Internacional
Cordura (24/9/2011)
Palestinos, culpables por querer ser libres
Nunca insistiremos demasiado en ello: la clave del éxito sociopolítico no radica tanto en ser bueno o malo como en acaparar el punto de vista. El protagonismo tiende a asegurar la identificación del espectador. Éste siente que le va mejor si al «héroe» de la historia le va bien.
Quizá sorprenda, pero al estado palestino lo reconocen como tal 127 de los 193 países de las Naciones Unidas. En la práctica, el dato importa poco, pues cuando el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, reclama ese estatus oficial en la ONU, se estrella contra el muro de los protagonistas: los grandes países occidentales más la «única democracia de Oriente Próximo».
«Obama se reunirá con el líder palestino por la crisis en la ONU».
«Israel, en estado de alerta ante el discurso de Abbas…».
«Israel se siente bajo asedio».
Naturalmente que en otros titulares el sujeto es «Palestina» o «Abás», pero no confundamos actor principal de una secuencia con protagonista de la película. Los palestinos, cuyas razones son clamorosas, suscitan las simpatías del mundo entero, pero el guión de la política internacional ni se escribe, ni se rueda, ni se muestra desde su punto de vista.
A Abás le echan en cara que no quiere negociar. Es como culpar a un toro afeitado después de haberlo mareado, rejoneado, banderilleado y estoqueado porque al fin, exhausto, saca fuerzas de flaqueza y embiste levemente al matador. Los sionistas nunca admitirán que sus «negociaciones» con los palestinos consisten en ganar tiempo hablando de paz mientras sus colonos prosiguen los asentamientos, con periódicas masacres de fondo (por cierto, al tiempo que Abás pide su estado en la ONU, el ejército «israelí» ya ha matado a un palestino).
Y ojo, que Abás no es precisamente un «radical». Vista su trayectoria, quizá no anda lejos de ser un agente del imperialsionismo (recordemos que Hamás -movimiento demonizado por los protagonistas- ganó las elecciones de 2006, pero al año siguiente Fatah, el partido de Abás, se hizo con el control político-militar de la mayor parte del territorio y de más de dos tercios de la población). Y, desde luego, su discurso de este viernes no puede ser más moderado.
«No hay atajos para la paz en Oriente Medio», dicen que ha dicho también Obama. Atajos, no; obstáculos, muchos. Pero no esperemos que hable de ellos quien los pone. Le preocupa más el voto judío.
El misterio de la censura censurada…
El pasado miércoles, los consejeros de RTVE se volvieron repentinamente locos y aprobaron la censura previa de contenidos informativos (o su «derecho» a acceder a ellos antes de su divulgación). Lo hicieron con los votos de los representantes de PP y CiU, y gracias a las abstenciones de los del PSOE, ERC y CC. OO. (sólo se opusieron el consejero de IU y el de UGT). Al día siguiente, tras el aluvión de críticas recibidas, dieron marcha atrás. Pasó un día más y llegó la primera dimisión…
Ésa es, al menos, la versión que se deduce de las absurdas explicaciones de los responsables. El de CiU acusa a los del PSOE de haberle convencido (aparente afán de exculparse, sin perjuicio de que los segundos realmente le convencieran). La abstención del consejero de CC. OO., quizá el dato más sorprendente de todo el escandalazo, la explicaba él mismo dando a entender que no había captado las implicaciones de la medida. Algo similar a lo que alegan otros «ingenuos» compañeros suyos del Consejo.
¿A qué jugó esta gente? ¿Qué alma cándida puede creerse que los máximos responsables de la libre información del ente público no supieran que tener acceso a los contenidos por anticipado implica censura previa? Y, por limitarnos a lo más relevante, ¿por qué PP y PSOE, ante la proximidad de una cita electoral, se pusieron de acuerdo para aprobar esa medida? ¿Realmente podían creer que fuera bien recibida? La sociedad española está fuertemente anestesiada, pero (aún) no llega a tanto.
Aunque no podemos despejar todas las incógnitas, los hechos no dejan de ser reveladores:
1. Al monopartido PPSOE se le ha vuelto a ver el plumero.
2. Lo ocurrido abona la idea de un pacto de gobierno entre PP y PSOE para después de las elecciones, seguramente apremiados por el Sistema y preocupados por salvar el régimen (recuérdese que las comparsas nacionalistas y sindical también son parte interesada del mismo).
3. Pero la posibilidad más siniestra, en absoluto descartable, es que se tratase de un primer ensayo de cara al estado policíaco, precisamente de inspiración sistémica.
De cómo el Nobel de la Paz «celebró» el Día Internacional de ésta
«No es apropiado para un presidente de Estados Unidos intervenir en casos específicos como éste» (Jay Carney, portavoz de la Casa Blanca).
¿Cuántos saben que el pasado miércoles se celebró el Día Internacional de la Paz? Sí, el mismo día en que fue «ejecutado» Troy Davis tras más de veinte años en el corredor de la muerte. Le aplicaron la inyección letal pese a no existir pruebas sobre su culpa, a que siete de los nueve testigos se retractaron de su acusación y a que Troy proclamó hasta el último segundo su inocencia. Pero lo más grave no fueron los «agravantes», sino que meros mortales dispusieran de su vida.
Cuentan que el gobierno francés «deplora» la ejecución de Troy. Aún no se han cansado de matar libios, ni afganos… pero eso no impide a Sarkozy y los suyos llorar hipócritamente este otro crimen.
En cambio, el jefote global, pese a ser Nobel de la Paz, no se conmovió lo bastante como para «intervenir en casos específicos como éste». Parece que le estimula más intervenir para matar y masacrar en sus guerras de agresión, donde los muertos suelen ser menos «específicos». A fin de cuentas, según Gallup, el 64% de los estadounidenses apoya la pena de muerte. Toda una bolsa de votos como para andarse con pequeñeces. Aunque sea en el Día Internacional de la Paz.
N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Cordura.