Internacional
Amy Goodman y Denis Moynihan (28/5/2017)
En su primera gira oficial como presidente, Donald Trump, el pretendido líder del mundo libre, visitó a una monarquía absoluta, el Reino de Arabia Saudita, un Estado petrolero conocido por la ausencia de instituciones democráticas y las flagrantes violaciones de los derechos humanos. El principal acontecimiento en materia de política exterior que Trump anunció el fin de semana en Riad fue un amplio acuerdo para la venta de armas a Arabia Saudita por 110.000 millones de dólares. Muchas personas morirán como consecuencia de este flujo de armamento. Sin embargo, el acuerdo aún no es una realidad. La afinidad de Trump con autócratas, hombres poderosos y matones afronta resistencia. Mientras el mundo procesa el horror del ataque suicida ocurrido esta semana en Manchester, Inglaterra, en el que la mayoría de las víctimas eran adolescentes que asistieron a un concierto, deberíamos prepararnos para una ola similar de muertes inocentes, esta vez en Yemen, el blanco de los incesantes bombardeos lanzados por Arabia Saudita, con el apoyo de Estados Unidos.
Partamos de la premisa de que matar niños está mal, y punto. Tanto en Manchester como en Saná, Yemen. Está mal matar niños como parte de un acto de guerra, ya sea que la matanza sea perpetrada por un soldado estadounidense, un avión Predator de Estados Unidos controlado en forma remota, un piloto saudí de un F-35 proporcionado por Estados Unidos, o, para utilizar el término actual, por un terrorista.
Cuando un atacante suicida hizo estallar una bomba en el concierto de Ariana Grande en Manchester esta semana, las víctimas mortales fueron casi en su totalidad sus fans: chicas jóvenes, pre-adolescentes, y sus padres. Los medios de noticias etiquetaron el ataque acertadamente de “salvaje”. Pero recordemos un acontecimiento ocurrido durante la primera semana de gobierno de Trump. En aquel entonces, con característica soberbia, Trump y sus funcionarios calificaron de “exitoso” a un ataque contra Yemen, a pesar de que murió un miembro de la Armada y se perdió un helicóptero. Sin embargo, inicialmente no se informó de la muerte de 30 civiles en el ataque, muchos de ellos mujeres y niños, entre los que se encontraba la niña de 8 años de edad Nawar Anwar al-Awlaki. Su nombre es conocido porque era la hija de Anwar al-Awlaki, un clérigo musulmán que fue asesinado en 2011 en un ataque con un avión no tripulado de Estados Unidos. El hermano mayor de Nawar, Abdulrahman al-Awlaki, un joven de 16 años de edad nacido en Denver, murió en otro ataque de un avión no tripulado dos semanas después de que su padre fuera asesinado. Abdulrahman no sabía que habían asesinado a su padre y estaba intentando ubicarlo cuando las fuerzas estadounidenses mataron a Abdulrahman.
El ataque fallido de enero tuvo lugar tras el desastroso ataque de Arabia Saudita contra un funeral en Saná el 8 de octubre de 2016, en el que más de 140 personas murieron, en su mayoría civiles. Tras el ataque, el Presidente Barack Obama, que había autorizado una venta de armas a Arabia Saudita por 115.000 millones de dólares, retiró las municiones de precisión de la venta, dado que muy probablemente serían utilizadas contra civiles. Donald Trump levantó la restricción a esas armas. El Rey de Arabia Saudita, un dictador, ahora posee armamento de última generación para lanzar contra la población de Yemen.
En respuesta al ataque en Manchester, Tariq Ali, comentarista político, escritor, editor de la New Left Review y un activista pacifista británico de gran trayectoria, declaró en el noticiero “Democracy Now!”: “Estos ataques terroristas no solo ocurren en Europa. Ocurren cada día en Irak, Siria, Afganistán, Pakistán, Yemen y Bahrein. Todos deploramos la pérdida de vidas inocentes. Es así. Todos lo hacemos. Pero no podemos tener un doble discurso según el cual sostenemos que si alguien muere en Europa, su vida es más valiosa que las vidas de las personas que mueren en gran parte del mundo musulmán. Y a menos que Occidente comprenda que este doble discurso provoca y enoja cada día a más personas, esto seguirá sucediendo”.
Así como han cubierto las historias de las víctimas del ataque de Manchester, los medios de comunicación deberían cubrir las conmovedoras biografías y la historia de vida de cada joven fallecido en Yemen, Siria, Irak y Afganistán. Tenemos que conocer los nombres, tenemos que escuchar las historias de estas personas que también perdieron sus vidas.
El acuerdo armamentista de Trump con Arabia Saudita es un error. Exacerbará la situación en una región que ya ha sido devastada por la guerra y afectará a Yemen de manera muy severa. Debido a la terrible destrucción del país, Yemen sufre una epidemia de cólera, hambruna y un colapso casi absoluto de su infraestructura de saneamiento, agua y de asistencia médica y hospitalaria. Se trata de una crisis humanitaria de gran magnitud.
Después de haber vendido este nuevo arsenal al rey de Arabia Saudita, el Presidente Trump se dirigió a Israel y luego se reunió con el Papa. Tras la reunión, Trump tuiteó: “Me voy del Vaticano con mayor determinación que nunca de lograr la PAZ mundial”. Algunos quizá tengan la esperanza de que Trump realmente haga lo que tuitea. Mientras tanto, millones de personas en todo el mundo se están organizando para poner fin a las guerras y detener las ventas de armas que las promueven.
N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Democracy Now.
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