Sin Acritud…
Cordura (17/6/2011)buitres
Concluimos aquí esta visión del movimiento español por la dignidad cuya primera parte publicamos ayer. Se trata de alentar las manifestaciones pacíficas previstas para este domingo. No queremos su «pacto por el euro», queremos un pacto por la gente. Y a propósito, cuidado con las  infiltraciones policiales que buscan provocar ( ver también)

. Seguimos ahora donde ayer lo dejamos.

– ¿Eso no suena demasiado utópico?
Quizá, pero en conciencia no hay otro camino. Y el reto es aún más difícil por cuanto cambiar el mundo exige primero cambiarse uno mismo. Gandhi animaba a la gente diciéndole: «Sé tú el cambio que anhelas ver.» Las revoluciones, incluso las que parecen triunfar en principio, acaban fracasando porque entre los revolucionarios sólo unos cuantos tienen suficiente calidad humana. Y no muy distinta es la realidad moral de sus pueblos.

No puede haber revolución social sin regeneración personal

– ¿Hay que esperar entonces a que todas las personas cambien antes de hacer la revolución?
Eso no está en nuestra mano. El hecho es que el Sistema causa dolor a mucha gente y no podemos esperar. Nuestra acción, pese a ello, ha de ser tranquila y basada en los principios más elevados. Así los demás verán nuestro ejemplo y el cambio de una persona resultará contagioso para las demás. Eso ya es cambiar el mundo.

– En función de lo visto, ¿cuáles deben ser los objetivos del movimiento español por la dignidad?
Los que favorezcan la erradicación del Sistema avanzando sobre bases realistas. Y eso, en las condiciones actuales, pasa por unas cuantas metas irrenunciables:

1. Nueva cultura política interna. Acabar a corto plazo con el monopartidismo PPSOE. Denunciar para ello la esencial complicidad entre sus dos alas (y aledaños: CiU, UPyD…), romper la ficción «izquierda-derecha» con la que nos embaucan para mantenernos divididos y enfrentados. Perseguir de forma implacable la corrupción en toda su magnitud. Exigir que se cumpla el principio electoral «una persona, un voto». Instaurar una democracia genuina, participativa, con capacidad para revocar a sus gobernantes «sobre la marcha» y en cualquier momento.

2. Defender sin descanso las conquistas sociales, pero también sin egoísmo. Eso implica negarse en redondo a que los gobiernos impongan medidas regresivas, pero también estar dispuesto a cambiar nuestros actuales planteamientos competitivos e insolidarios por otros de tipo cooperativo (reparto del trabajo, renuncia a un estilo de vida consumista y a un salario superior a nuestras necesidades reales, rechazo de la cultura hedonista, asunción de nuestra responsabilidad moral hacia pueblos más desfavorecidos…).

3. Denuncia del sistema bancario y monetario nacional e internacional y medidas para su superación. Poner coto a la banca privada y entidades similares. Cárcel para los banqueros y financieros responsables de la crisis. Cuestionamiento de la usura, motor del negocio bancario, incluido el inmoral sistema de reserva fraccionaria. Banca ética -pública o privada- que preste a bajo interés y anteponga siempre la persona y el bien común al afán de lucro. Establecimiento de un impuesto (tasa Tobin) a las transacciones financieras internacionales para disuadir la especulación desmedida. Estrecha persecución de la evasión fiscal.

4. Soberanía popular y nacional frente a «los mercados» y a los organismos internacionales a su servicio. Soberanía que jamás deberá entenderse en un sentido nacionalista, sino que aspirará a una soberanía popular global (planetaria) como única garantía de que los magnates dejen de imponer sus caprichos a la humanidad.

5. No a la guerra, en particular a todas las guerras de la OTAN (ente belicista donde los haya), y salida de nuestro país de esa organización. Resulta imprescindible comprender que este punto es, en realidad, de la misma naturaleza que los previos, pues lo que está en juego es un Sistema basado en la dominación político-económica frente a los derechos de los pueblos a los que somete. Entre ellos está el derecho a la vida que las guerras siegan de manera sistemática.

– Y para conquistar estas metas, ¿qué rasgos debe reunir el movimiento español por la dignidad?
Ya hemos hablado de algunos de ellos, pero las notas básicas del movimiento se pueden esquematizar así:

– Partidario de la no violencia estricta e incondicional. Cualquier otro proceder es contraproducente frente al superpoderoso enemigo global. Debe quedar claro, en todo caso, que no se trata de una táctica ni de una estrategia, sino de principios. Aún más, de una manera de ser.

 Somos el recuerdo de la conciencia que perdisteis

 Transversal social e ideológicamente. Aunque lo componga gente trabajadora (o, en el caso de los desempleados, aspirante a serlo), el movimiento no tiene por qué ser clasista. Reunirá al conjunto del pueblo, que en la sociedad postindustrial tiene muchos intereses comunes frente a los actuales amos del Sistema. Y no discriminará a nadie por sus ideas o creencias, sin perjuicio de mantener claros sus objetivos y metas irrenunciables.

 – Radical. Debe ir al fondo de las cosas recordando siempre la raíz de los problemas. No se pretende poner parches a un traje roto y desgastado, sino diseñar un traje nuevo.

– Imaginativo, pero bien planificado. No es tanto «La imaginación al poder», como la imaginación contra el poder humano sobre humanos y al servicio de enfoques cooperativos que hagan posible un mundo distinto. Pero midiendo bien cada paso, de manera que se minimicen las sorpresas desagradables.

– Global. Sus miras no han de ser localistas -mucho menos, etnicistas- y deben tener el mismo alcance que los retos que se le presentan. Para ver las estrellas más remotas, no bastan unos prismáticos, hay que usar un buen telescopio. Respetando siempre, eso sí, la visión de los que miran desde otros ángulos y usando otros instrumentos, incluso la de quienes lo hacen con prismáticos.

– ¿Es cierto, como dicen algunos, que el 15-M es de izquierdas?
Ésa es otra trampa. Se le trata de encasillar en ese ámbito para desacreditarlo, habida cuenta de que el movimiento proclama su apartidismo. También se busca con ello «domesticarlo», quitarle cualquier «tentación» revolucionaria.

union-europeaPor supuesto, cualquier corriente que se enfrente a un sistema capitalista deberá tener rasgos comunes con la izquierda clásica. Pero en la presente sociedad postindustrial y aun post-posmoderna, la dicotomía «izquierda-derecha» sólo favorece al propio Sistema. Como subraya otro lema del 15-M: «Esto no es una cuestión de izquierda contra derechas, es de los de abajo contra los de arriba.»

Lo importante es no perder el norte, no dejarse enredar, y recordar la magnitud de las injusticias contra las se están combatiendo.

– ¿Hay, entonces, motivos reales para estar indignados?
Sobran. Valgan tres ejemplos sangrantes. El primero es un escándalo que escandaliza demasiado poco: el  obsceno negocio de las incalificables agencias calificadoras  

(Moody’s, S&P…). Fueron co-causantes de la crisis, pero ahora se dedican a dar lecciones de conducta económico-financiera. Intervienen descaradamente en los asuntos nacionales. Son capaces de tumbar gobiernos por medio de sus «calificaciones», de arruinar a países enteros. Para colmo, sus accionistas están lucrándose, comprando baratas, entidades crediticias españolas que previamente contribuyeron a devaluar. Y sobrelucrándose con inversiones en deuda pública de nuestro país tras provocar el encarecimiento de los bonos. Esto es como el árbitro de fútbol que favorece la victoria de los equipos que le pagan bajo cuerda (en realidad es peor: se trata de auténtico terrorismo financiero).

– ¿El segundo ejemplo sangrante?
En plena marejada de indignación popular, el presidente del Congreso sugirió reducir el número de plenos semanales. Cuando en España se rozan los cinco millones de parados, José Bono arguyó que numerosos portavoces de los grupos lo pedían. Un alarde de sensibilidad social. Finalmente la iniciativa -que Bono ya intentara colar hace unos años- no prosperó. Pero lo relevante aquí es que refleja la inercia típica de la casta política que padecemos, acostumbrada a la autoconcesión de privilegios incluso en época de vacas flacas… para los demás.

– ¿Y el tercer ejemplo sangrante?
Basta pensar en las guerras imperiales. Con la complicidad mediática, los poderosos crean el casus belli para engatusar a la «opinión pública». Así, con mentiras sobre el 11-S invadieron Afganistán. Con la trampa de las «armas de destrucción masiva» conquistaron Irak. Blandiendo unos supuestos «bombardeos sobre civiles» que nadie probó jamás, llevan meses bombardeando Libia, civiles incluidos. Y aireando un «programa nuclear bélico» que reúne la misma evidencia empírica (nula), están dispuestos a masacrar iraníes.

Os creéis dioses, pero Dios no cree en vosotros

Seguramente éste es el ejemplo más sangrante de los tres, y no sólo en sentido literal.

– Concluimos: ¿Podemos ser optimistas sobre el éxito del movimiento?
No, pero espero que nos veamos en la manifestación.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Cordura.