Sin Acritud….
Luis María Sánchez (13/10/2011)
Alzheimer: el penoso fin de un paradigma: los amiloides no son la causa, la acetilcolina tampoco. Ningún fármaco tiene el efecto esperado. ¿Qué dice, entonces, el saber popular?
Que cuando una persona queda en ese estado, [absorto, ensimismado, apático, desinteresado, sin capacidad de emocionarse, con profunda desatención, con fallas en los reconocimientos sensoriales], es porque se ha entregado, se ha rendido, que bajó los brazos, que quiere irse, tal como está asentado en diccionarios de diversas lenguas: surrender oneself, delivered to death– Scott Fitzgerald, Webster Third New International Dictionary,1986; render-se, morrer; dar vida à morte, desiste de lutar, Diccionario Enciclopédico Portugués, Espasa Calpe, 2001; donner la vie, payer vie, French Encyclopaedia Paris [1982-85]; de entregar [entregar –la, fam. morir, acabar la vida] del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia que lo asocia explícitamente con la muerte y ello ya está en la edición de 1731.
Como en muchas cuestiones el saber popular ya anunciaba al nuevo paradigma que ahora se va imponiendo. En realidad, todo orientaba ya hace casi dos décadas que lo que se ha dado en llamar alzheimer no se desencadena por una alteración genética, por un déficit de acetilcolina en el cerebro ni tampoco una perturbación neuro fisiológica producida por substancias tóxicas u otras causas físicas, químicas o biológicas orgánicas, sino por… una profunda crisis psicológica, lo que ya está ampliamente reportado.
Lo más frecuente es que comience con una pérdida personal muy penosa sin capacidad de afrontamiento o de encontrarle una salida, que arrastra tras de sí la identidad misma de la persona, de lo que cree que es, que ha construido alrededor de lo que ha perdido [su esposo, o hijos, un hermano entrañable, el hijo varón, o la hija mujer, o el trabajo, un talento, un amante, una especial capacidad o habilidad física o mental, un rol social, la capacidad de seducción, el dinero, etc.].
El caso emblemático y más frecuente es la mujer que ha perdido a su marido y que su vida era estar todo el tiempo detrás de él, con una relación de extrema dependencia. Puede decirse que ha perdido lo que creía que le daba sentido en este mundo. Y todos los casos tienen este antecedente, cambiando a la pérdida, claro está, a poco que se rastree en su historia de vida.
Ahí está la clave, no sólo para la terapéutica sino también para la prevención. A veces no es una sola pérdida sino una cadena de ellas. Pero quien niega la influencia de la psicología sobre nuestro cuerpo y que somos una unidad interactiva, es ciego a esta causalidad. Ceguera que impone el pensamiento mecanicista para considerar muchos problemas del ser humano, muy funcional para el inmenso negocio de los fármacos. Que ha negado lo obvio: que es con mucha más frecuencia un fenómeno que se da con las mujeres.
No es cualquier pérdida, sino una muy singular, por lo que es altamente improbable: tienen que darse factores y circunstancias muy especiales, incluso durante la crianza y el desarrollo. La persona entra en un duelo patológico, en melancolía, lo que no puede resolver y entonces, demudada e inerme frente a su nueva realidad, trata de desvincularse de ésta, la rechaza y no quiere luego ser parte de la misma porque ya no se siente contenida, y llega incluso a desear la muerte. Expresa por ejemplo que quiere irse, que molesta, que está de más, que no sabe para qué vive.
Esto lleva a la persona a una desatención marcada de lo que ocurre a su derredor al quedar atrapada por el pensamiento penoso de la pérdida irreparable que no le encuentra salida, que es interpretada por sus interlocutores y hasta por profesionales como una pérdida de la memoria, que no es tal sino un epifenómeno de aquella persistente desatención.
Su mirada perdida es uno de los indicadores precoces de tal situación, así como la apatía, una depresión esencial con descuido personal, la ausencia de emociones y por fin las fallas en los reconocimientos sensoriales en los diez canales. La desatención es tan marcada que apenas termina de hacer o decir algo habitual y mecánico, no lo recuerda porque no lo ha grabado.
La mala interpretación de esto es lo que conduce a los errores de diagnóstico, que lleva a que los falsos positivos sean hasta el 75 % en ciertos países y regiones. Para cortar los lazos con la realidad recurre en forma anormal a un mecanismo biológico de comportamiento que todos poseemos y al cual echamos mano habitualmente, que es el bloquear respuestas motoras y cognitivas a ciertos estímulos sensoriales recibidos para priorizar las respuestas frente a otros más urgentes y necesarios para la supervivencia, como al cruzar una calle peligrosa o prontos a ser atacados.
La forma anormal o patológica de este comportamiento normal es uno de los típicos que se observan en todos los casos del proceso alzheimer, y que culmina en las fallas en los reconocimientos sensoriales en los diez canales. Es el indicador biológico más robusto, es el momento clave cuando la perturbación psicológica, que adquiere hacia fuera el estado de una depresión sui generis esencial profunda comienza a dialogar y a alterar la biología básica, la neurofisiología del proceso de recepción de estímulos sensoriales que desencadenan las consecuentes respuestas motoras o cognitivas.
He aquí el puente entre lo psicológico y lo fisiológico. La persona no es consciente de la gravedad de lo que hace: la pulsión de aislamiento terminará afectando lo esencial de lo que somos, un sistema sumamente complejo de detectar estímulos sensoriales por todos nuestros canales, procesarlos en el cerebro y devolver consecuentes y coherentes respuestas motoras o cognitivas, además de grabar todos los eventos en el cerebro, aunque también hay unas pocas respuestas sin procesamiento cerebral profundo.
Esta nueva perspectiva o paradigma tiene una lógica contundente que puede cotejarse a poco que se recuerde el proceso de instalación de esta demencia en algún familiar o amigo, y avala sólidamente los esfuerzos de recuperación ya iniciados en 1993.
Mirada holística y humanista del fenómeno que avala, justifica y fundamenta todos los esfuerzos terapéuticos no farmacológicos no médicos ya iniciados, sea por psicólogos, médicos humanistas, enfermeras, psicoanalistas, terapistas ocupacionales, psicólogos sociales, acompañantes terapéuticos, trabajadores sociales en salud y muchas personas de bien que fueron relegados en su accionar terapéutico bajo el dominio hegemónico de la fallida hipótesis del amiloide y otras conjeturas que ahora se han derrumbado.
N. de la R.
Luis María Sánchez, Director Centro de Investigaciones Neuro-psico-etológicas & Proyecto Alzheimer Argentina, es Licenciado en Ciencias Biológicas [Facultad de Humanidades y Ciencias de Uruguay], Profesor Titular e Investigador de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, de extensa trayectoria en el campo de la investigación, en diferentes campos.
Este ensayo se publica con la autorización de Diario el Peso.