África
GEES (3/2/2011)
Los días 30 y 31 de enero se celebró en Addis Abeba la 16ª cumbre de la Unión Africana (UA) dominada por la crisis de Costa de Marfil y la partición de Sudán pero también -aunque no estaba en la agenda- por la amenaza a la continuidad de Mubarak, por la caída del régimen de Ben Alí, y por los llamamientos al cambio que hay detrás de estas protestas; aunque al final estos últimos asuntos quedaron en un segundo plano dejando un abismo entre las palabras de los dirigentes africanos y los acontecimientos.
Cumbre en la que también participaba el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, y presidente francés, Nicolas Sarkozy. Y cumbre en la que además el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, fue elegido para dirigir la joven organización africana durante el próximo año. Con la que está cayendo y no se les ocurre otra cosa…
Imaginen la surrealista escena en Addis Abeba: Ban Ki Moon pidiendo en la tribuna que los líderes de los países escuchen atentamente las voces de su pueblo bajo las atentas miradas del nuevo presidente de la UA, de Mugabe, de Gadafi y de Al-Bahir. ¿Quién de todos ellos es el más cínico?
Sucesora de la Organización para Unión Africana (OUA), la UA nació en 2002 inspirada en la Unión Europea, con los objetivos puestos en: impulsar la democracia y la paz en África, la transparencia y el buen gobierno; tratar de superar los conflictos armados que sufre el continente dando un mayor protagonismo a la sociedad civil; e intentar no ser tachada como su antecesora de ser «el club de los dictadores». Y no va por buen camino. Porque si en 2007 la UA rechazó dar la presidencia de la organización a Sudán por la continua violencia en Darfur, en 2009 -bajo la presidencia del líder libio, Muammar el Gadafi– manifestó que la organización no acataría la orden de detención contra Al Bachir por crímenes de guerra y lesa humanidad, presuntamente cometidos en el oeste de Sudán, por considerarla injustificada y contraria a todas las reglas del derecho internacional.
África sigue dominada y gobernada por una gerontocracia que se aferra al poder con apariencia democrática y, si alguien les critica, echan mano de la denuncia de comportamientos racistas y colonialistas. Ellos forman la UA y, claro, no va a proteger una organización los derechos de sus ciudadanos frente a sus propios dirigentes.
Con Obiang no cambiarán mucho las cosas. El presidente guineano no dista mucha de los Mubarak o los Ben Alí. Con una población que ha caído en picado en los índices de desarrollo humano, su familia despilfarra el dinero del país, y el Gobierno atribuye cualquier acusación a conspiraciones de quienes ambicionan sus riquezas naturales, en este caso el petróleo. Su explotación, iniciada en 1996, ha llevado a Guinea Ecuatorial a convertirse en el tercer productor africano.
Obiang tuvo incluso la desfachatez de donar tres millones de euros a la UNESCO para apadrinar el Premio Internacional de las Ciencias de la Vida, Obiang Nguema Nbasogo; otra manifestación del más puro surrealismo. Y la agencia de la ONU lo aceptó y tiró hacia delante con ella hasta que las críticas internacionales, por la aceptación de una donación de un régimen donde las libertades fundamentales son pisoteadas, forzaron su suspensión.
El respaldo que ha tenido la UA de la comunidad internacional desde su formación, como su alentadora respuesta al involucrarse en crisis como la de Darfur a pesar de contar con pocos recursos, quedan en nada cuando, con lo que está cayendo en el norte de África, no tiene a nadie mejor que a Obiang para presidir la organización. Está todo dicho.
N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Gees.