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José Manuel G. Torga (31/5/2011)
Acaba de cumplirse un año más desde que el  neozelandés  Edmund Hillary, con el sherpa  Tenzing Norgay,  coronó  por primera vez en la Historia, el 29 de mayo de 1953, la cima del mundo, o sea los 8.844,43 metros (medición de 2005, que redujo la estimada antes, de 8.848 m) de altura sobre el nivel del mar, del monte Everest.

En 1974, por tanto 21 años después, tenía lugar la I Expedición Española al Everest, con el proyecto complementario de hacer una película. Me correspondió entonces, con tal ocasión, viajar a Nepal, por el programa informativo monográfico de Radio Nacional de España, «Enviado especial». Me acompañaba, como ayudante, Juan Nepomuceno Servert Joly, que trabajaba en RNE y en el diario «Ya», después de haber pasado por la agencia alemana de noticias DPA.

Aquel  intento de nuestros esforzados montañeros no logró alcanzar la cima, si bien representó un avance para aventuras posteriores. En deportes tan duros no es fácil vencer a la primera, si bien hace falta intentarlo, para ir a más en pruebas sucesivas.

En el Nepal de aquel entonces, que era todavía un reino, el apicultor Edmund Hillary, distinguido por la monarquía inglesa con el título de Sir, pasaba seis meses al año. Era todo un mito, volcado, además, en fundaciones culturales y benéficas a favor del pueblo sherpa.

Yendo con mi colega Juan Servert al bar «Yak and Yeti», encontramos allí a Edmund Hillary, con quien mantuvimos una breve entrevista.

P.- ¿Fue para usted muy difícil la conquista del Everest? -le pregunté.
R.- Creo -contestó- que, en los muchos años que he sido montañero, dediqué mucho tiempo a la labor de preparación para la conquista del Everest, y mi mayor ilusión fue conseguirlo. De modo que,  cuando lo logré, intenté, por todos los medios, permanecer el mayor tiempo posible en la cumbre.

R.- Y, otra cosa: ¿ha tenido noticia de la actual expedición española al Everest?
R.- He tenido contacto con alguno de sus miembros. Yo estaba en Khumbu hacia mediados de mayo y seguí sus esfuerzos con interés. Pienso que era de esperar que el tiempo, en mayo, fuera muy inseguro; y, en efecto, el mal tiempo duró bastantes días, con lo cual, al no contar con condiciones atmosféricas favorables, les resultó más difícil acercarse a la cima de la montaña.

De entonces a hoy
Aquella primera expedición española al Everest, patrocinada por Tximist, tenía como jefe y médico a Juan Ignacio Lorente, de Vitoria. Dos de los expedicionarios, Ángel Rosen y Felipe Uriarte, ascendieron hasta los ocho mil quinientos metros; el segundo de ellos con síntomas de congelación en una mano.

A 300 metros de la cumbre, la llegada prematura del viento monzónico les impidió cumplir las expectativas. El esfuerzo de cuatro meses en la montaña, el despliegue con más de un millar de porteadores y los peligros sorteados -especialmente en «La cascada de hielo»- donde, en otra expedición anterior, murieron siete sherpas, les había permitido acariciar el triunfo. Pero el resultado les dejó un sabor a desilusión, aunque con la moral propia de quienes habían abierto brecha para otros compatriotas en el futuro.

Desde entonces hasta hoy son numerosos los alpinistas españoles -hombres y mujeres- que ascendieron al Everest y no todos por la misma cara. Además, el historial de los retos cuenta incluso con conflictos políticos. En 1980, una expedición dejó en la cima el rastro de ETA: el anagrama del hacha y la serpiente.

Las huellas españolas se han ido sumando en lo más alto. Ningún pájaro, dicen, vuela sobre el Everest.