Mi Columna
Eugenio Pordomingo (17/6/2012)
Son muchos los lectores – entradas en el argot cibernético- de espacioseuropeos que proceden de México, Argentina, Colombia, Brasil y Bolivia, países con los que sin duda nos unen fortísimos lazos culturales y de amistad. Lo de la macro-economía y los ´encontronazos´ políticos va por otro lindero. Varios plumas hispanoamericanas tienen aquí su hueco. Y, dentro de nuestras modestas posibilidades, estamos atentos a lo que sucede allende el Pacífico.
Nuestros amigos argentinos, por supuesto, tienen aquí su espacio como fácilmente se puede constatar. Es más, en espacioseuropeos, hemos publicado muchas veces artículos de autores argentinos, denunciando el «caso de las Malvinas», que nos duele y sentimos como algo nuestro.
Pero lechugas, uno tiene su corazoncito y se cansa de que le llamen «gallego» -tratando de insultarnos-, corruptos, ladrones, colonialista, usurpadores, etc., etc. El fervor patriota por la nacionalización de YPF-Repsol, las sanciones a Telefónica, la prohibición de la entrada de jamones en el país o el conflicto con la denominación de los vinos de La Rioja, ha venido a «globalizar» la crítica contra lo español. Por cierto, Galicia me encanta; mi mujer es gallega.
Yo, para aclarar, ni tengo acciones en Repsol ni en Telefónica, ni aspiro a ello; yo no he hecho negocios con Menen, ni con los Kirchner, ni los haré con el que venga.
Uno, que es muy suyo, le empieza a molestar que se generalice. Ni todos los españoles somos corruptos, ni todos golfos ni invasores colonialistas, ni nada parecido. Aquí hay de todo como en botica. Los españoles, al igual que los naturales de cualquier otro país, los hay buenos, malos y regulares.
La mecha que ha encendido mi cartucho dialéctico-escribano ha sido leer en uno de los muchos correos electrónicos que recibimos desde Argentina, en concreto uno de Miguel Ángel de Boer, cuyo contenido (una página de internet) se titula así: «A mi viejo a todos los viejos que dieron su vida por YPF», y el resto, literal, para evitar interpretaciones erróneas es este: «A mi viejo a todos los viejos que dieron su vida por YPF. Y que la recuperación de YPF honre a nuestros viejos y su sacrificio, y no se ponga al servicio, nuevamente, de los ladrones y corruptos que lo destruyeron (mucho antes de que se lo entregaran a los gallegos)!! (se acuerdan de los turros de los inspectores y de los «patriotas» contratistas?)».
Mis antepasados, los personales, digo, no estuvieron en Argentina ni en otros países americanos. No estuvieron en la etapa de la colonización, cuando la Pampa, la Patagonia y el resto del país estaban habitados por aborígenes, indios; seguro que los antepasados del autor de ese texto, sí. Mis antepasados no tuvieron «encuentros» desafortunados con los Tobas, Coyas, Chiriguanos o Matacos, por ejemplo.
Quiero recordar, pues viene a cuento, a aquellos que piensan y opinan como De Boer, un suceso que aconteció durante el gobierno de Juan Domingo Perón. Por entonces, el embajador español era José María de Areílza. Según las crónicas, Areílza fue a visitar al presidente Juan Domingo Perón con algún motivo urgente. Se cuenta, se dice, que éste estaba en su despacho con Eva Perón. El ayudante de cámara, secretario o lo que fuere, le anunció la visita del diplomático. Areílza esperaba al otro lado de la puerta. La distancia quizás no debía ser mucha, o la puerta quedó entreabierta o el tono de la voz un tanto elevado. El caso es que el embajador español pudo escuchar lo siguiente:
– Decíle al «gallego de mierda» que no le puedo recibir.
El funcionario, correcto, aunque algo crecido por la respuesta de su presidente, le hizo saber al embajador español que el presidente estaba ocupado y no le podía atender.
Areílza, hombre culto y de fina ironía, bregado en las lides políticas y diplomáticas, le soltó:
– Dígale al señor presidente que el gallego se va, pero que la mierda se queda.
En algunos textos se menciona que no fue Perón el autor de ese improperio, sino su mujer. Internet me ha ofrecido esta otra versión, que sólo difiere en que fue Eva y no Juan Domingo la autora del insulto.
Areílza tenía a veces que esperar horas a ser recibido, y en una ocasión en que, ya hastiado, mando recado con un funcionario, Eva dijo en voz lo bastante alta para que se oyese a través de la puerta entreabierta: «decíle al gallego de mierda que ya le tocará su turno cuando yo diga». Cuando el azorado funcionario vuelve sin atinar qué decir, Areílza habla en voz bastante alta para que Eva le oiga: «dígale usted a la señora que el gallego se va, pero la mierda se queda».
Un trato nada diplomático por parte de la presidencia de Argentina, a pesar del trigo y la carne que nos llegó.
Abundando en lo mismo. El escritor y periodista Armando Rubén Puente, argentino, amigo y colaborador esporádico de este digital, escribió en diciembre del año 2011 un artículo que, entre otras opiniones, manifiesta lo siguiente:
«Los argentino no tenían en cuenta las ideas religiosas o los orígenes familiares de los políticos en el momento de elegirlos. Por ejemplo, todos los ministros de Economía que tuvo Perón a lo largo de sus años de gobierno eran judíos; Menem es hijo de musulmanes y se convirtió al catolicismo después de años de ser diputado y gobernador de su provincia natal; la actual presidente, Cristina Fernández, es hija de un gallego y de una judía; su difunto marido Néstor Kirschner era hijo de alemanes. En Argentina la única limitación que existe para cualquier persona se refiere al Presidente de la República, que tiene que ser nacido en Argentina. Todos los demás cargos políticos pueden ser desempeñados por personas residentes en el país, desde alcaldes a ministros, nacidos o no nacidos en Argentina».
Olvida mencionar el autor de ese párrafo que, por desgracia no hay aborígenes metidos a políticos en Argentina, entre otras cosas porque no creo que queden aborígenes.
Don Armando Puente relata en el mismo artículo que «En España, en las últimas elecciones, de los más de mil doscientos candidatos a diputados que figuraban en las papeletas de los partidos que concurrían a ellas, solo veinte eran hijos de extranjeros. Revisando los nombres y apellidos encontré uno chino, otro pakistaní y otro árabe; el resto, hasta llegar a los veinte, eran hispanoamericanos».
El mismo autor nos invita a reflexionar sobre el «largo camino que falta en España para llegar a la integración o asimilación de esos millones de extranjeros aquí residentes. Me pregunto cuántos años harán falta para que un descendiente de rumanos o norteafricanos pueda ser elegido presidente del gobierno, sin que eso origine un terremoto».
Don Armando no parece haber reflexionado lo suficiente -algo inusual en él- sobre esa situación. Yo le ayudaré. Mire, aquí en España cuando llegan inmigrantes (en patera, con visado, con engaños de que llegan al país para hacer turismo, etc.), nadie les niega la asistencia médica -de hecho tienen el mismo acceso y derecho a la Sanidad que los aborígenes españoles-, y sin pagar un euro. Lo mismo acontece en los comedores escolares, en las guarderías, en las residencias de ancianos, etc. Es más, cuando los inmigrantes se jubilan sin haber cotizado a la Seguridad Social en España, el Estado español les concede una pensión no contributiva o de renta mínima.
¿Ocurre eso en Argentina o en otros países? Sinceramente, no.
Quizás por eso, en esos países que Don Armando menciona en su artículo, los inmigrantes o sus descendientes tienen que arrimarse a la casta política para tratar de acceder a esos servicios. En España se conceden sin más.
Otra consideración que le hago a Don Armando es que «estar» en política no es sólo participar a través de los partidos políticos, más bien lo contrario. Los partidos encorsetan y constriñen la participación democrática, además de partir a la sociedad como dijo el filósofo español Ortega y Gasset. Un simple vistazo al 15-M y a otros movimientos sociales le permitirá conocer el elevado número de inmigrantes que están integrados en ellos.
Profesionales argentinos en España, ubicados y con éxito los hay en todos los sectores y en todas las autonomías, inclusive en Galicia. Escritores, periodistas, actores, deportistas, médicos y hasta psiquíatras y psicólogos, laboran sin problema alguno.
Podríamos debatir sobre la solidaridad española en trasplantes de órganos. Aquí no se pregunta sobre la nacionalidad ni la religión del que lo recibe. ¿Cuántos de esos inmigrantes donan? Ese es oto cantar.
En fin, que ni somos más corruptos que otros, ni colonialistas asesinos, ni ladrones ni «gallegos de mierda». Somos, si el señor De Boer y los que piensan como él me lo permiten, ciudadanos del mundo acosados por la crisis actual que, a mi modesto entender, deberíamos tratar de solucionar entre todos, independiente de nacionalidad, ideología o religión. Eso sí, sabiendo que nuestros enemigos son los «mercados» y quiénes están detrás de ellos.
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