Ir a la huelga, no se olvide, es otra manera de votar. Bien mirada, mucho más práctica que regalar una papeleta a cualquiera de los dos partidos que conforman el régimen pseudodemocrático PPSOE.

 Es una manera de votar por el derecho al trabajo y, por lo que venimos viendo, a la propia huelga. Contra el despido liberalizado. Por el derecho a una jubilación digna, contra el anunciado «pensionazo» (congelación de las cuantías, alargamiento de la edad de jubilación, aumento de la base para el cálculo a 20 años). Contra el copago en sanidad, que ya se anuncia cada vez más alegremente. Por la soberanía de los pueblos, contra la tiranía de «los mercados». En suma, por la dignidad de las personas y contra la impostura de un sistema que se dice democrático mientras, cada vez más, nos coarta y aterroriza de mil maneras (más allá de la estrictamente patronal).

 La huelga ha de ser general no sólo en el sentido demográfico, sino porque hay muchos más aspectos que los meramente socioeconómicos amenazados aquí. Las tendencias no engañan. Sólo un seguimiento masivo puede afrontarlas.

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