España/Sáhara Occidental
Javier Perote (25/3/2015)
Tengo un amigo que se llama Mulud; Mulud Yeslem para ser más exactos. Ha venido de muy lejos. De lo más profundo del desierto; es saharaui. En España la cosa está “jgudida”; sí, no es como antes, ahora la cosa está como en tiempos de los godos: godida.
Mi amigo Mulud es artista. Alah (bendito sea su santo nombre) le ha dotado, como a otros artistas, de una sensibilidad especial. Es pintor, es lo que más le gusta, pero también dibuja, hace teatro, cine, composiciones artísticas, collages etc. Este último tiempo empezó a experimentar con la fotografía y el video, para lo cual compró una cámara que le costó un pastón. Como es artista, pues se le da bien; todo se le da bien.
Pero vivir de ser artista es difícil, en cualquier sitio es difícil, y si encima eres extranjero y hablas en extranjero, pues mucho peor. Total que, en un apuro tuvo que empeñar la máquina que era su herramienta de trabajo. Se quedó muy triste, así, sin poder hacer nada. Se acordaba de su patria y de su gente, de lo mal que lo estaban pasando. Por aquellos días habían estallado varias minas y muerto varias personas en el muro que los marroquíes han construido en medio del desierto y que han llenado de minas. 2.700 kilómetros de muro; se dice pronto. Solo menor que la muralla china y mayor que cualquier otro muro que haya habido en la historia.
Como no podía estar mano sobre mano empezó a cavilar: ¿Qué hacer, cómo podría ayudar a su gente?. Estando en estas le vino una idea a la cabeza ¡Cómo no se le habría ocurrido antes!, se dijo; con lo fácil que era: Había que cambiar las minas por flores: “por cada mina una flor”. Y se puso a ello; organizó actos con toda clase de información sobre el tema, y en muchos lugares, Palma de Mallorca , Valladolid, Barcelona, Madrid, etc. etc., fue un éxito. Por todas partes se montaron exposiciones y la gente empezó a llevarle flores; muchas flores. Pero todas eran de trapo. A Mulud le hubiera gustado que fueran de verdad y poder convertir el desierto en un hermoso jardín. Pero pronto llegó a una triste evidencia: que por mucho que se esforzara nunca podría plantar en cada mina una flor, porque en el mundo hay más minas que flores.
Esta verdad también le dejó anonadado y no hacía más que repetírselo: en el mundo hay más minas que flores. Un día se dijo: pues bien, si no hay flores suficientes para cubrir todas las minas del mundo, lo que habrá que hacer es cambiar el mundo. Y en eso está, pero antes tiene que recuperar su máquina, que no lo tiene fácil.
Por 200€ firmando un contrato de “venta con derecho a recuperación”; contrato de venta recuperable, se llama. Pero en unas condiciones leoninas. Si Mulud pretendiera recuperar su máquina en los treinta días siguientes a la firma del contrato tendría que pagar, en números redondos, 50€ más. Si quisiera renovar el contrato un mes más, otros 50€. Así cada mes, hasta la última oportunidad de recuperar su máquina que sería el día 24 de abril 2015. Pasada esa fecha perdería todos los derechos.
Un simple cálculo nos lleva a la conclusión de que el prestamista está sacando un interés del 300% a su dinero. En otros tiempos la USURA estaba totalmente prohibida.
N. de la R.
El autor es Corones del Ejército de Tierra y escritor.
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