Economía
Manuel Funes Robert (18/10/2010)huelga-en-francia
La jubilación con cargo al Estado es conquista reciente de nuestro tiempo. La inventó Bismarck en los años 70 del siglo XIX poniendo fin a toda la etapa anterior en que la imposibilidad de trabajar no tenía corrección alguna por parte del poder público. Bien es verdad que en esta situación estaban poco tiempo porque la vida media era muy corta, en torno a los 40 años.

El hombre está condenado a desaparecer y la llegada a ese final se va a cumpliendo paso a paso desde mucho antes de la muerte. Y hay un momento en que trabajar es difícil o imposible por mandato de la biología. Pero estamos viviendo en este siglo una prolongación de ese momento de manera que casi es el doble hoy la vida media. Porque lo que estamos viviendo es que la juventud se prolonga y la vejez se aleja. Con lo cual el número de jóvenes en el colectivo total aumenta continuamente llevándonos  a la conclusión de que el envejecimiento de la población es una gran mentira  y por tanto, las leyes ignoren lo que naturaleza les está diciendo.

Quiere esto decir que la lógica, apoyada en la biología, señala el camino correcto, que es mover paralelamente el cursor administrativo y el biológico. Lo contrario es convertir cada vez más a los jóvenes en viejos haciéndoles pasar de activos y contribuyentes a pasivos con cargo al Estado. Sarkozy tiene razón y su reforma es demasiado tímida porque los sesenta años de nuestra era están mucho más cerca de la madurez que de la vejez. Innumerables son los casos en nuestro tiempo en que lo mejor de si se da en ciencias y letras después de jubilados.

Siendo coherente, los jóvenes que se unen a la huelga deberían entonces pedir la jubilación a los 40 años porque así entrarían ellos antes en el mercado de trabajo. Conclusión, no hay huelga más absurda ni gobierno más seguro del bien que hace que la situación actual en Francia. Y cada cinco años debería calcularse el aumento de la vida media para retrasar en la misma medida la fecha de la jubilación.

Con todo lo anterior se lucharía contra la crisis y se agradaría a los mercados pues «los ingresos del Estado dependen de quienes trabajan y los gastos, de quienes no trabajan», equilibrando las cuentas. Siempre hemos defendido desde estas páginas el gasto público como vía a la solución de la crisis actual. Desgraciadamente me ha llegado un estudio profundo sobre el derroche público en España. Gemma Galan Vara, compañera mía en las tareas de la Sociedad de Estudios Internacionales (SEI) me ha hecho llegar un informe con el título «NO TIENE DESPERDICIO» que merece ser glosado porque como dice su titulo, no tiene desperdicio. Es el análisis más profundo y concreto del fenómeno. Con una identificación completa, con nombres, fechas y cuantías, la autora concluye diciendo  que con reducir a la mitad dichos gastos se evitarían los males que se han  echado sobre la población entera.

El fenómeno aludido es de antigua veracidad y ha coincidido con una época de expansión y pleno empleo lo cual indica que ese derroche no es causa de la crisis pues ha estado prefunes-robertsente cuando no la había. Cosa distinta es ver si la eliminación de ese mal pudiera ser remedio del mismo a pesar de no ser la causa. Y entonces hay que preguntarse si la reducción paralela de demanda que crea la eliminación de dicho derroche es cosa positiva en un momento en que la causa próxima de la crisis es el hundimiento de la demanda. Nada más oportuno que volver a recordar la sugerencia keynesiana de separar los parados en dos grupos, uno para cavar hoyos y otro para rellenarlos. El incremento o mantenimiento de la demanda sea cual sea su origen es la obligación primordial de los gobiernos de nuestro tiempo. También es de Gema Galán la idea que nos proponemos desarrollar que los errores de la izquierda de nuestro tiempo están dando vida a la resurrección de de los extremismos.

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