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Ana Camacho (17/11/2010)
Rajoy lo empieza a comprender que abdicar de las responsabilidades que España tiene con el pueblo saharaui no es un interés nacional. Alto y claro le ha reprochado a Zapatero, que el interés de España es defender «la libertad, la democracia y los derechos humanos» en el Sáhara Occidental. A Mohamed, como era de prever, no le ha gustado nada y ha acusado a Rajoy de atentar contra su estado. Pero, y ahí tenemos otra buena noticia: en lugar de darle la razón al tirano marroquí, (como su partido hizo con la crisis de Perejil), Zapatero se ha puesto del lado de la libre expresión de los partidos y de la prensa española. Ole.

No hay sin embargo que cantar victoria porque lo que los políticos decían ayer, mañana puede ser otra cosa y más si entre medias viene un ministro marroquí a Madrid a mover sus hilos. Así que hagamos lo posible para que a derecha e izquierda vayan afinando.

A Rajoy, por ejemplo, le ha faltado añadir a la lista de elementos que convierten la defensa del pueblo saharaui en un interés nacional, el más importante: el del derecho internacional. Lo tiene fácil porque exigir a un estado gamberro como es hoy el Marruecos de Mohamed VI, es la mejor receta para defender Ceuta y Melilla de las reivindicaciones expansionistas alauitas y, a la vez, defender la descolonización británica de Gibraltar, dos temas muy queridos por los electores del PP. Sólo la estricta adhesión al derecho internacional invalida el supuesto con el que desde Rabat defienden que, si España recuperase Gibraltar tendría, por coherencia, que entregarle a Marruecos las dos ciudades en la orilla sur del lago mediterráneo que rodea el Peñón.

La experiencia de los 35 años transcurridos desde la entrega del Sáhara han demostrado además que, cuanto más se tolera a Marruecos la desobediencia a las normas internacionales, más peligro hay de que seamos las siguientes víctimas de su ansias expansionistas. Creo que es por eso que el PP de Melilla, también criticó el domingo a Zapatero «por taparse los ojos» ante la actuación de Marruecos en el Sáhara.

El ejemplo de Rosa Díez
Rajoy
debería tomar nota de Rosa Díez que reclama la aplicación del derecho internacional en el Sáhara con mucha soltura y dominio, pidiendo al Gobierno que de a los saharauis «una voz internacional y, sobre todo, una voz española que salga a defenderles». Sería una forma de recuperar al menos parte de esas responsabilidades que corresponden a España como potencia administradora del Sáhara que sigue siendo, de acuerdo a derecho. Probablemente con ello sortearía mejor las suspicacias y críticas de los que le tachan de oportunista al utilizar el Sáhara como arma política contra el Gobierno.

Todo hay que decirlo, la dirigente de UPyD tiene ventaja porque ella ya se tenía muy estudiado el tema antes de que en El Aaiún se desatase el terror que ha dado un giro inesperado al conflicto saharaui, haciendo astillas de los supuestos del argumentario que habían convertido la propuesta marroquí de autonomía a los saharauis en una propuesta «viable» y «creíble».

Además, en el partido rosa no tienen por el momento a expertos en el Magreb como el diputado Gustavo de Arístegui, que puede presumir de haber sido condecorado por Mohamed VI por su labor a favor de las buenas relaciones hispano-marroquíes. Entre sus méritos está el de haber unido su voz a la del ex ministro Moratinos, el gran experto en el Magreb del PSOE, para alabar los cambios democráticos del régimen marroquí y pedir al pueblo saharaui que acabase con su «maximalismo» y renunciase al derecho de autodeterminación (reconocido por la ONU) en nombre del «realismo político» marcado por la ley del más fuerte.

La falsa neutralidad activa
A estas alturas, Arístegui todavía sigue sembrando la confusiódictadura-marroqui-asesina-foto-de-ricardo-aznarn en su partido y dando la razón a los que acusan a Rajoy de ponerse ahora del lado del pueblo saharaui para utilizarlo como arma política contra Zapatero. Critica a Zapatero aparentemente por su falta de claridad a la hora de pronunciarse sobre la ola de represión marroquí. Pero, cuando se presta atención a lo que dice en las entrevistas que le han hecho Los desayunos de la Uno, lo que realmente le reprocha al presidente socialista el diputado pepero, es haber abandonado la política de «neutralidad activa» que mantuvieron los anteriores gobiernos españoles desde la entrega del Sáhara a Marruecos en 1975. Es decir, lo que añora no es (como en cambio ha pedido su compañera Dolores de Cospedal) que el Gobierno español «se ponga del lado del pueblo saharaui», sino esa supuesta política de falsa equidistancia que apuesta por una solución negociada «viable, justa y duradera» aceptada de mutuo acuerdo.

Vamos, que si Arístegui cumple su sueño de ser ministro de Exteriores, y Marruecos se empeña en no acatar el derecho internacional y sigue pisoteando las resoluciones de la ONU que amparan al pueblo saharaui, España seguirá mirando y callando, escudándose en la «neutralidad activa» que, en la práctica, reconoce a Marruecos unos derechos que no tiene. Habría que preguntarle al señor Arístegui si, en caso de que Mohamed decidiese invadir Ceuta y Melilla, o las islas Canarias, también sería partidario de que una solución negociada con el invasor y aceptable para ambas partes, es decir, agresor y agredido. ¿Qué credibilidad puede tener una solución autonómica en un estado que no tolera ni siquiera una protesta socio-laboral?

El nefasto dúo Moratinos-Arístegui
En realidad, Moratinos y Arístegui son dos caras de una misma moneda, la que ha hecho lo posible durante 35 años para liar a los españoles haciéndoles creer que España había transferido a Marruecos la administración del Sáhara o mirar hacia otro lado con la dictadura en Guinea Ecuatorial de Teodoro Obiang. Por eso no hay que extrañarse que Arístegui viese las primeras reacciones de la nueva ministra de Exteriores Trinidad Jiménez sobre el genocidio en El Aaiún -las de «no se podía estar ni con unos ni con otros»-, como una señal positiva de que se ha recuperado «un poquito» esa dichosa «neutralida activa» que él asocia a tiempos sin problemas.

Los acontecimientos están, sin embargo, obligando a la clase política a reconsiderar muchos supuestos que hasta hace dos semanas parecían verdades inamovibles y tanto en el PP como en el PSOE surgen voces que cuestionan el argumentario que Arístegui y Moratinos defendieron a dúo en favor del anexionismo alauita. Seamos justos: realmente a Zapatero lo de la política exterior se le da tan bien como la económica pero, en este caso, sólo es culpable de haber abandonado los tapujos de una política que era todo menos neutral porque, al hacer dejación de nuestras responsabilidades legales (las de autoridad administradora), le quitaba al pueblo saharaui la voz que, como dice Rosa Díez, tanto necesita en los foros internacionales para defender sus derechos.

gustavo-de-aristeguiSi estamos como estamos, con el norte de África al borde de una guerra, se lo debemos en buena parte a la gran contribución que ha tenido la «neutralidad activa» en convertir la región en un polvorín. Hay que cambiar de camino, parece, con el conflicto del Sáhara y el enfoque de la amistad con el rey de Marruecos que no es precisamente la amistad con el pueblo marroquí. El problema es que los que en el PP y en el PSOE sabían de qué iba el tema de la responsabilidad española emplearon sus conocimientos para ocultar el engorro, y los que ahora intuyen que esta estrategia de evitar problemas ya ha caducado, no siempre dominan el tema.

Es el caso del vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons al que, en otro de esos Desayunos en la 1, he oído pedir al Gobierno que cumpla con sus compromisos internacionales, y recupere ¡la autoridad administradora! Muy bien si no fuese porque, a renglón seguido, va y dice que hay que respetar… ¡los acuerdos de Madrid de 1975!  Por lo visto no tiene claro que, si España sigue siendo la potencia administradora del Sáhara, es porque los acuerdos de Madrid fueron un timo.

¿Qué por qué creo que lo de Pons es ignorancia y no engaño? Por eso que dijo que le entristecía pensar «que si los ingleses o los franceses hubieran sido responsables de un Sáhara con su nombre de apellido, no lo habrían desatendido como noostros al Español». Cuando se piensa en estos términos, es porque se sufre un sano escozor en el orgullo patrio que no desaparece con una pomada oportunista. Por supuesto que, después de esta semana de tanto bochorno y vergüenza ajena, el cuerpo me pide una pizca de optimismo. Pero comparemos lo de González Pons con cómo lo hizo en los mismos desayunos, unos tres días antes, su compañero Arístegui que no se confundió: habló siempre de España eludiendo hablar de lo de la «autoridad administradora» y empleando astutamente el calificativo de «colonial» libre en ese contexto de inoportunas implicaciones legales. Él sí que sabe.

PT. 1) No quiero desanimar a González Pons al que vi en la manifestación a favor del Sáhara del domingo con cierto aire de pulpo en un garaje. Aguantó a las provocaciones de los que todavía consideran más importante que la causa saharaui sea solo suya a que Mohamed vea que los españoles de todo el arco político y apolítico estamos unidos en el mismo frente, sin fisuras. Como a Rosa Díez y los suyos, le dijeron lo de «fuera de aquí, facha» pero él aguantó como un solo hombre y un patriota sin perder la sonrisa. Fue recompensado por siana-camachompatizantes peperos que andaban camuflados en la marea humana mayoritariamente izquierdista y que, cuando lo vieron en la puerta del Sol, le aplaudieron. Por si le sirve de ayuda, he montado un apartado en la cabecera sobre por qué España viola el derecho internacional con el Sáhara en el que intento esquematizar mis investigaciones sobre por qué los acuerdos de Madrid nunca existieron.

2) Gracias Antónia, gracias Javier por los ánimos.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Ana Camacho
, periodista, activista intelectual y física, de los derechos humanos, que también se puede leer en su página de inernet, enarenasmovedizas.