Palestina.

Internacional
Chemi Shalev/Ramzy Baroud (26/7/2017)
¡Por Dios, otra vez no!

Chemi Shalev
Es como la parálisis del sueño. Piensas que estás despierto pero no puedes mover un músculo para detener la pesadilla que se desarrolla ante tus ojos. Gritas, pero nadie te escucha. Sabes que se puede evitar la tragedia, pero a nadie parece importarle. La boca se seca, se empieza a sentir náuseas, hay un hoyo en el estómago, miedo en el corazón y desesperación en tu mente. Incluso si no eres creyente, imploras: ¡Por Dios, no otra vez!

Hemos visto esta película antes, y siempre termina mal. No me digas, te quejas, que israelíes y palestinos están otra vez tirándose a la yugular, una vez más; ¿cuántas personas inocentes más tendrán que morir antes de que esto termine?; ¿cuántas víctimas serán paseadas en sus entierros como prueba de la crueldad de la otra parte?; ¿cuántas veces ambas partes se sentirán virtuosas y nobles y completamente en su derecho, mientras describen al enemigo como la encarnación del mal?; cuantas veces más los moderados desaparecerán y los extremistas se impondrán?; ¿que, como siempre, algunas personas dirán que hay un resquicio de oportunidades en las nubes oscuras del odio y la violencia, pero, como de costumbre, estarán equivocadas?. La amargura de la gente crecerá el conflicto se hará más tóxico y la esperanza, ya en terapia intensiva, finalmente se marchitará y morirá.

Es fácil de defender la decisión de Israel de colocar detectores de metales en las entradas de la explanada de las mezquitas de Jerusalén en respuesta al ataque terrorista del viernes pasado en el que tres árabes israelíes mataron a dos policías de fronteras. En el momento, sonaba razonable a todos los interesados. Los defensores automáticos de Israel ya están ocupados comparando los llamados “magnómetros” con los detectores de metales de los aeropuertos y los estadios de béisbol y descalificando la negativa palestina a pasar por ellos como prueba de sus malas intenciones.

Pero hay una razón por la cual el ejército y los servicios de seguridad de Israel han instado al gabinete Netanyahu a reconsiderar su decisión, que se resume en el dicho israelí de que es mejor ser inteligente que estar en lo cierto. ¿Qué importa si los detectores de metales en teoría tienen sentido en un ambiente estéril, si acaban causando más líos y más muerte y más destrucción instalados que sin instalar en el infierno que es el conflicto entre Israel y Palestina?

Los israelíes pueden ver los detectores de metal como una prudente medida de seguridad destinada a prevenir el terrorismo, pero para los palestinos las estrechas puertas de color plata que están a cargo de policías de fronteras hostiles son otro sangriento puesto de control israelí que se interpone en su camino a su lugar más sagrado. Es un último recordatorio de la ocupación que odian antes de entrar en el único lugar en Palestina que gobiernan. Su resentimiento, justificado o no, es un combustible de alto octanaje para los incitadores y los terroristas y los fanáticos religiosos para inflamar a sus seguidores e iniciar un nuevo incendio que no va a liberar a Palestina, pero que podría achicharrarla.

Si la razón no prevalece, en las próximas horas o días, tardará semanas o meses en recuperarse, pero la razón no es el único ni el principal actor en el escenario palestino-israelí. Hay orgullo nacional y prestigio en juego que dictan que nunca se debe dar marcha atrás de las decisiones adoptadas ni arrepentirse de lo hecho, sin importar la magnitud de los errores, porque hacerlo significa perder la cara. Así que se sube la apuesta, se aumenta el volumen, se aplica más fuerza, suponiendo que el otro lado se echará atrás. Es posible, pero sólo después de muchas más tragedias.

Benjamin Netanyahu, Primer Ministro de Israel.

Y luego está la política, que, en este barrio primitivo, se traduce automáticamente en desdén por las cesiones, admiración por los agresores y el miedo universal a aquellos en el poder de verse desbordados y superados por los radicales a su derecha. Benjamín Netanyahu quiere a cualquier costa mantener el apoyo de los colonos judíos, que exigen una “respuesta sionista adecuada”. Netanyahu vive en constante temor de que el dirigente de Habayit Hayehudi, Naftali Bennett le desborde en sus golpes de pecho y le presente como un hombre débil. Mahmoud Abbas, por su parte, se da cuenta de que una cruzada fanática para expulsar a los infieles sionistas de Al-Aqsa y Al Haram esh-Sharif puede barrerle del poder, así que cabalga el tigre y se auto engaña diciéndose que será capaz de bajarse a tiempo .

En otras ocasiones, más normales, se podría al menos contar con Bill Clinton o Barack Obama o cualquiera de los George Bush para hablar con las partes y mandar a urgentemente a un John Kerry o un George Mitchell al terreno para tratar de apagar las llamas. Sin embargo, el presidente de Estados Unidos es Donald Trump, así que no pidamos peras al olmo, y ya hemos escuchado la arenga de Netanyahu en Budapest esta semana, que ha levantado ampollas, y lo poco que confía en los europeos. Tal vez los nuevos aliados de Israel en Oriente Próximo, Egipto, Jordania o Arabia Saudí podrían intervenir para llenar el vacío, a pesar de que tienen tanto miedo como Abbas de que sus cada vez más agitadas masas les acusen de colaboración con la entidad sionista.

Es una serie preordenada de medidas, ultrajes, reacciones y contra-escaladas en cascada. Netanhayu podría haber considerado la eliminación de los detectores de metal, pero no con manifestaciones violentas y definitivamente no después de que tres israelíes del asentamiento de Halamish fueran tan brutalmente acuchillados hasta morir el viernes por la noche. Por lo tanto, se mostrará duro y aumentará la presión para aplacar a la opinión pública y sus populistas. Sin embargo, los esfuerzos para proyectar fuerza y ​​disuadir a los manifestantes, inevitablemente, causarán más víctimas, como los tres adolescentes que murieron también el viernes, y que los palestinos enarbolarán como mártires y modelos a seguir por otros adolescentes enloquecidos. Y así una y otra vez.

Al final, los israelíes estarán más aislados y resentidos y los palestinos más desesperados y oprimidos y ambas partes se sentirá víctimas de un mundo que les ha ignorado o abandonado. Y resta preguntarse cómo personas que se suponen tan inteligentes también pueden ser tan estúpidas, o al menos extrañarse de por qué sus líderes son tan tercos y cerrados de mente como para escapar de estos ciclos infernales de violencia y frustración. “Somos tus elegidos. Pero, de vez en cuando, ¿no puedes elegir a otros?”, pregunta Tevye en “El violinista en el tejado”. Si esta es la Tierra Santa de Dios, puede que se pregunte, ¿por qué no puede Él (o Ella) irse a otro lado, por cambiar, o al menos irse de vacaciones?

La historia detrás del ataque de Jerusalén: ¿Cómo Trump y Netanyahu empujaron a los palestinos contra una esquina?

Ramzy Baroud
A principios de octubre de 2016,  Misbah Abu Sbeih dejó a su esposa y sus cinco hijos en su casa y se dirigió a una comisaría de policía israelí en la Jerusalén oriental palestina ocupada.

De 39 años de edad, natural de Jerusalén, tenía previsto entregarse para cumplir una condena de 4 meses de cárcel por, supuestamente, ‘tratar de golpear a un soldado israelí’.

Misbah estaba familiarizado con las prisiones israelíes, ya había estado en ellas por motivos políticos, incluyendo un intento de colarse para rezar en la mezquita de Al-Aqsa.

La mezquita de Al-Aqsa es parte de un gran complejo conocido como Haram al-Sharif , que incluye -aparte de Al-Aqsa- la famosa Cúpula de la Roca y otros lugares sagrados musulmanes palestinos, venerado por los musulmanes de todo el mundo.

Se cree que Al-Aqsa es la  segunda mezquita más antigua, siendo la primera Masjid al-Haram en La Meca. El Santo Corán la menciona como el lugar desde donde el profeta Mahoma ascendió al cielo, viajando desde la Meca a Jerusalén.

Para los palestinos, musulmanes y cristianos, la mezquita tomó un nuevo significado tras la ocupación israelí de la ciudad palestina de Al-Quds (Jerusalén Este) en 1967.

Las imágenes de los soldados israelíes  izando su bandera sobre los santuarios musulmanes y cristianos en la ciudad, hace cincuenta años, todavía está gravada con fuego en la memoria colectiva de varias generaciones.

Como era de esperar, por tanto, el complejo de la Mezquita de Al-Aqsa ha sido el punto focal de los enfrentamientos entre fieles palestinos y el ejército israelí.

Las visitas diarias a los lugares sagrados musulmanes en Jerusalén incluyen turistas no musulmanes. A menudo son recibidos por el  Al-Waqf, la autoridad administrativa y religiosa que los gestiona desde hace 500 años.

Incluso después de la ocupación israelí de la ciudad árabe, al-Waqf ha seguido siendo responsable de los lugares sagrados musulmanes, según lo acordado entre el gobierno de Jordania e Israel.

Los planes israelíes de la ciudad ocupada, sin embargo, son mucho más amplios que la propia mezquita. En abril pasado, el gobierno israelí  anunció planes para construir 15.000 nuevas viviendas en el Jerusalén ocupado, en contravención del derecho internacional.

La comunidad internacional reconoce que Jerusalén Este es una ciudad palestina. Los Estados Unidos, también aceptan el consenso internacional sobre Jerusalén, y todos los intentos del Congreso de Estados Unidos para desafiar a la Casa Blanca sobre este punto han fracasado. Es decir, hasta que Donald Trump llegó al poder.

Mezquita de Al-Aqsa

Antes de su toma de posesión en enero, Trump se había comprometido a trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén. El anuncio fue recibido calurosamente por los políticos de la derecha y los extremistas israelíes. Muchos de los partidarios de Israel en los EE.UU. lo vieron como una señal positiva de la presidencia de Trump.

Aunque la embajada de Estados Unidos aún no se ha desplazado oficialmente a Jerusalén, la nueva administración está enviando el mensaje de que ya no se siente obligada a respetar el derecho internacional con respecto a los Territorios Ocupados.

No sólo están los EEUU abandonando su proclamada función de ‘mediador de paz’ entre Israel y la dirección palestina, sino que está enviando una señal clara a Israel que no consentirá ninguna presión sobre Israel con respecto al estatuto de Jerusalén.

En respuesta, las Naciones Unidas y sus diversas instituciones se han movilizado rápidamente para tranquilizar a los palestinos.

La agencia cultural de la ONU, la UNESCO, ha sido la más activa en este sentido. A pesar de la presión israelí-estadounidense, han sido aprobadas varias resoluciones por la UNESCO y la Asamblea General de la ONU en los últimos meses, que han reafirmado los derechos palestinos en la ciudad.

Israel y los EEUU tratan de castigar a los palestinos por las decisiones de la UNESCO
Todo comenzó cuando el Parlamento israelí aprobó leyes que hacen que hacen la vida aún más difícil para los palestinos de Jerusalén, incluyendo una ley que limita la llamada musulmana a la oración. La ley, que fue aprobada en segunda lectura en marzo pasado, fue defendida por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

La policía israelí amplió la lista cada vez mayor de palestinos a los que no se les permite entrar en sus lugares de culto. La lista incluía a Misbah Abu Sbeih, que fue detenido en varias ocasiones, golpeado y encarcelado por la policía israelí.

El gobierno israelí a continuación abrió las compuertas para la expansión de los asentamientos en la ciudad ocupada, después de haber estado limitados parcialmente durante la presidencia de Barack Obama. En parte, fue la respuesta de Netanyahu a la Resolución 2334 de la ONU, que exigía el cese inmediato de la construcción de asentamientos israelíes en Jerusalén y los Territorios Ocupados.

Al mismo tiempo, la nueva embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, se ocupó de silenciar cualquier crítica internacional de la ocupación israelí, calificando los intentos internacionales para poner fin a la ocupación de una forma de ‘acoso’.

Seguro del apoyo incondicional de Estados Unidos, Netanyahu llegó a nuevos extremos. Rompió los vínculos de su país con la UNESCO  y pidió el desmantelamiento de la sede de la ONU en la ciudad palestina ocupada.

Jerusalén Este ya fue anexada ilegalmente por Israel en 1981, pero sin la aceptación internacional de una medida de este tipo, la acción israelí tenía poco sentido.

Ahora, Israel considera que los tiempos están cambiando, que la administración Trump le ofrece a Israel una ventana de oportunidad para normalizar su ocupación ilegal y la anexión de la ciudad.

En los últimos meses, los palestinos han respondido en miles de formas. Han trabajado con diversos países de todo el mundo para resistir los planes de Estados Unidos e Israel.

La mayoría de los esfuerzos palestinos, aunque han tenido cierto éxito, no han logrado frenar a Israel de ninguna manera.

La agitación política se ha traducido sobre el terreno en más violencia, ya que miles de soldados y policías de ocupación israelíes y han sido trasladados a la ciudad para restringir el movimiento de los palestinos y para bloquear que miles de fieles lleguen hasta Al-Aqsa. Cientos de personas han sido detenidas en esta campaña masiva de seguridad.

En ausencia de un liderazgo fuerte, los palestinos están cada vez más desesperados e indignados. La Autoridad Palestina está demasiado ocupada en sus patéticas luchas de poder internas y no parece tener tiempo para los palestinos, a los que les quedan muy pocas esperanzas de recuperar un horizonte político y una orientación clara.

Aunque miles de palestinos resisten constantemente tratando de llegar a Al-Aqsa o manifestarse en protesta, otros están “llegando al punto de ruptura”. Uno de ellos era Misbah Abu Sbeih.

Una vez que llegó a la comisaría de la policía militar israelí, Mishbah no se entregó. En su lugar, abrió fuego, matando a un oficial del ejército israelí de la unidad ‘Yassam’ y a otro israelí. Él fue abatido en el acto.

Otros ataques siguieron. El viernes 14 de julio, el día más sagrado de la semana en el calendario musulmán, tres palestinos atacaron a varios soldados y policías israelíes apostados cerca de una de las puertas del Haram.

Jerusalén

Mataron a dos oficiales israelíes, y fueron abatidos por soldados de la ocupación, poco después. Esta es la primera vez que se produce un ataque de esta naturaleza en el interior del complejo de Al-Aqsa. Desd0e 1967, sólo los israelíes han utilizado las armas en enfrentamientos violentos con los palestinos. Cientos de palestinos han muerto en o alrededor de este recinto sagrado a lo largo de los años.

En junio pasado en Jerusalén, hablando ante una multitud que celebraba el 50 aniversario de la ocupación militar israelí de la ciudad, el primer ministro israelí,  Netanyahu declaró  que el complejo de la Mezquita al-Aqsa “permanecerá para siempre bajo soberanía israelí.”

Con el respaldo de la administración Trump y las tácticas de Haley en la ONU, Netanyahu cree que su sueño de anexionar el este de Jerusalén se está cumpliendo. El precio del sueño de Netanyahu, sin embargo, es probable que sea caro.

El día del ataque, varios palestinos fueron asesinados en varias partes de Cisjordania y una niña de 3 años de edad de Gaza murió a la espera de un permiso para cruzar de la región sitiada a Cisjordania para recibir tratamiento médico. Nada de esto ha sido recogido por los medios de comunicación internacionales. El ataque palestino armado contra soldados israelíes, sin embargo, ha sido noticia en todo el mundo.

Es probable que haya más violencia. Los palestinos, que están muriendo sin cobertura de los medios de comunicación, están desesperados e indignados porque su ciudad santa se desmorona bajo las pesadas botas de los soldados, en medio del silencio internacional y el apoyo incondicional de Estados Unidos al gobierno israelí.

N. de la R.
Chemi Shalev es editor para Estados Unidos y corresponsal de Haaretz, en hebreo y en inglés. Publica un blog en Inglés llamado «West of Eden» que trata de las relaciones entre EEUU e Israel y la comunidad judía estadounidense.

Ramzy Baroud escribe sobre el Oriente Próximo desde hace 20 años. Es un columnista internacionalmente sindicado, asesor de medios de comunicación, autor de varios libros y fundador del PalestineChronicle.com. Su último libro: My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, London).

La traducción es de Enrique García.
Este artículo se publica con la autorización de SinPermiso.