España
Espacios Europeos (21/12/2018)
Carlos Alsina, director del programa Más de Uno (Onda Cero), nos dejó ayer día 20 en su Monólogo de Alsina, unos párrafos interesantes acerca de la prisión permanente revisable y la utilización que hacen de ella los políticos.
Aunque el Monólogo de ayer se tituló «De la cumbrecita de hoy no va a salir nada distinto de lo que salió de la Moncloa el día que Torra echó la mañana con Sánchez», lo cierto es que dedicó tiempo a la prisión permanente revisable, lo que nos permitió conocer más a la clase política que tenemos. El Monólogo decía así:
“Al calor del crimen de Laura Luelmo, Casado le arrojó la prisión permanente a la cara al presidente del gobierno. Al calor del crimen de Laura, el presidente anunció que el consejo de ministros aprobará medidas para proteger a las mujeres.
Es oportunista utilizar un crimen que ni siquiera ha sido aún juzgado para darse la razón uno mismo, como hizo Casado. Es oportunista utilizar un crimen que aún no ha sido juzgado para colgarse la medalla de nuevas medidas que ni siquiera se concretan cuáles son o por qué no se tomaron antes.
Ahora ve pertinente el gobierno dedicar más recursos a la libertad vigilada, es decir, a tener controlados a delincuentes que ya han cumplido condena pero siguen siendo peligrosos. Está en nuestro código penal, dijo ayer la señora Calvo. Y es verdad. Está ahí, siempre que aparezca esa pena adicional, la libertad restringida, en la sentencia condenatoria que emitió en su día el tribunal. En el fondo es la forma de admitir que hay reclusos a los que la prisión no los rehabilita. Son los menos, pero son. Y ante la reincidencia probable (que por eso se los sigue considerando peligrosos) cabe una medida como ésta, la más suave, digamos, que es obligar al tipo a llevar una pulsera para tenerlo localizado, o cabe la medida más dura, que es mantenerle en prisión. Y en esos términos deberían nuestros legisladores plantear sus debates, no en la bajeza moral que consiste en pretender que quien tiene una posición distinta a la tuya es poco defensor de las mujeres y un poco culpable, en el fondo, de que tipos como Montoya las secuestren, las golpeen y las maten.
Es una bajeza moral que, ya se ha visto, no conoce de colores políticos.
Ni el PSOE, ni el PP, ni Podemos, ni Ciudadanos están a favor de los asesinos y en contra de las mujeres. Discreparán en las medidas que se pueden tomar y en el acierto o error de las leyes que ya tenemos, pero la infamia es tratar los unos a los otros como si fueran sospechosos de no querer que las mujeres vivan y los criminales paguen. La infamia es esta competición por ver quién se duele más, quién se indigna más y quién se erige mejor en portavoz de la sociedad consternada.
Casado abrió plaza ayer, pero le siguieron Belarra y Calvo.
Entiendo que lo que está diciendo la señora Belarra con esto de los pistoleros y las armas es que hay que poner el acento en evitar que el crimen se produzca y no en el castigo que tiene luego ese crimen. Es razonable, pero ambas cosas son compatibles. Como sabe Podemos, que al calor de la sentencia de La Manada reclamó un endurecimiento del código penal para que el abuso sexual se considere violación.
Las mujeres —huelga decirlo— ni piensan todas lo mismo, ni opinan igual ni votan sólo a un partido. Son la mitad de la población y son plurales y diversas. Hay mujeres que no comparten la prisión permanente y las hay que sí. No uniformen a las mujeres ni pretenda nadie hablar por todas ellas. Las encuestas sobre la prisión permanente revisable reflejan que entre los electores de Podemos también hay mayoría a favor. Digo también porque en los demás partidos sucede lo mismo. Entre las mujeres, el apoyo a esta pena máxima es tres puntos superior al de los hombres.
Los partidos discrepan en las medidas, las reformas y las leyes. Pero eso no convierte a ninguno de ellos en cómplice de monstruos como el Montoya éste.
La vicepresidenta Calvo afirmó ayer en el Congreso, después de que hablara Lone Belarra, que la derecha nunca ha hecho nada para proteger a las mujeres.
Éste es el clima del Congreso, sobre este asunto, 2018.
Carmen Calvo era ministra del gobierno de Zapatero, sillón azul, diciembre de 2004, cuando el Congreso de los Diputados aprobó la ley contra la violencia de género. Impulsada por el gobierno socialista y aprobada por unanimidad. Repitámoslo: por unanimidad. El tono y el clima de aquel mes de diciembre de hace 14 años fue el contrario a éste de ayer. Fue Jesús Caldera, ministro socialista, quien reconoció el esfuerzo del gobierno de Aznar en la lucha contra la violencia hacia las mujeres.
En 2017 se aprobó el Pacto de Estado contra la violencia machista, repítámoslo, Pacto de Estado, con el respaldo del PSOE, Ciudadanos y el PP. Se abstuvo Podemos. No porque estuviera en contra de lo pactado, sino porque lo consideró insuficiente.
Cada vez que los partidos se han puesto a trabajar en ello, han sacado adelante reformas y pactos que todos ellos han defendido con orgullo y subrayando la coincidencia en lo fundamental: proteger a la víctima, prevenir la violencia, castigar al agresor. Lástima que cada vez que luego se produce un crimen de impacto mediático se olviden de eso y se tiren de cabeza al barro”.
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