España
José Manuel González Torga (22/8/2013)OLYMPUS DIGITAL CAMERA
El cuadro me ha llamado la atención en una reciente visita a Valladolid. Representa al filósofo José Ortega y Gasset vestido de luces o sea de torero. Es un óleo sobre tela, de 130×96 cm, pintado por Eduardo García Benito y pertenece a la colección particular de la doctora María Gloria García del Carrizo San Millán que, durante muchos años, ha sido profesora de Historia de la Medicina en la correspondiente Facultad de la Universidad vallisoletana. Por el peso del cuadro con su marco, no he podido ver la parte posterior de la tela que, al parecer, lleva frases de o sobre Ortega y los toros.

No hay constancia de la motivación del pintor para realizar esta obra ni de las situaciones por las que pudo pasar hasta la adquisición por su actual propietaria. Llegar a conocer todo eso merecería la pena por aquello tan orteguiano de los sujetos y sus circunstancias.

Como nunca había leído ni oído nada sobre la existencia de esta original representación del maestro Ortega, su contemplación me ha sorprendido e interesado vivamente.

Sí que es conocido el tratamiento del tema taurino por el pensador que, en Alemania, ha llegado a ser calificado de “Torero del ser”. Escribió, entre otras páginas referentes al tema, “El arte del toreo”, y anunció repetidamente un estudio sobre Paquiro y las corridas de toros, que no llegó a culminar, aunque dejó textos fragmentarios.

Dicen que le gustaba además practicar el toreo de salón y, en la antigua foto del reportero gráfico Francisco Cano -“Canito”- José Ortega quedó para la posteridad, en una capea, toreando una becerra al alimón con su amigo el doctor en tauromaquia Domingo Ortega.

En un coloquio celebrado en Ginebra, el introductor del acto aludió al catedrático de Metafísica con la observación de que “tiene cara de viejo torero”.

De las andanzas de entre figuras de los ruedos queda, sobre todo, la anécdota de cuando José María de Cossío efectúa las presentaciones entre Rafael Gómez “El Gallo” y el joven filósofo; tras la abreviada aclaración, por parte de Cossío, de cuál es la dedicación del filosofo, “El Gallo” mostró su amplitud de miras con el quiebro de su rápida salida: “¡Tié que haber gente pa tó!”.

El autor del cuadro que justifica estas líneas fue un pintor vallisoletano de éxito internacional, sobre todo en su otra faceta de ilustrador. Eduardo García Benito vivió entre 1891 y 1979. Inició su preparación en la capital castellana, que continuó a su paso por la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y amplió luego en París, donde pasó años, como también en Estados Unidos.

En una fiesta en la capital francesa relataba, evocando recuerdos, que se encontró con el gran “bailaor” y paisano suyo, Vicente Escudero, quien se hacía pasar entonces por granadino, alegando, en confianza, que Granada y el Sacromonte sonaban mucho más en París que Valladolid y el Pisuerga. La peripecia arroja otro dato, para mí llamativo: ambos habían coincidido años antes, trabajando en la Imprenta Miñón de Valladolid, Vicente Escudero como tipógrafo y García Benito como dibujante.

Pues bien, Eduardo García Benito, como ilustrador, mantuvo largas etapas de trabajo para importantes revistas: entre otras “Vogue” y “Vanity Fair”. También fue un retratista de éxito. Con el retorno a su ciudad de origen obtuvo un merecido reconocimiento, algo que no suele resultar fácil en la tierra propia.

 


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