El Nuevo poder tecnocrático en una sociedad líquida

Sin Acritud…
Ángel Luis Martín (13/1/2025)
Reino, nación, estado… son conceptos que fácilmente se confunden o se entrelazan; incluso se llegan a utilizar de forma paralela, como si vinieran a significar lo mismo:
“La nación o reino de…”.

Y es que el tiempo histórico juega un papel fundamental; hay que entender estos conceptos en su contexto temporal, cultural, político.

El actual reino de España no es equiparable a la noción de reino de España del siglo XVII; de igual manera ocurre con el actual reino de Inglaterra o de Dinamarca etc.

Es a finales del siglo XV y el XVI cuando aparecen las llamadas monarquías autoritarias, en España con los Reyes Católicos, que refuerzan el papel del Estado frente al feudalismo, el poder de la nobleza, desde el principio de la Edad Media y que ya se inicia en el Bajo Imperio Romano: la crisis del siglo III.

La evolución de las monarquías autoritarias desembocan en las monarquías absolutas y posteriormente en las monarquías del Despotismo Ilustrado dando lugar después al advenimiento de las revoluciones burguesas y al nuevo concepto de nación, ciudadanía y parlamentarismo; ya sea bajo una forma republicana o monárquica.

Sirva este apretado resumen para resaltar lo temporal, la evolución de los conceptos y las mentalidades a lo largo de la Historia; la indudable importancia del desarrollo económico que incide en las transformaciones políticas, sociales y culturales.

El Estado aparece con la revolución del Neolítico y evoluciona hasta formas de Estado en Grecia (democracia) y las formas de monarquía, república e imperio, en Roma.

Es decir, las formas de Estado evolucionan desde el año 3000 a.C.

No es posible que un reino europeo medieval o del siglo XVI o XVII tuviese un concepto de Estado similar al del siglo XIX: porque eclosiona un nuevo paradigma en lo político: la burguesía toma el poder e instaura el parlamentarismo: es un diferente concepto de Estado en conexión con el revolucionario concepto de la nación y lo nacional.

Es insistir en lo obvio pero que, al parecer, cuesta asimilar: la constante transformación que jamás frena, la constante evolución de los conceptos y las mentalidades.

La inutilidad de trasponer conceptos actuales a épocas pretéritas y crear confusiones absurdas.

Realmente viene a cuento, por lo expuesto, el estar asistiendo en nuestro presente a una evolución o involución, las involuciones también se dieron en el pasado, así que sería más lógico hablar de la incesante transformación, de los conceptos de Estado o nación:

Globalismo, neonacionalismos, soberanía, ultraliberalismo…

Un tiempo interesante, un tiempo intermedio inquietante y confuso; amenazador y a la vez esperanzador en cuanto al desarrollo tecnológico y científico… si éste fuese realmente aplicado a todos los ciudadanos del mundo y no existiese la tentación de convertir a los ciudadanos en súbditos o siervos modernos de un nuevo feudalismo tecnocrático de los multimillonarios señoreando al mundo tras sus privilegiadas e hiperprotegidas y ególatras almenas.


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