Ana Camacho (13/3/2010)ana-camacho
Lo que dijo Zapatero en Granada sobre el Sáhara no fue lo peor de su repertorio sobre el tema pero tampoco es lo que debiera ser para un paladín del derecho internacional como él dice que es. No se pronunció abiertamente por la solución autonómica como ya ha hecho en otras ocasiones. Pero se limitó a desear una solución a base de diálogo en el marco de la ONU, lo cual es como no decir nada a favor del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. ¿Alguien cree que Marruecos se va a retirar a estas alturas del Sáhara a golpe de puro diálogo?

Con ello Zapatero sigue con su estrategia de falsa equidistancia entre las dos partes que, en la práctica, sitúan a España en una flagrante violación del derecho internacional y ridículo internacional. La Carta de la ONU lo dice muy claro en el art. 73: las potencias administradoras no pueden permitirse el lujo de ser equidistantes cuando lo que está en juego es el interés y bienestar de un pueblo bajo su tutela y esa es precisamente la situación del Sáhara con respecto a España.

Así sigue siendo para la ONU desde 1975 lo que implica que, de acuerdo al art. 73 de la Carta, España tiene entre sus obligaciones internacionales el «encargo sagrado» de promover el bienestar de los habitantes de esos territorios y asegurar «el justo tratamiento de dichos pueblos y su protección contra todo abuso». La Carta de la ONU lo dice claro: mientras el pueblo saharaui no haya alcanzado «la plenitud del Gobierno propio», cualquier Gobierno español debe actuar reconociendo el principio de que los intereses de los habitantes de esos territorios «están por encima de todo».

Y como también establece la Carta de la ONU en el art. 103, no hay excusa que valga porque no hay ley española ni obligaciones contraídas por los estados en virtud de otros tratados internacionales que puedan entrar en conflicto con estas obligaciones que «siempre prevalecerán».

En este marco, lo menos que había que esperar era que Zapatero forzase en las declaraciones europeas una mención a favor de los derechos humanos que, dicho sea de paso, el régimen marroquí no sólo viola con los saharauis.

Era lo menos, teniendo en cuenta además el feo que Mohamed VI le ha hecho a Zapatero no acudiendo a Granada a dar boato andalusí a la cumbre europea. Hubiese sido lo propio en el marco de acontecimiento que el propio régimen alauita ha calificado de «histórico» y que exhibe ante su opinión pública como un reconocimiento internacional de sus supuestos avances democráticos y su política anexionista con el Sáhara. Pero Mohamed no ha querido devolverle el favor de este impagable balón de oxígeno a Zapatero que contaba con una foto juntos en La Alhambra para demostrar al mundo los grandes logros de la Alianza de Civilizaciones.

Mohamed ha sido inflexible. Nada de gestos que Zapatero pueda vender ni en casa ni afuera para jugar al gran estadista internacional que ha sabido ganarse un hueco junto a Sarkozy a la hora de confeccionar una política europea para el norte de África. Parece que en Rabat prefieren apostar por Rajoy que tanto critica la tibieza de Zapatero con las tiranías de los Castro de Cuba y los desmanes de Chávez en Venezuela pero está arrobado con las grandes dotes de demócrata de Mohamed VI.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Ana Camacho
, periodista, activista intelectual y física, de los derechos humanos, que a partir de ahora tendremos la oportunidad de leer en espacioseuropeos.com y en su blog arenasmovedizas.